domingo, 4 de julho de 2021

15 - XAN CARALLÁS

 Esa noche hubo una alegre cena en el puerto de Bouzas en la que se homenajeó a Xan Carallás, que estaba allí sentado, entre su patrón, don Buenaventura, y su hijo Ramon Genaro, comiendo y bebiendo con gran deleite pero sin casi pronunciar palabra, salvo cuándo alguno de ellos le hacía alguna pregunta directa, a la que contestaba siempre de manera concisa, breve y con cierta coña marinera que causaba risa a sus paisanos, aunque Gaspare no acababa de hallarle la gracia.

Nada en él, ahora, tenía que ver con su frenética danza con la bandera junto al agua ni con el torrente de desafíos que lanzó al principio de la tarde contra la Armada Británica, mientras los cientos de bocas de sus cañones le apuntaban al pasar frente a él.

Buenaventura llamó a Masetti para que se sentara a su vera, hicieron un brindis por él también, honrándole por su primer comando bien desempeñado, con el que se ganó, por aclamación de los voluntarios, la jefatura del Caudillato o Trozo de la Parroquia de Santiago de Vigo y de la segunda milicia de la villa. Al final de la celebración, tomando todos una copa de uno de sus licores, el gran empresario pidió a su hijo que contara a Gaspar quién era Xan Carallás.

Ramón Genaro se parecía mucho a su padre, pero se notaba en su tono y en sus gestos una elegancia ancestral que sin duda le vendría de su madre, cuyo antepasado remoto, Pedro Madruga de Sotomaior, según el señor Quinteiro le apuntara una tarde, "fue el último señor feudal gallego, y tomó todos los castillos de la comarca".

-Aquí, nuestro amigo- comenzó Ramón Genaro-, no se llama realmente Xan Carallás, sino Xan Rouco. Xan Carallás es un apodo que le pusieron sus paisanos, los pescadores de Redondela, esa villa al fondo interior de la ría de Vigo, donde el día del Corpus se pasea a Coca.-

-¿Qué es una Coca? -Preguntó Masetti, que sabía lo que era un coco.

-Es una figura de cartón piedra de un monstruo gigantesco de fantasía que recorre las calles, acompañada de una comparsa de danzantes, el día de la fiesta mayor. Tiene cuerpo de dragón alado, cola de serpiente, fuertes patas provistas de garras, terribles y aguzados dientes y ojos llameantes. Cada año consiguen hacerla un poco más asustadora.

La leyenda cuenta que un día de niebla surgió de las olas del mar y penetró por la ría hasta Redondela, donde devoró a dos chicas que paseaban por la orilla, sin que nadie pudiera hacer nada para impedirlo. Parece ser que la Coca le cogió gusto a la tierna carne de las doncellas y periódicamente aparecía, no para comérselas allí mismo donde las pillaba, sino para llevarlas a la isla de San Simón que utilizaba como despensa. Y como no tenía mal gusto, siempre se llevaba a las más lindas.

Un buen día, Xan Carallás, un pescador de la villa de Redondela, pasaba remando frente a la isla, cuando escuchó los lamentos de aquellas jóvenes. Volvió a la villa y reclutó a un grupo de valerosos compañeros quienes, armados con espadas, abordaron la isla, se enfrentaron al monstruo y lo mataron, regresando triunfantes con las chicas que aún no habían sido digeridas, y con el cadáver del gran bicho.

Casualmente, ese día se celebraba la procesión del Corpus Christi, y a ella se incorporaron todos los protagonistas de la historia, danzando alegremente para festejar el fin de aquella plaga.

Esta procesión se repite hace muchos años y, durante los últimos siete u ocho, siempre fue Xan Rouco el organizador de la comparsa, junto con algunos de sus paisanos. Por eso ya todo el mundo le identifica con el Xan Carallás del cuento.

El monstruo camina acompañado por las "penlas", unas niñas vestidas de blanco que danzan sobre los hombros de mujeres a las que se llama "mulas". Durante la representación, Xan aparece con una espada y reta al monstruo con mucha gracia y chulería y, cuando la Coca se lanza tras él, se le echan encima otros cuatro mozos vestidos de blanco, danzando con espadas, y entre los cinco acaban ensartándola. La Coca cae al suelo panza arriba, y sacan de su barriga abierta a dos bellas jóvenes, hasta que por fin se la llevan, arrastrándola entre todos y celebrando la victoria del bien sobre el mal.

-Aquí, mi señor padre -remató la historia Ramón Genaro-, siempre me dice que la mayor victoria no consiste en derrotar al enemigo, sino en conseguir que éste desista de atacarnos, sobre todo si es bien más fuerte, como ahora mismo. Xan Rouco trabaja para nuestra familia y, cuando pensé en enviar gente a la playa de Samil, le pregunté si podría desafiar a los ingleses, tal como Xan Carallás desafía a la Coca en Redondela.-

Un fuerte aplauso de los asistentes siguió a aquellas palabras, y todos brindaron por el valor de Xan Rouco. Masetti, después, contó que se sintió absolutamente indefenso cuando salió del bosque a la playa con su mosquete y se enfrentó al mundo de cañones que tenía delante.

Preguntó a Xan Rouco como había conseguido superar el pavor y realizar aquella danza de provocación delante de toda Inglaterra armada, sin venirse abajo.

-Señor don Gaspar, la verdad es que enloquecí de miedo esta tarde-respondió él, muy serio- Y por eso es que me lancé a aquella danza de la locura con la bandera. Si salgo de la locura y me paro un momento a pensar en la exposición en la que estábamos, me cago allí mismo en las calzas, señor don Gaspar. Ustedes disimulen, señores.-


CONTINÚA MAÑANA

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