sábado, 17 de julho de 2021

65 - FATAL INDECISIÓN

El  27 de julio de 1805, un multitudinario clamor en el bastión de la Laxe y en el Arenal hizo que Masetti y sus empleados salieran de la fábrica y se asomaran a la playa. Una gran escuadra de guerra estaba evolucionando para echar anclas en posiciones ordenadas. La mayoría eran bellos e impecables navíos franceses aliados, adornados con la bandera tricolor, con un águila imperial en lo alto del mástil. 

Detrás, llegaron los navíos españoles, con sus banderas rojigualdas, escoltando a los barcos que habían quedado maltrechos y renqueantes en la batalla naval librada un día antes. Los que mostraban evidentes destrucciones y velas agujereadas por todo tipo de proyectiles, eran todos españoles, menos un único francés, el "Atlas" que venía muy quemado. 

Fue el único buque galo en ser aplaudido por los corsarios del Arenal, cuyos ojos guerreros de lobos de mar calibraron enseguida, por los destrozos, que todo el peso de la batalla había recaído exclusivamente sobre los navíos españoles, así como sobre los dos que supieron capturados por el enemigo, habiéndose reservado prudentemente los franceses, a los que abuchearon, menos al Atlas, que era el más próximo a los hispanos en la formación de combate.

Los barcos y hombres heridos o enfermos fueron situados para su reparación y cura ante la playa de Guixar, en la que se montó un hospital de urgencias improvisado, muy cerca de la nave de Masetti, quien los socorrió, llevándoles licores reconfortantes.

Estaba en el hospital el teniente general de la flota española, Federico Gravina, interesándose como un padre por el estado de sus hombres, y el cirujano Alberto el Toscano le dijo en italiano, mientras vendaba el muñón de un paciente desmayado, que, aunque nacido en la siciliana Palermo, Gravina era el más prestigioso marino de guerra del rey de España, y que la flota combinada hispano-francesa, comandada por el almirante Pierre Charles Silvestre de Villeneuve, y la inglesa, comandada por el vicealmirante Robert Calder, se habían cañoneado duramente, a escasas millas del cabo Finisterre. 

Al cabo de un cuarto de hora, el cirujano mandó a que le llamaran, para que le hiciese de intérprete ante los heridos graves del francés Atlas, casi todos quemados por una explosión de munición que, afortunadamente, no hizo estallar entera la santabárbara contigua. El capitán del Atlas, cubierto de llagas negras y con voz vacilante por el dolor mientras le aplicaban cremas, le dijo llamarse Jean Pierre Nicolas Rolland y que era de Dieppe. Uno de los marinos, precisamente un joven marsellés, todo desfigurado, murió allí mismo, en su cara, mientras intentaba que le diera su nombre y sus datos.

Movido por la compasión, Masetti visitó con frecuencia el hospital después de que la flota combinada marchó hacia Cádiz, dejando en Guixar a los barcos y hombres heridos. A medida que el capitán Rolland se iba desagravando y recibiendo mayores informaciones, pudo entablar una cierta amistad con Gaspare y le fue transmitiendo, en su propio idioma, su perspectiva de aquel combate. 

Rolland estaba indignado por el pésimo cumplimiento de las principales órdenes  que había recibido y no realizado el jefe superior de la flota franco-española, su compatriota, el almirante Villeneuve.

Aquel incumplimiento impidió a aquella flota el acceso al canal de la Mancha para escoltar el paso del enorme ejército de Napoleón, destinado a  invadir Inglaterra y acabar en su casa con su principal enemigo.


-Napoleón planeó invadir y conquistar Inglaterra para terminar con el bloqueo naval británico -contó aquella noche a Sofía, durante la cena-. El ejército destinado a la invasión era de ciento cincuenta mil hombres, y se encontraban acampados en Boulogne. Si este gran ejército lograba cruzar el Canal, era casi segura su victoria sobre unas fuerzas inglesas terrestres pobremente equipadas y entrenadas.

El plan del astutísimo Corso consistía en un engaño que hiciese que la flota escapara del bloqueo británico delos puertos de Tolón y Brest, y se dirigiera a las Indias Occidentales para amenazar a las ricas las colonias británicas del Caribe. Cuando los espías les avisasen de que las flotas inglesas del Atlántico y el Mediterráneo venían a proteger sus islas, las flotas combinadas franco-españolas comandadas por Villeneuve, se reunirían en la isla Martinica y retornarían con la mayor rapidez posible a Europa, desembarcando sus tropas terrestres en Irlanda para promover la rebelión de la isla mártir, para derrotar a las débiles patrullas inglesas que hubiesen quedado en el canal de la Mancha y para ayudar al transporte de la Grande Armée a través del estrecho de Dover.

La Grande Armée estaba de sobra entrenada para, una vez desembarcada en tierra inglesa, dividirse en maniobras envolventes por el este mientras los rebeldes irlandeses ayudados por la infantería gala desembarcada previamente en su tierra, envolvían por el oeste y por el norte, a fin de devorar toda Gran Bretaña rápidamente. Era un plan genial.

Pero los planes de los genios tienen que ser realizados por subordinados a veces no tan geniales, mi amor- decía Gaspar- tales como Villeneuve.-

-El capitán Rolland me contó que Villeneuve salió de Tolón el 29 de marzo de 1805 con once navíos de línea, seis fragatas y dos bergantines, consiguiendo evadir el 8 de abril al gran almirante Horacio Nelson, que bloqueaba el estrecho de Gibraltar. Al llegar a Cádiz, evitando de nuevo el bloqueo inglés, se unió con 6 navíos de línea españoles. Todos juntos lograron llegar a la caribeña Martinica el 12 de mayo.

Nelson, mientras tanto, se vio forzado a permanecer en el Mediterráneo, atrapado por vientos del Oeste, y no pudo pasar el estrecho hasta el 7 de mayo, así que la flota inglesa no llegó al Caribe hasta el 4 de junio.


Por su parte Villeneuve esperó en Martinica a la flota de otro almirante proveniente de Brest, quien no pudo salir del puerto debido al bloqueo de los ingleses. 

Villeneuve tampoco atendió las peticiones de los oficiales del ejército francés de atacar las colonias inglesas durante su espera, así que no se pudo conquistar nada importante, porque Villaneuve no se consideró con fuerza suficiente para llevar a cabo la campaña de ataques destinados a atraer al grueso de la flota de guerra inglesa. El 11 de junio ordenó el regreso a Europa.

Así que la expedición no cumplió con su propósito distractor en el Caribe. Y la flota inglesa no localizó a los hispano-franceses... El Corso había calculado que si Nelson hubiese encontrado a la flota de Villaneuve, se habrían entretenido en uno o varios enfrentamientos en el Caribe, y esto quizá habría permitido a Napoleón intentar su invasión militar de las islas británicas con sus barcos de transporte, aunque no tuviesen tanta escolta de buques de línea. 

La flota combinada llegó a cabo de Finisterre el 9 de julio, pero vientos opuestos provenientes del Noreste le impidieron entrar en el golfo de Vizcaya hasta el 22 de julio.

Las cruciales noticias de los espías navegantes sobre el retorno de la flota franco-española llegaron al vicealmirante Calder el 19 de julio. Calder tenía órdenes de levantar el bloqueo de los puertos de Rochefort y Ferrol, y navegar hacia el cabo de Finisterre para interceptar a Villeneuve. Las flotas se encontraron finalmente sobre las 11 horas del 22 de julio.

Calder disponía de quince navíos de línea dos fragatas así como dos buques menores. Villeneuve tenía veinte navíos de línea  así como siete fragatas y dos bergantines.

La acción se inició a las 17:15 cuando el buque inglés Hero, en vanguardia, se aproximó a la línea de batalla franco-española. Con poca visibilidad, la batalla se convirtió rápidamente en una confusión. Sobre las 20 horas, el Firme y el San Rafael se rindieron. Calder hizo señales para detener el combate a las 20:25 y continuar la batalla el día siguiente. Con poca luz y el máximo de desconcierto, algunos buques continuaron disparando durante otra hora más.

Al romper la mañana del 23 de julio, las flotas se encontraban separadas unos 27 kilómetros. Calder estaba poco dispuesto a un nuevo ataque sobre fuerzas muy superiores, y además debía proteger a dos de sus buques que los españoles habían dejado muy dañados el día anterior. 

Sobre todo, temía que las flotas enemigas que anteriormente bloqueadas en Rochefort y Ferrol pudieran unirse a la flota combinada de Villeneuve, pillándole también por el norte y por el sur y, por todo ello, decidió rehuir un nuevo combate y tomar rumbo a casa con sus capturas, "porque algo es algo y mejor que nada para salvar el honor", como explicara el capitán Rolland. 

Mucho más tarde se supo que las pérdidas de Calder en la batalla de Finisterre habían sido de 39 oficiales y marineros muertos y 159 heridos. Rolland tenía claro que las de Villeneuve fueron de 476 oficiales y marineros heridos o muertos y dos barcos de guerra hispanos capturados.

Con aquella paliza más todos aquellos temores, Villeneuve decidió de nuevo no atacar para intentar rescatar los dos barcos capturados. Ni siquiera seguir hacia Irlanda. En lugar de esto, viró hacia rumbo sur y Galicia.

Al llegar al puerto de La Coruña el 1 de agosto, recibió órdenes estrictas de Napoleón de dirigirse de inmediato a los puertos de Brest y Boulogne para embarcar a la Grande Armée, pero en lugar de cumplir, y creyendo algunos informes falsos de espías dobles sobre la superioridad numérica de la flota inglesa en el golfo de Vizcaya, dejó sus buques y hombre heridos en Vigo y buscó el refugio bien fortificado del puerto de  Cádiz, a donde arribó 21 de agosto. 

El emperador no quedó nada satisfecho de los informes sobre sus marinos, mientras que llegó a decir de los españoles que «se habían batido como leones».

En Cádiz, Villeneuve tuvo plena consciencia de que había perdido el tiempo en una larga distracción inútil y fracasado en sus tres misiones fundamentales encomendadas: no había desembarcado tropas en Irlanda, no pudo proporcionar naves de transporte al ejército invasor de Napoleón, que esperó inútilmente en Boulogne, como tampoco dar protección con sus barcos de guerra a los pocos barcos de transporte franceses disponibles para la invasión.-


Por su parte- explicaba Gaspare a Sofía cuando le llegaron nuevas informaciones mucho más adelante- El almirantazgo inglés no pudo darse cuenta del contexto generado por la batalla de Finisterre que había echado para atrás a Villeneuve y a la invasión de Gran Bretaña por dos frentes. Incluso el Almirante Calder fue juzgado en consejo de guerra, recibió una severísima reprimenda por rehuir el combate y lo condenaron con deshonor a no servir nunca más a bordo de ninguna nave de la Armada Real británica.

Villeneuve y la flota combinada permanecieron en Cádiz hasta que finalmente Nelson consiguió bloquearlos. Los altos jefes españoles aconsejaron no salir y defenderse en la plaza, pero Villeneuve estaba ahora con más miedo de la furia de Napoleón que de la superioridad de la tecnología y de la oficialidad británica, con lo que decidió forzar el bloqueo y ahora sí, por fin, nos vamos a Nápoles.

 Pero el genio naval de Nelson partió su línea de combate en tres partes, la envolvió entre dos fuegos cruzados y destruyó sus barcos y una buena parte de los de España en la batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. Si hubiese perdido su flota, Inglaterra todavía disponía de otra igual de fuerte y numerosa con la que volver a bloquear Cádiz o defender el Canal.

Inglaterra se hacía dueña indiscutible de los mares. Napoleón se vio forzado a abandonar sus planes de invadir Inglaterra. Cambió de estrategia y ordenó que la flota combinada sita en Cádiz se dirigiera a apoyar el bloqueo de Nápoles, al tiempo que enviaba un sustituto para Villeneuve, que había caído totalmente en desgracia ante sus ojos y que ni siquiera se decidió a romper el bloqueo. La llegada del sustituto de Villeneuve pudo ser uno de los motivos por los que volvió a la confusión, adelantando la salida de la flota en el momento menos adecuado, y perdiéndola tras salir del puerto. 

Nelson murió heroicamente durante su gran victoria y Federico Gravina unos meses después, a consecuencia de las heridas que recibió en aquel combate. En Trafalgar murieron también, entre muchos otros famosos marinos españoles como Cosme de Churruca, Dionisio Alcalá Galiano y Francisco Alsedo y Bustamante y quedó bien patente que por hábiles y valerosos que fuesen, no se puede competir en el mar sin una actualización continua de la flota y del armamento por parte del estado, que sí se la tomaban bien en serio los británicos.


Pero el Emperador no perdió el tiempo en lamentaciones. En su lugar, la Grande Armée dejó Boulogne el 27 de agosto de ese año y cruzó Europa en diagonal a marchas forzadas, para contribuir en nuevas acciones contra Austria y Rusia, que se disponían a atacarle por oriente mientras él estuviese ocupado en occidente, intentando invadir Gran Bretaña. Hasta se salvó por no haberlo hecho.

El 2 de diciembre de 1805, Napoleón alcanzó su obra maestra de táctica militar aplastando totalmente los ejércitos austríacos y rusos de la Tercera Coalición contra Francia en la batalla de Austerlitz, en Moravia, tras nueve horas de dificilísimo combate. El centro del continente estaba a sus pies.  

En cuanto a Villeneuve, los ingleses lo tuvieron cautivo en su isla hasta que le dejaron regresar a Francia al año siguiente, bajo su palabra de honor de no volver a combatirles, cortesías que se reservaban exclusivamente para las altas oficialidades. Se le encontró muerto en su habitación del humilde hotel en que se alojaba en Rennes. Según la versión de la policía francesa, se suicidó apuñalándose en el pecho seis veces. Pero fueron muchos los que vieron en aquella muerte tan sanguinaria  la venganza de Napoleón ejecutada por parte de los sicarios de su régimen.


CONTINÚA MAÑANA


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