quinta-feira, 8 de julho de 2021

27 - ANDREA MASSENA

Masetti fue a ver al padre don Camilo a la parroquial de Teis, comprobó que, efectivamente, parecía ser un hombre totalmente dedicado a convertir en obras concretas de amor paternal aquello en lo que creía y le preguntó como podría él ayudar a la Casa de los Hermanos. El cura le dijo que podía escoger entre apadrinar a uno de los niños o a todos, y le expuso claramente, como haría un empresario, canto dinero necesitaba al mes para mantener a todos y a uno. Añadió que, lo que recibiese, de todas formas, iría al presupuesto general de la casa y al servicio de todos.

Gaspare le preguntó si Sofía había amadrinado a algún niño en concreto.

-No. ¿Cómo podría dar preferencia a uno sobre el resto? ¿Lo haría Dios? Ella es la madrina de todos, igual que yo soy el padrino de todos.-

-También yo seré otro padrino de todos.-respondió Gaspare.- Contribuiré cada mes a la manutención de un niño sin escogerlo, que irá al presupuesto de todos. Cada mes que mis ganancias aumenten, aumentará un poco mi contribución, cuando me vaya mal, disminuirá un poco.-

-Me parece muy justo- dijo don Camilo, estrechando su mano.- Que Dios le dé mucha prosperidad, para que usted pueda compartirla donde haga falta.-


A lo largo de las tardes siguientes, Masetti continuó contando a la familia de Sofía, siempre con ella presente, lo que había sido su salida al mundo como comerciante, y como se había encontrado en Niza, en la frontera del reino de Cerdeña con Francia, a un militar que le había propuesto un estupendo negocio. Naturalmente, no podía contarles todo, porque había partes del asunto que no eran demasiado correctas. Pero él las recordaba muy bien:

Aprovechando que Gaspare se encontraba inmensamente agradecido, el astuto militar, que dijo llamarse Massena, le tomó del brazo y comenzó a tratarle como si fuesen amigos y cómplices de toda la vida.

-Masetti, puedes hacer una fortuna conmigo -dijo- si te concentras en servirme bien y con exclusividad. Ha comenzado una revolución en Francia que se va a contagiar a toda Europa, porque quiere acabar con los privilegios abusivos de los poderosos.-

-...Pero los reyes, los nobles y el clero no van a permitir que los burgueses y el pueblo llano les arrebaten su dominio y sus rentas de siglos.- Arguyó Gaspare.

-Exacto, los más reaccionarios se resistirán como gato panza arriba -respondió Massena con una sonrisa dura-. Pero somos muchos los ratones y nos tienen con demasiada hambre. Eso va a provocar tremendas guerras, compadre, y la gente que más dinero gana en una guerra son los vendedores de armas y los de bebidas alcohólicas fuertes. Tráeme cuantas puedas cuanto antes, y yo te las pago.-

-Podría traer así, rápido -respondió él- un par de carros de aguardiente bien común, con el dinero de que ahora dispongo. Tal vez hasta tres. Pero elaborar licores de calidad, como los que acabo de entregar, requiere que yo me asiente y me ponga a ello. Y demora.-

-Tráeme cuanto puedas conseguir cuanto antes. Ya. No importa la calidad -insistió él militar-. Si me traes, ya veremos de fabricar licores aquí mismo después. Puedo buscar gente que te ayude. Los dos tenemos que aprovechar la oportunidad, Masetti. La vida es ya.-  

Gaspare salió de allí con su carro vacío e inmediatamente se puso a conseguir informaciones sobre aquel suboficial y sobre lo que de verdad estaba ocurriendo en la Francia.

Se enteró de que Andrea Massena había sido hijo de un pequeño comerciante de vinos de aquella ciudad, Giulio Massena, y de su esposa Marguerite Fabré, una francesa. Su padre realizaba numerosas transacciones en Italia, por lo que quiso prepararlo, desde muy niño, para que pudiese dirigir el negocio familiar.

Sin embargo, su padre murió de tuberculosis cuando él contaba sólo con diez años y su madre volvió a casarse poco después, encomendando sus hijos a la familia de su esposo anterior o, para decir la verdad, librándose de ellos. 

A los trece, Andrea se había enrolado como grumete en la marina mercante, y conoció, durante cuatro años, los puertos de todo el Mediterráneo y más allá, llegando a hacer viajes, incluso, a la Guayana Francesa. Algunas malas lenguas decían en Niza que su capitán era tan contrabandista como pirata.

Estuvo cuatro años navegando, lo que le hizo todo un hombre antes de tiempo. Luego, por consejo de su familia, se alistó en Marsella en el Ejército Real de Italia, una sección del Ejército del Rey de Francia, donde pasó unos catorce años prestando  servicios a un tío suyo, encargado de funciones de intendencia y reclutamiento, quien le enseñó cuanto hacía falta saber para hacerse rico a costa del Estado. La estructura de los estados crecía y crecía, a costa del pueblo llano, en la época del despotismo ilustrado y, cuanto más crecía, más crecía la corrupción en todos los niveles del complejo sistema.

Massena tenía fama de mujeriego y de usar su dinero para vivir a tope al día, como si no hubiese mañana. Pero, en general, quienes lo trataban, reconocían que era un tipo con mucha suerte, inteligente, valiente, hábil, con carisma y buen aliado de sus aliados. 

Gaspare consiguió introducir en Niza los tres carros de aguardiente común que más rápidamente pudo conseguir y tuvo la satisfacción de que Massena se los pagase sin regatear, tal como antes, tras el recibo para Intendencia y embolsarse su comisión. 

Luego lo llevó a ver un terreno en las afueras de la ciudad. Le dijo que pertenecía a un primo suyo y que, si él se comprometía, podían construir allí un almacén y una fábrica, mientras Masetti traía otros carros de barriles o botellas.

-Trabajaremos tres calidades de tres precios diferentes -dijo-: Calidad Tres, combustible y medicina para la tropa. Calidad Dos, sabor para oficiales y burgueses. Calidad Uno, lo mejor que sepas elaborar para quien sea capaz de pagarlo con buen gusto. Si estás de acuerdo, sal de nuevo ya, a conseguir cuanto puedas traer.-

-En la década siguiente- contaba Masseti a los Sitge -, me convertí en el motor productivo de aquella fábrica y de otra que le siguió (ya les contaré dónde), mientras mi patrocinador, Massena, se las arreglaba muy bien para vender su diversificada producción en la Francia, donde todo estaba carísimo.

De vez en cuando, Massena, elegante y próspero como un burgués de los ricos, se presentaba en la fábrica con sus asistentes y escoltas, que él llamaba "mis soldados". Después de repasar todos los asuntos de producción y negocios, pasaba un tiempo poniéndome al día de la evolución política que se estaba cocinando en París. Yo le estaba muy agradecido porque ahora, hasta me sobraba dinero para enviar periódicamente a mi familia, y habíamos llegado a hacernos muy amigos.-

En su relato, Masetti se reservó contar a Sofía que Massena tenía tan buen humor como firme autoridad. Amaba, efectivamente, la buena vida y las mujeres lindas. 

Siempre andaba acompañado de alguna, cuando se encontraba lejos de Antibes, y más de una vez convidó a una juerga sexual a los hombres que mejor le servían, como estímulo para que le apreciaran y le siguiesen sirviendo.

-Mira, Gaspare- le dijo un día su patrón- Me interesa que te concentres en hacer producir a la fábrica y no en formar una familia. Claro que algún día conocerás a una mujer maravillosa con quien formarla...Y ese día sólo tienes que avisar con toda confianza a tu amigo Andrea y le daré tu puesto al mejor de tus ayudantes. Y tú ya te lo montarás por tu cuenta en otra región bien alejada de la mía, te lo ruego y recomiendo, para que no nos hagamos la competencia. Incluso puedo hacerte un préstamo ese día, si lo necesitases.

Entre tanto, compadre, y para que te concentres en producir, tus necesidades sexuales con mucho gusto te las pago yo. Puedes escoger cada semana a una de las chicas de Madame R. durante una hora. Son limpias, son bastantes y yo ya hago un intercambio con ella, de tiempo de sus chicas para mis mejores hombres, a cambio de bebidas para su negocio.-

Por medio de sus contrabandistas, Massena también le conseguía a Masetti vinos de su tierra o de las señorías próximas, tales como el Gutturnio, de las Colinas de Piacenza, o el Trebbiano, el Lambrusco, Barbera, Sauvignon y Sangiovese, que degustaban juntos, con pan y quesos Grana Padano y Parmesano de Reggio, delicias que sólo la gente muy adinerada podía disfrutar en la Provenza, mucho más caros en París, en aquel momento de gran carestía.

Sin duda, el pueblo estaba pasándolo muy mal, con la economía en caos, pero el pueblo estaba acostumbrado a pasarlo mal o muy mal. Massena creía que un levantamiento corto puede ser espontáneo, pero no una revolución. Una revolución ha de ser orquestada por gente inteligente con un buen plan, con una partitura.

Para Massena, el Antiguo Régimen ya albergaba en sí el germen de la ideología y la violencia revolucionarias.  Las nuevas ideas de los materialistas ilustrados incubaron el plan, incluso entre los nobles cultos o los nobles aburguesados, en las sociedades secretas y en los clubes políticos, e influyeron sobremanera en que ocurriese lo que ocurrió. Pero luego, aquella semilla se había desarrollado y crecido de forma exponencial, a toda velocidad, de la mano de la carestía de las masas.  


CONTINÚA MAÑANA 

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