quinta-feira, 1 de julho de 2021

11- CONSEJOS DE MUJER

 Tres días después, doña Teresa mandó recado a Masetti de que fuera a merendar en su casa. Él se presentó, y una vieja criada les sirvió chocolate con churros en la sala. El señor Quinteiro no se encontraba en la casa. La criolla le explicó que esa tarde estaba trabajando con Buenaventura y que la escogió para que pudiesen hablar con libertad acerca de cuanto ella consiguió averiguar sobre Sofía Sitge.

-Usted está de enhorabuena- fue lo primero que le dijo.- La chica está soltera, no se le conoce ningún compromiso y todas las amigas que me hablaron de ella la tienen por una muchacha excelente.-

Gaspare estaba encantado y la animó a contarle cuanto sabía sobre ella. La señora comenzó por la familia: Su padre, don Jaime, de origen catalán, era un comerciante de todo tipo de útiles para la pesca y la navegación, con tienda, "Casa San Telmo", en la calle de la Victoria, donde tenía dos encargados y un contable de toda confianza. San Telmo es el patrón de los pescadores.

Don Jaime traía un apellido Sitjá. Una sitja o sitjá es, en Cataluña, un silo, un almacén para conservar el grano, un granero, lo que en Galicia se llama un hórreo, aunque con otra forma, y él lo pronunciaba muy catalanamente. Sin embargo, a los gallegos o jalejos de la Ría, que seseaban y se hacían un lío con la jota, la ge, la gué, la xe gallega, la sh inglesa, la ye foránea o griega y la i latina (la criolla se reía contándolo), les sonaba cómo Siská o Sitxiá, y acabaron convirtiéndolo en Sitche o, más fácil para ellos, en un Siche muy líquido, tal como le sonó a Gaspare.

Don Jaime Sitge, entonces, como acabó firmando, por facilitar, sin perder su catalanidad, llegó a Vigo, (ou a Vijo), hacía 26 años, en compañía de otros fomentadores de la provincia de Barcelona, y alquiló y abrió su establecimiento en la calle de la Victoria, en cuyo piso superior apenas dormía, porque vivía trabajando.

Al año y medio, con todo, encontró tiempo para casarse con una viguesa llamada doña Merche, procedente de una familia de Teis, respetable, aunque modesta, de quien era la casa en la que ahora residían en Guixar. Telmo, el chico de cabello castaño y ojos claros a quien había visto Gaspare entrar en la casa, fue el primer hijo de aquella unión, y Sofía la segunda. Tenían, además, tres hermanos más pequeños.

Desde muy joven, Telmo fue ayudando en el negocio de su padre y seguía, lo que le daba un dinero, pero no se consideraba un comerciante cómo él, sino un artista, pues escribía y pintaba.

-Está bien, muy bien -dijo Masetti-. Cuénteme más sobre Sofía, lo que sepa. ¿A que se dedica?-

-Ella dedica muchas horas del día a ayudar al párroco de Teis.-

Aquello era más de lo que había esperado Gaspare, ¡vaya! así que Sofía era una de esas españolas que se pasan el tiempo en la iglesia y haciendo lo que manda un párroco...

-¿Cómo ella le ayuda? -Preguntó.-

-El párroco, don Camilo, comenzó, hará unos cuatro años, por salir a buscar a todos los niños huérfanos que vivían en la calle y se los trajo a su propia casa parroquial, donde ahora mismo ya debe tener viviendo a más de una docena como si fueran su familia. Recibió ayuda de muchos vecinos para darles de comer, vestirlos y educarlos. Pero los niños no sólo necesitan un buen padre, que siempre está muy ocupado, necesitan una madre que los acariñe.

Él disponía de varias voluntarias de distintas edades que le colaboraban, entre ellas Sofía, que enseguida fue para allá, pero la cosa dejaba mucho que desear, faltaba organizarse mejor.

Don Camilo se enteró que en la Coruña había una mujer que, desde sus 20 años, trabajó en una especie de hospitalito que había fundado una tal Teresa Herrera, primero como enfermera ayudante y después como rectora, cuando la fundadora murió. Consiguió organizar allí una casa de acogida de huérfanos de la que se decía que era un gran ejemplo, y el cura la fue a visitar.

La mujer se llamaba Isabel Zendal. A Don Camilo le gustó tanto lo que vio en la Coruña, que le pidió ayuda para organizar algo semejante en Vigo. Ella respondió que no podía dejar a sus niños, pero que le enviara a una de sus colaboradoras durante una semana, y ella la instruiría.

Con permiso de sus padres, fue Sofía quien pasó una semana en la Coruña, aprendiendo de Isabel. Se hicieron grandes amigas y, cuando regresó, reorganizó sobre aquel modelo la casa parroquial de Teis y la convirtió en el "Hogar de los Hermanos".-

-¿No hay hermanas en ese hogar?-

-Tener niños y niñas recogidos juntos, el cura don Camilo ni lo pensó. Demasiado complicado. Y ya hay unas monjas en Vigo que recogen y educan algunas niñas.-

-Parecen muy buenas referencias -dijo al fin Gaspare, admirado-. Una chica de buen corazón y, seguro, trabajadora y eficiente.-

-A mí también me lo parece -respondió doña Teresa-. felicidades, amigo Gaspar.

-¿Y cómo hago yo ahora para interesarla?-

-No me diga que no tiene experiencia ninguna a su edad... usted es un buen mozo y también tiene buena conversa.-

-¿Jura que lo que le diga permanecerá en secreto, sólo entre nosotros dos?-

-No necesito jurarlo. Yo soy una señora y su amiga. Cuando usted tenga un hijo, con gusto seré la madrina, si quiere. Puede confiar en mí.-

-Muchas gracias, doña Teresa. Claro que querré. La verdad es que estuve muy ocupado trabajando hasta ahora. Sí que tengo experiencia con mujeres. Pero ninguna con mujeres decentes. Usted ya sabe.-

-No me diga que sólo estuvo con mujeres malas -rió la criolla-, con tantas mujeres buenas que hay por ahí, pidiendo guerra.-

-Le digo. No tuve tiempo ni oportunidad... Cómo hago para contarle a Sofía que sólo pienso en ella a cada minuto y que ni puedo dormir?-

-Alto ahí, por ahí vamos mal. Así no se hace -dijo ella sin dejar de reír-. Los españoles son gente muy orgullosa, y las españolas más aún. No puede entregarse todo a la primera, como un bobo que no vale nada.

-¿Qué es lo que debo hacer, entonces, doña Teresa?-

-Lo primero, cambiar su actitud, amigo mío. Lo que las mujeres buscamos en un hombre, en primer lugar, es una seguridad que nos complemente. Usted no debe parecer más, de ninguna forma, ansioso, carente, inseguro, o víctima de sus sentimientos. Pare con eso desde ahora mismo.

Acálmese. Inicie con tranquila lentitud su relación con esa joven. Está bien que ella sienta que a usted le gusta. Sin embargo, estaría horrible y patético que ella sintiera que usted se está babando por ella porque necesita una mujer, aunque la mujer sea justo ella. Eso sería contraproducente.

No le haga sentir que ella ocupa toda su mente. Usted es un hombre ocupado, un empresario, tiene muchas cosas serias en las que poner su mente. Déjela apenas percibir que, en ella, también se encuentra el gusto de contemplarla y saludarla cuando pasa. No se precipite.

Lo segundo, pero fundamental. Para resultarle atractivo a cualquier mujer, antes tiene que sentirse atractivo para usted mismo. Sin eso, no hay nada que hacer.

Yo ya le dije que me parece un buen mozo y que tiene buena conversa. También tiene una evidente capacidad para ganarse la vida. Le gusta su trabajo y sabe hacerlo bien, hasta mejor que otros, por lo que escuché. Puede, desde ahora, crear una familia y mantenerla con un buen nivel. Eso es cuanto se necesita en la materia. Puede confiar en sí mismo.

Ahora sólo tiene que afirmar su propia seguridad en sí, mantenerse tranquilo y mejorar su autoestima. Para eso, nada como comenzar por un cambio de imagen, pídale a mi marido que le recomiende a su sastre y a su barbero en el Arenal. También zapatos nuevos, para pisar bonito. Que unos buenos profesionales le pongan a la moda. Es una buena inversión. Caballerosidad, consideración, gentileza, aprecio y respeto serán las joyas de su apariencia.

...Su acento italiano es un encanto exótico añadido. No eleve nunca la voz más de lo que la elevan los hombres españoles, que ya es mucho. Tampoco menos.

Brille de seguridad en sí mismo, además de limpio, erguido y bonito. Cuando se encuentre con ella, muéstrese atento y sin vacilación. Mírela siempre a los ojos, que ellos le sonrían más que su boca, aunque también. No le ande atrás, dele su espacio, su comodidad y su tiempo. Si llegaran a hablar, no hable demasiado de sí, sino interésese por ella. Sea claro, sincero, honesto y directo.

No muestre nunca inseguridad, ni debilidad ni prisa, y menos aun posesividad ni celos, que son despreciables. Usted vale y merece. Tenga certeza. Su calma seguridad es su poder y su dignidad. Y jamás la confunda con la arrogancia. Buena suerte y buen triunfo, querido amigo.-


CONTINÚA MAÑANA

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