domingo, 11 de julho de 2021

31- LAS FACCIONES EN DISPUTA

Aquella tarde, Masetti explicó a los Sitge las diferentes facciones que se disputaban el poder en la Asamblea Revolucionaria.

-Los Jacobinos -decía-, pequeña burguesía de politicastros demagogos que jamás habían trabajado en su vida más que agitando y sembrando división, se sentaban en la denominada "Montaña", (las bancadas más altas de la Asamblea, a la izquierda del presidente, que daba o retiraba la palabra), eran radicalmente opuestos a que el rey conservase cualquier derecho de veto sobre las leyes que se proponían. Los Cordeliers o sans-culottes, obreros y artesanos, más montañeses y radicales aún, pedían abiertamente la eliminación de la monarquía.

-¿Sans-culottes significa "sin calzones"?- preguntó Sofía.

-Sans-culotes, realmente significa malvestidos- simplificó Gaspare- clase trabajadora que, a diferencia de los jacobinos, no podía costearse vestir siguiendo el canon de la moda burguesa.-

 -Los Montañeses todos, para que quede claro, -siguió- eran republicanos, populistas, muy radicales y antirreligiosos, ponían el acento en lo social, en conquistar la calle y en la soberanía popular, defendiendo educación básica para todos los ciudadanos y ayudar con las rentas públicas derivadas de los impuestos o las confiscaciones a los más necesitados, para conseguir clientes que los apoyasen. Exigían el sufragio universal para todos los varones, ya pagasen impuestos o no, o tuviesen cultura suficiente o no para entender lo que votaban. Sobre todo, demonizaban y escrachaban con verdadera virulencia a cualquiera que tuviese una opinión total o parcialmente diferente a la suya.

 Opuestos a los Montañeses eran los que se sentaban en los asientos mas bajos de la Asamblea, a la derecha de la presidencia, espacio llamado "la Llanura", la mayoría seguidores de Jacques Pierre Brissot, radicales pero no tanto como los Jacobinos, procedentes, muchos de ellos, de la burguesía adinerada del Suroeste Atlántico, Nueva Aquitania, capital Burdeos, la rica región de la Gironde, algo equivalente a lo que es Cataluña en España, cuya autonomía querían preservar y acrecentar, en una estructuración descentralizada y federal de las regiones históricas dentro del estado.

Los Girondinos exigían que tan sólo quienes pagasen impuestos tuviesen derecho a votar sobre el destino de la nación cuyo presupuesto se sufragaba con su contribución económica. No querían, para nada, intervenciones del Estado sobre la economía, ni más impuestos que los mínimos (que deberían destinarse, en primer lugar y en su mayor cuantía posible, a hacer progresar a la región que los había recaudado). 

Les aterraban los cambios sociales drásticos que afectasen al sistema de intercambio económico habitual. Entendían que, lo fundamental, era ORDEN. Reordenar la economía básica, para que cesase la angustia y la furia subsecuente de los ciudadanos, a fin de que pudiesen gobernar en paz y con efectividad.

Al principio estaban dispuestos a aceptar una monarquía, siempre que fuese limitada por una Constitución, semejante a la Carta Magna de los ingleses, para impedir el retorno al Absolutismo. Pero, cuando la consiguieron, se pusieron a perseguir, en su mayoría, la deposición del rey. 

 Los Montañeses, ya Jacobinos o Cordeliers, buscaban, por lo contrario,  crear un estado fuerte, indivisible, igualitarista, uniforme, geometrizante y centralizado, que borrase cualquier rastro de las tradiciones feudales históricas: fueros, diferenciaciones, soberanías, autonomías locales o lenguas de las antiguas regiones de Francia o del resto de los países, todo lo cual estaba ligado, para ellos, al Viejo Régimen oscurantista, igual que la religión. 

Por ello se oponían todo lo posible a las transferencias de poder autonómico a las regiones, justo las que que los girondinos demandaban, casi acusándoles de separatistas. En 1791 hubo un verdadero cisma, y tuvieron que separarse del jacobinismo todos los que aún pensaban que se pudiese tener una monarquía constitucional y descentralizada.-

 - Y las mujeres? -preguntó Sofía- ¿No hubo mujeres exigiendo cambios profundos dentro del proceso revolucionario?-

-Las mujeres parisinas de toda clase, por su parte, (porque todo se desarrolló en París y las provincias sólo iban a remolque de lo que se decidía en la capital)- aclaró Gaspare- parecían seguir con interés activo todo el proceso revolucionario, a pesar de que las cuestiones a ellas referidas fueron ignoradas durante la elaboración de los Derechos del Hombre, y no tenían representante alguna en la Asamblea Constituyente. En realidad, en aquella época no se les consideraba seres adultos del todo, incluso los ilustrados seguían describiéndolas como seres emocionalmente inestables, de poco seso, de constitución delicada y razón limitada por nervios frágiles.​-

-No puedo creer que no hubiese mujeres destacadas entre las parisinas- insistió Sofía con firmeza. 

- Sí las hubo-respondió él- pero, a pesar de que algunas altoburguesas o aristócratas aburguesadas destacaban en las Artes y hasta en la Literatura, parecía haber un consenso general sobre la inferioridad intelectual y psicológica de la mujer. Los líderes de la Asamblea, cuando querían conseguir su aplauso, se referían a ellas como las productoras y criadoras, en los ideales cívicos, de hijos del Nuevo Orden, que un día defenderían en los campos de batalla, estimulándolas a emular a las heróicas espartanas, que le entregaban el escudo a su vástago y le decían: "Vuelve victorioso con él, o mártir de la Patria, tendido sobre él". Era una época muy teatral. Pero prometo que les hablaré de mujeres que tuvieron protagonismo, algo más adelante.-

Sofía pareció conformarse, y el italiano continuó explicando el devenir del proceso:

-La mayoría de los revolucionarios radicales pensaba que el nuevo orden nacional y mundial nacería de la destrucción del antiguo, y que, por tanto, la Revolución sólo podría triunfar cuando todos los países de Europa quedasen convertidos en repúblicas hermanas de Francia y ningún tipo de monarquía absolutista prevaleciese, para oponerse al Nuevo Orden del mundo en fraternidad. 

Para conseguir ese fin, no importaban los medios, aunque fuese necesario enterrar antes a todas las generaciones inservibles que no consiguieran ser despertadas por la luz de la Razón a los ideales cívicos de la Nueva Era. En 1792 ya había en Francia una red de dos mil clubes de "Jacobinos amigos de la Libertad y la Igualdad".

 Tras las elecciones de ese año, se había instituido la Convención como "el único centro de impulso del gobierno",  asamblea de carácter constituyente, con autoridad para ejercer, al mismo tiempo,  los poderes ejecutivo (gobierno) y legislativo (aprobación de leyes). 

Cada vez más, por tanto, el rey sobraba. Y cada vez más se diluían peligrosamente los principios que, según Montesquieu, caracterizaban a una verdadera democracia: independencia entre los tres poderes, legislativo, judicial y ejecutivo, para que unos controlasen a otros y su concentración en un solo poder no facilitase una tiranía despótica.

-¿Para qué necesitaban controlarse entre ellos?- apuntó la madre de Sofía ¿No buscaban la fraternidad?-

-Eran idealistas hasta la Utopía, mi señora, pero no ingenuos, y Rousseau tenía una visión pesimista del hombre. Aquello de que "el hombre es lobo para el hombre". Argumentaban que, cuando no nos sentimos vigilados, tendemos a abusar y corrompernos. Poder total e incontrolado es dictadura totalitaria segura. De todas maneras, como ya conté, a medida que conquistaban poder, tendían a eliminar los controles democráticos que podían limitarlos.-

Elegidos por menos del diez por ciento de la población, los 749 miembros de la Convención eran todos fervientes revolucionarios. Eso sí, divididos, de composición fluctuante, sin líneas políticas claras, pues la «Montaña» y la «Gironda» no eran realmente partidos, sino sentires.  

La mayoría del resto de los diputados (que ya no eran «moderados» como al principio, pues pocos verdaderos moderados iban quedando), apoyaron alternativamente a los montañeses o a los girondinos, según creyeron que uno u otro grupo era capaz de encarnar mejor los deseos colectivos en cada asunto y momento. 

 Los girondinos eran los altoburgueses oligarcas  de los territorios más económicamente desarrollados, y querían un Estado de tipo federal, descentralizado, autonómico, para poder ser caciques de sus propias regiones, secundados por su base de clientes. Deseaban libre comercio con mínimas intervenciones del estado e impuestos, apenas regulado por la ley de la oferta y la demanda.

Además, eran partidarios de la guerra contra las monarquías vecinas, porque, además de que siempre la guerra enriquece a las oligarquías, pensaban que luchar contra enemigos exteriores uniría a los franceses con disciplina militar y con la cola del patriotismo, un sentimiento ancestral, primario, mucho más simple, claro y unificador, para ellos, que el de clase social o de ideología, conceptos tan complejos, divisionistas y cambiantes que les daban cierto miedo. 

Por el contrario, los jacobinos, liderados por el abogado Robespierre, y otros afines, como los cordeliers o sans-culottes (Danton y Marat los líderes),  eran partidarios de un modelo de Estado centralizado, con control económico, buscando recaudar muchos impuestos que alimentasen los múltiples comités y subcomités, donde pudiesen dar trabajo y sueldo a los suyos, con el pretexto de ocuparse de las reformas sociales generalizadas, reformas que  aspiraban a crear una sociedad igualitaria, sin abismos entre las clases culturales y económicas. 

Además, para ellos, al principio, lo más importante era la consolidación de la Revolución y no la guerra exterior, donde quienes más solían morir en la línea del frente eran los soldados y suboficiales reclutados entre los pobres e iletrados, siempre comandados desde una segura colina, o la retaguardia, por comandantes alto-burgueses. 

En la primera elección, los girondinos obtuvieron mayoría para gobernar. La Convención Girondina, dirigió Francia durante los dos años que sucedieron al sometimiento de la monarquía. Los girondinos eran burgueses revolucionarios, a veces radicales, pero, desde luego, más moderados que los jacobinos. Jacques Pierre Brissot, su líder en  la Asamblea Legislativa, solicitó la proclamación de la República.

Incluso propuso declarar la guerra al Austria, porque su imperio estaba acogiendo a los reaccionarios emigrados, lo que le enfrentó al líder jacobino  Maximilien Robespierre, que se oponía a ella, porque quería que todos se concentrasen únicamente, como les dije, en consolidar la revolución en el interior de Francia. 

Ya se hablaba en serio, pues, de la posibilidad de guerra exterior. En lo que a mí me tocaba en aquel momento, estaba muy preocupado, porque la guerra podía acabar con mi producción y mi negocio. Mucha gente en Niza comenzó a evacuar la ciudad, llevándose sus familias y sus bienes hacia el interior de Italia, por temor a quedar encerrados en la primera línea de confrontación del Sureste.-


CONTINÚA MAÑANA.

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