domingo, 11 de julho de 2021

32 - LLEGADA DE MASETTI A FRANCIA

-...Pero, poco más tarde, tal como Massena había prometido -contaba Masetti-, un grupo de contrabandistas, comandados por Tomasso Conti, el ahijado y principal asistente suyo en Antibes y Marsella, a quien yo ya conocía bien, vinieron a avisarme que tenía que salir de allí en la misma víspera de Nochebuena, con toda mi producción y mis aprendices más útiles. Para ello, trajeron varios carros y vaciaron por completo la fábrica. 

 Aquella noche embarcaron en una goleta, en una playa solitaria, todos los aguardientes y licores, todos los utensilios de destilación, herramientas y muebles, mi carro y mis caballos, a mi mismo y a mis dos ayudantes más adelantados. También a un grupo de familiares y clientes de Massena y sus pertenencias, que eran muchas, porque las bodegas y la cubierta del barco se llenaron a tope de bultos. 

 Nos desembarcaron a todos la noche siguiente en Francia, en la playa de una profunda cala, escondida entre cabos montañosos, donde nos estaban esperando varios otros carros.

 

A los dos días, el almacén y la fábrica ya estaban montados de nuevo en un edificio de los arrabales de Marsella, junto a la carretera que iba al puerto militar de Tolón. Tomasso trajo documentos amañados para mí y mis ayudantes, por si nos los pedían, y contrató una docena de trabajadores brazales, para que se pusiesen a producir lo más posible.

Massena había sido muy oportuno, porque, al llegar la primavera, la Asamblea Nacional declaró la guerra al Austria, considerada el foco principal de la contrarrevolución, y que amenazaba de continuo con invadir Francia. En pocos días, El Reino de Cerdeña, su aliado, anunció también la guerra con Francia y realizó una gran concentración de sus soldados y artillería en Niza. 

Pero, en septiembre, los franceses se adelantaron e invadieron como una tromba los ducados de Niza y Saboya, barriéndolos. Y, al mes siguiente, la Convención declaró anexionadas aquellas regiones a Francia. 

 

En cuanto el rey Borbón se atrevió a ejercer su derecho de veto para que no salieran adelante las proposiciones de los legisladores que consideraba más pesadas, tales como convertir a los sacerdotes en puros funcionarios del Estado que pasasen a adoctrinar a sus feligreses y alumnos sobre la ideología anticlerical de la Revolución, o que se condenase a muerte a quien intentase emigrar, Luis XVI se convirtió en el chivo expiatorio perfecto, señalado con el dedo como enemigo de la nación, y selló su fatal destino. La mayoría de los Girondinos y Jacobinos clamaban por deponerle, y los Cordeliers por condenarle a muerte.  

·   Al año de su fuga y detención en Varennes, hubo otro motín. Se constituyó la Comuna Insurreccional de París, y la multitud asaltó el Palacio de las Tullerías. Masacraron a los guardias suizos que intentaron pararlos y llegaron hasta los mismos aposentos reales. 

-El rey tuvo que soportar que el populacho lo rodeara y escracheara con sus banderas y sus armas– me contó Tomasso Conti-. Y hasta hubo de permitir que le pusieran un gorro frigio con escarapela tricolor, que fue como los ratones poniéndole un cascabel a un gato magullado. Realmente, estaba en una posición tan cuestionada, que no tuvo más remedio que seguirles la payasada.

 Lo peor fue de qué forma canallesca insultaron a la reina en su presencia. Los reyes tuvieron que ir a acogerse a la protección de la Asamblea, es decir, a la de la cúpula de sus enemigos. Ese día se acabó cualquier respeto que le restase a la monarquía.- 

 

Ahora que yo vivía en Marsella y manejaba con mayor fluidez el francés, me llegaban más rápido y mas claras las noticias del proceso revolucionario que cuando residía en Niza. El 25 de julio, el Duque de Brunswick publicó un manifiesto muy en plan viejo aristócrata absolutista, en el que amenazó  con  invadir Francia y arrasar París al frente de las tropas prusianas y austríacas, si aquella chusma llegaba a tocar un pelo al rey Luis XVI o a su familia.

...Y todo el mundo acusó a la Reina, a la odiada austríaca, de haber pedido al duque prusiano que se manifestase de aquella insufrible manera, para asustarlos como se asusta a un perro con un palo, con lo cual la odiaron más que nunca.

 Pero la Convención no se arredró, sino que decretó una leva masiva de ocho millones de personas, leva de forzoso cumplimiento como jamás se había visto antes en ninguna monarquía, para hacer frente a las potencias extranjeras.

 En lo referente al exterior, la terrible situación del rey y su familia hizo que las monarquías europeas más importantes se movilizasen, efectivamente, para acabar con la Revolución o, al menos, para negociar rescatarlos, como intentó, sin éxito, el primer ministro de España. 

En lo interior, el ala más extrema o montañesa de la izquierda, los sans-culottes, presionaron a la Convención para desencadenar una represión sistemática contra toda y cualquier oposición. Ésto supuso que la Convención cediera el poder ejecutivo a una serie de comités, máximo exponente de los cuales sería el Comité de Salud Pública, la Inquisición Ideológica que antes les comenté, dominada, en aquella etapa, por Maximilien Robespierre y sus seguidores más directos.

 

El 13 de agosto de 1791, la familia real fue encarcelada en la antigua Torre del Temple. Para quien conocía la historia de los Templarios, como yo, parecía que la maldición de Jacques de Molay, emplazando a sus verdugos, estaba por fin cumpliéndose, al cabo de generaciones.

Cuatro días después, se creó el primer Tribunal Revolucionario, a instancias de Robespierre, que empezó a dictar ejecuciones masivas. Yo estaba muy arrepentido de haberme venido a Francia, en lugar de evacuar Niza a tiempo, como tantos vecinos, y refugiarme en mi pueblo emiliano-romañés, junto a mi familia, bajo la protección de nuestro soberano, Su Santidad el Papa, a quien toda Europa respetaba.


Pero no había forma de poder salir del avispero en el que me había metido. Los nuevos ataques contra Francia por las potencias absolutistas, provocaron, no sólo el enfrentamiento de los girondinos con sus enemigos de todo tipo, que los culpabilizaban por provocar la guerra, sino también sublevaciones contrarrevolucionarias en el interior, por lo que se generalizó el control y la represión en todo el país. Los parisinos presumían de muy modernos y muy rebeldes, pero la verdad era que la mayoría del campo francés se mantenía como gente bien conservadora, amante de la paz y de sus tradiciones locales.

Entonces  supe, por los contrabandistas, que Massena había  sido nombrado ayudante mayor y luego comandante del tercer batallón del Var. Declarada la guerra al Austria, en una época en la que todo eran desgracias en las fronteras, Massena había obtenido un pequeño éxito que le valió ser ascendido a coronel, ya que hacían mucha falta héroes que sirviesen como ejemplo para levantar la moral del país.

Tomasso aseguraba que sus hombres respetaban mucho a Massena, pues decían que tenía el don de resurgir de las cenizas, de resolver de forma valiente e inteligente cualquier situación adversa, justo en el momento en que parecía que todo estaba perdido. 

 

El 20 de septiembre de 1792, en el poblado de Valmy, el ejército francés del Norte, comandado por Charles François Dumouriez, con el militar, nacido en Venezuela y renegado de España, Francisco de Miranda, sirviéndole de mariscal de campo, más el ejército francés del Centro, liderado por François Christophe Kellermann, detuvieron, con un muro impenetrable de artillería, el avance del ejército del rey de Prusia, dirigido por el altivo duque de Brunswick y reforzado por contingentes austríacos, de Hesse y de realistas franceses emigrados, que ya habían rendido la ciudad de Verdún y se encontraban a poca distancia de París.-


CONTINÜA MAÑANA

 

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