domingo, 11 de julho de 2021

34- EL TERROR

Cada fin de tarde del verano que acudía a la casa y el patio de los Sitge, Gaspare, y lo mismo el señor Quinteiro después, llevaban una botella de buen vino y algunos alimentos preparados, para enriquecer la mesa de todos, siguiendo la buena costumbre española. A todo el grupo le encantaba contar y escuchar buenas historias en gustosa compañía, y las mejores, las de la Historia misma.

En cuanto a Sofía, escuchaba atentamente a Gaspare, pero con frecuencia, discrepaba de su decepción por la Revolución. Ella tenía claro que el viejo régimen monárquico español mantenía al país en el pasado, y no veía otra manera de construir una nueva sociedad, más justa, más solidaria y fraterna, que darle la vuelta por completo a la tortilla con una buena revolución, costase lo que costase.

Cuando el Terror se desató en París y, desde allí, se extendió a todo el país y llegó a Marsella, Gaspare todavía se sentía un extranjero desorientado ante lo que ocurría en Francia, donde ni siquiera dominaba aún el idioma, y no se atrevía a opinar ante desconocidos, ni siquiera a dejarse ver demasiado, y menos en este momento, en que todo estaba tan polarizado en el Sur, donde aún quedaban muchos realistas furibundos. Suerte que vivía en un arrabal apartado, pocos lo conocían y nadie tenía cuentas que ajustar con él, lo que dio motivo a muchas denuncias y delaciones.

La mayor parte del tiempo, permaneció trabajando en la fábrica y atento a más noticias, pero esperanzado, queriendo asistir, cuando las tensiones por fin se equilibrasen, a un inevitable amanecer de armonía en paz, justicia y fraternidad en toda Europa. Veía claro que el mundo estaba cambiando aceleradamente y confiaba en el triunfo final de la razón. 


Ésto no se lo podía contar a los Sitge ni a nadie, pero su patrón y protector, Massena, seguía manteniendo concierto con otra madame, que les enviaba sus chicas a sus alojamientos en la misma  fabrica durante una hora, en mitad de la semana, para que los aguardenteros no corriesen el riesgo de envolverse en un tumulto en un lugar público.

 Después de conocer a varias profesionales, Gaspare siempre solicitaba a la misma, Brigitte, para él una verdadera Sherezade, porque tenía el supremo encanto de contarle, con lenguaje de burguesa culta, el desarrollo de la revolución, mientras se dejaba hacer por él cuantos caprichos eróticos se le antojaran.

Aquella mujer, dotada de la más exquisita de las bellezas para él, la de ser inteligente e interesante, se le volvió una verdadera adicción bien cara, porque, por mucho que intentó conquistarla, ella sólo daba lo mejor de sí cuando él aumentaba en el acto sus propinas. Y nunca se quedaba más allá de la hora contratada.

-Ante la indignación del mundo por el regicidio, que fue seguido por el guillotinamiento de la Reina María Antonieta de Austria nueve meses después del de su marido -contaba ella mientras Gaspare jugaba con su cuerpo, o ella con el suyo-, la Convención obligó a  millones de franceses a marchar a defender la Revolución contra las indignadas monarquías absolutistas extranjeras...-

Masetti no podía creer que Brigitte pudiese seguir hablando de política mientras lo excitaba con sus manos o frotando contra sus partes íntimas su sexo con el mayor conocimiento y habilidad. Aquello lo volvía loco.

 -... Y contra las insurrecciones internas de las regiones más católicas de Francia -seguía ella sin dejar de darle placer- tales como el levantamiento de la Vendée, en el litoral Oeste, que se inició como una oposición de un pueblo muy cristiano contra el reclutamiento militar forzoso de trescientos mil campesinos, iniciado en febrero-marzo de 1793, por una república anticlerical que asesinaba a todo cura refractario o a quienes los escondían. La represión de la Vendée fue un verdadero genocidio planeado..

 -"Camaradas, entramos en el país insurrecto. Os doy la orden de entregar a las llamas todo lo que sea susceptible de ser quemado y pasar al filo de la bayoneta todo habitante que encontréis a vuestro paso. Sé que puede haber patriotas afectos a la Revolución en este país; es igual, debemos sacrificarlo todo".- 

 Brigitte aseguraba, muy convincente, desnuda y a caballo sobre el vientre de Gaspare, que ésta había sido la arenga del general Grignon al penetrar en la Vendée, perfectamente respaldadas sus órdenes por la Convención, tal como lo fue el comportamiento del resto de carniceros uniformados de azul, a los que mandó arrasar cuanto pudiesen. Un quinto de su población, muchísimas mujeres y niños a propósito incluidos, fueron asesinados entre entre 1793 y 1796, de las maneras más atroces, para que el terror suscitado sirviese de escarmiento a otras regiones apegadas a sus tradiciones.


Masetti seguía relatando en el patio de la familia Sitge la evolución del proceso revolucionario galo, tal como él lo había conocido desde Marsella. Últimamente, se había sumado al grupo el señor Xosué Quinteiro, también interesado por el tema.

-La decapitación de la reina María Antonieta y todas aquellas masacres bárbaras -contaba- bajaron completamente el listón de la apreciación de los franceses ante el resto del mundo, y generó nuevos ataques contra Francia por parte de varias potencias absolutistas. Hubo que reclutar y mandar a los jóvenes a matar o morir a las fronteras, aunque muchos de ellos no comulgasen con el sistema. Eso siguió provocando numerosas sublevaciones contrarrevolucionarias en el interior del país.

Los girondinos, que porfiaban en su federalismo, también intentaron detener a los radicales centralistas más exagerados, como Marat y Hébert. No querían para nada que se instaurase un Tribunal Revolucionario, que llevaría sin duda a un totalitarismo violento, y eso hizo que los montañeses quisieran acabar definitivamente con ellos. "Cada Estado, una única nación política", decían. Todas las antiguas naciones étnicas eran restos del Antiguo Régimen y deberían ser anuladas, absorbidas y uniformizadas en la nueva nación política, una creación original de la Revolución.

Entre el 31 de mayo y 2 de junio de 1793, el ala izquierda de la Convención Nacional, conocida como La Montaña – integrada por un frente popular de jacobinos y cordeliers- se hizo con el poder. Para hacer frente a la invasión de Francia por la Primera Coalición Absolutista y al estallido de rebeliones "contrarrevolucionarias" en el interior del país –federalistas del Sur o católicos de la Vendée o de la Bretaña- pusieron el "Terror a la orden del día", proclamando que el gobierno sería radicalmente revolucionario hasta la paz, encabezado por el Comité de Salvación Pública, junto con el Comité de Seguridad General.

 La Primera Convención  finalizó así con el aniquilamiento del grupo de  dirigentes girondinos en octubre de 1793. Precisamente los jacobinos los sustituyeron en el poder por causa de la guerra exterior y el agravamiento de las presiones internas contrarrevolucionarias, justificando su golpe de estado y dictadura con el pretexto de que era absolutamente necesario unificar y concentrar todos los poderes, para conseguir armar a las tropas internas y externas, abastecerlas y abastecer a París. De lo contrario, si se toleraba cualquier variedad de opiniones o disidencia, todo se diluiría en un caos. Además demandaron imponer mayores impuestos de guerra a los segmentos sociales de la burguesía  que poseían niveles de riqueza superiores.

La mayoría de los girondinos eran diputados provinciales bien pudientes, a quienes lo peor que se les podía tocar era su bolsillo. Quienes pudieron y se atrevieron, se lanzaron a la lucha entre la tiránica capital y las regiones históricas que demandan una mayor autonomía. 

 Entretanto, en París, fortalecida por el apoyo armado de muchas secciones municipales, la Comuna Municipal organizó los motines del 31 de mayo y del 2 de junio de 1793. La Convención, sitiada por los insurrectos y la Guardia Nacional, fue forzada a votar por el arresto de veintinueve diputados girondinos y dos ministros.

Algunos consiguieron evadirse y ayudar a desencadenar en la periferia la resistencia contra la dictadura centralizadora de la capital. A partir de junio de 1793, se produjo una verdadera secesión, que provocó la revuelta de las provincias en defensa del federalismo. Pero aquella rebelión fue sofocada rápidamente, y muchos de sus dirigentes prefirieron suicidarse a dejarse apresar. 

Los montañeses  se apoderaron del control del Comité de Salvación Pública, que es lo mismo que decir del órgano inquisotorial-ideológico de justicia expeditiva y totalmente parcial. Los ventiún líderes girondinos fueron condenados y guillotinados.  

El ultramontañés Marat, que se hacía llamar "El Amigo del Pueblo" había sido asesinado en su casa por una valerosa mujer, Charlotte Corday que se inmoló para vengar a los girondinos decapitados. Aquel miserable criminal, aquel acusador inmisericorde responsable de las masacres de indefensos encarcelados y del guillotinamiento de las numerosas listas de personas que señalaba cada día en su periódico panfletario como enemigos del nuevo orden a ser exterminados, fue convertido por la propaganda de la Revolución en un mártir de las masas populares, algo muy semejante a convertir al diablo en Jesucristo.

Tras la caída de los girondinos, Robespierre decidió que la necesaria unidad del gobierno sólo podía mantenerse eliminando tanto a los líderes de los radicales exagerados, como Hébert, autores de la ley de sospechosos y promotores de la dictadura de la Comuna Municipal, que eran la extrema izquierda de los jacobinos, como a los «indulgentes», incluido el popular Danton, que estaban a su derecha. Tras ser sometidos a juicio por un Tribunal totalmente dominado por él, Robespierre destruyó, primero, la reputación de aquellos revolucionarios, y después los hizo asesinar en la guillotina en marzo y abril del 94.

 

CONTINÜA MAÑANA

Nenhum comentário:

Postar um comentário