quinta-feira, 15 de julho de 2021

47 - LOS CATALANES VIGUESES

 En la biblioteca, además de todo aquel registro del pasado, se guardaba también el registro documental de los tiempos actuales: Sobre todo desde que en 1760 llegó de Cataluña,  con ventiún años, Buenaventura Marcó del Pont, un joven emprendedor catalán que desarrolló una larga serie de lucrativos negocios basados en las ventas de los bienes capturados por los primeros corsarios franceses asentados en Vigo, en la salazón de pescado, las conservas, el comercio y su propia armazón de buques pesqueros y corsarios. 


Su éxito atrajo a cerca de doscientas familias catalanas de comerciantes e industriales que se fueron estableciendo en la playa del Arenal, lo que supuso una pequeña revolución económica. Proliferaron las fábricas de salazón, jabón y productos de cuero y lino. La prosperidad de los burgueses catalanes produjo suspicacia y envidia por parte de la población de pescadores nativos de la ría, que en algunas ocasiones destruyeron sus nuevas artes de pesca, capaces de multiplicar las capturas.

En 1778, el rey Carlos III de Borbón a quien la Casa de Crédito Marcó del Pont llevaba tiempo prestando cantidades ingentes de dinero sin reclamarlo, rompió con el monopolio de los puertos españoles autorizados a comerciar con las Indias, y Vigo comenzó a beneficiarse del tráfico marítimo cara al Nuevo Mundo. 

En la biblioteca estaba archivada toda la colección de "La Gaceta de Madrid". La Gaceta, en el momento de su nacimiento, en 1697, estaba dirigida y administrada desde la iniciativa y la opinión privada. Pero el Rey Carlos III, en 1762, decidió otorgar a la Corona el privilegio de imprimirla. De esta forma, aquella publicación de información general pasó a convertirse en un medio de información oficial que reflejaba los criterios y decisiones del Gobierno, además de dar a conocer al público sus decretos, órdenes e instrucciones. 

En sus primeras páginas traducía artículos seleccionados de periódicos extranjeros. El grueso era información de interés nacional y la última página se dedicaba enteramente a los sucesos y eventos de Madrid. El señor Quinteiro llamaba a la Gaceta " La Voz de Godoy". Normalmente era semanal. Había otra publicación mensual tan oficialista como ella: se llamaba "El Mercurio de España".

Masetti pudo repasar, en muchos de sus números, el proceso de la Revolución Francesa desde la perspectiva en que querían mostrarla los sucesivos gobiernos de España que, en general,  tenían una tendencia ilustrada y afrancesada, aunque clamaron de indignación ante la monstruosidad de los regicidios, los ataques a la Iglesia y la época del Terror.

En agosto de 1794, el periódico informaba de las actividades de la Real Compañía de Seguros Terrestres y Marítimos, de la que era representante en Vigo Buenaventura Marcó del Pont. Se trataba de una empresa conformada por grandes capitales establecidos en Madrid, entre los que se encontraban importantes fortunas, como la del duque de Osuna.

Se explicaba en el periódico oficial del Estado que esta compañía aseguraba "de incendios y hundimientos todos los edificios de esta Corte, como los demás del Reino", según señalaba el anuncio.´

Cuando Masetti llegó a Vigo, la villa estaba completamente cerrada con una muralla, que se comenzara a construir en 1640 ante el temor de una invasión portuguesa. Cerca del mar, protegiendo el Berbés, el puerto de pescadores extramuros, estaba el bastión de Laxe. En lo alto de la población se encontraba el castillo de San Sebastián, más arriba el castillo de el Castro. También eran extramuros del lado opuesto los barrios del Arenal y de Guixar-Teis, donde finalmente se estableció. 

En esa época, Gaspare ya había hecho muchos amigos en el viejo Vigo de entremurallas. Los vigueses de toda la vida eran gente sencilla, muy cordial y acogedora, pasaban del gallego al castellano o al contrario con absoluta naturalidad, según quien fuese su interlocutor, tenían un acento que a él le sonaba entre cariñoso y humorístico, con tintes de pícara ironía, que parecía salir más de la garganta que de los pulmones o el paladar.

Como el resto de los gallegos, ondulaban la voz mientras hablaban, tal como las olas del mar se ondulan. Como el resto de los gallegos, eran muy habladores, respondían a una pregunta con otra pregunta o con un "depende", esperaban que la gente inteligente sobreentendiese lo que querían decir más allá de lo que decían, y les encantaba contar y escuchar historias.



CONTINÚA MAÑANA

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