quarta-feira, 14 de julho de 2021

38 - TERESA CABARRÚS

 Buenaventura Marcó mandó un mensajero a la fábrica pidiéndo a Masetti que se acercase por su despacho sin prisa, añadiendo que no se trataba de asuntos de negocios.

 Gaspare se presentó y el empresario se lo llevó a su salón, le invitó a un café, le dijo que el señor Quinteiro le  había  contado sobre su relato del proceso de la Revolución en casa de los Sitge y le preguntó cuando dispondría de una hora libre para, simplemente, pasar un rato con él, a fin de poder contarle una historia sobre lo que produjo el fin de Robespierre, con datos que a él le habían llegado de sus amigos.

 -Don Buenaventura, le puedo escuchar, con mucho gusto, desde ahora mismo, si a usted le viene bien.- Respondió él.

 -¿Oyó usted alguna vez mencionar en Francia a Teresa Cabarrús?-

 -No señor, nunca.-

 -¿…O a Madame Tallien, o a Nuestra Señora de Termidor?

 -Oí cosas vagas sobre esos nombres… Yo no estaba en París, sino en Marsella, y apartado de una visión central y directa de los acontecimientos… ¿Tallien no era un delegado jacobino de los más asesinos en Burdeos y toda la región de la Gironda? ¿...Nuestra Señora de Termidor no fue una dama que salvó a mucha gente de la guillotina?-

 -Eso mismo eran los dos –dijo Marcó-, y el nombre de ella era Teresa Cabarrús, y era española. Y los dos juntos precipitaron la caída de Robespierre.-

 -¿Española? Cuente usted, por favor.-

 -Es una historia larga, pero intentaré hacerla breve: Yo conocí al banquero Francisco Cabarrús cuando puso en marcha para el rey el Banco de San Carlos, el que convertía la deuda del rey en vales reales, es decir, en el primer papel moneda. Él me presentó a su hija Teresa, que entonces era una niña grande, no sólo muy atractiva, sino ya fascinante.rancisco Cabarrús consiguió el apoyo del gran ilustrado y patriota  Jovellanos, y ejerció como consejero y prestamista del rey Carlos III, igual que yo. Los pobres reyes, ministros y jefes de estado, amigo Gaspar, son las personas más necesitadas que usted pueda imaginar.-

 -¡No me diga!-

 -Le digo, y se lo digo porque lo sé de sobra. Sin un flujo continuo de lingotes de plata bajo sus pies, el poder de un rey o de un gobierno o una clase política se esfuma como humo. La verdadera aristocracia de cualquier país está conformada por el pequeño grupo de personas que le consiguen dinero a sus dirigentes. Como el rey jamás se lo va a devolver, les concede, a cambio, información confidencial, cargos de ascensión política y social o privilegios nobiliarios, que les eximen de pagar impuestos.

¿Sabe usted? Carlos III fue el primer rey que declaró no deshonroso el trabajo de artesano, de comerciante, de industrial. Sólo a partir de entonces dejó de impedirse para estas clases ta útiles la posibilidad de acceder a la hidalguía. No necesitó una revolución para decretarlo.

En cuanto a Cabarrús, él fue el principal promotor del Banco Nacional de San Carlos. Se necesita ser todo guerrero y un genio para sacar adelante una empresa como esa, que tiene que causar total confianza y convencer al mundo entero y que va a tener que superar oposiciones de toda clase, como así fue.

Francisco Cabarrús, comerciante y financiero como yo, había nacido en Bayona,  Su madre, María Antonia Galabert, era hija de un industrial francés establecido en España.  

Criada en España por una nodriza hasta la edad de tres años, su hija, Teresa Cabarrús, fue enviada por su abuelo a Carabanchel, Madrid, donde vivió durante dos años en el seno de su familia. Durante los cinco siguientes, se crio con unas religiosas en Francia, experiencia que la volvió bastante anticlerical, como suele suceder. En 1785, le permitieron regresar provisionalmente al castillo familiar. A esa edad bien joven, casi una niña en la que despunta la mujer , la conocí yo mientras hacía negocios con su padre.

...Y me pareció tan atractiva aquella ninfa, amigo Gaspar, que no olvidaré nunca su belleza y su estilo... Me impactó, supongo que como impactó a todos los hombres que la conocían, aunque tengo la suerte de que amo a mi esposa y soy un hombre con bastante seny, así que no me dejo arrebatar por fantasías peligrosísimas y carísimas.

Un joven hermano de su madre, se quedó, sin embargo, tan apasionado por ella, nada más verla, que insistió en pedirla en matrimonio a su padre. Don Francisco, escandalizado, echó a su cuñado de su casa y envió a Teresa a París para perfeccionar su educación y casarse. Como sólo tenía doce años, su madre la acompañó. Teresa pudo así recibir una buena educación. Más ingeniosa y lista que inteligente, muy agraciada, simpática, con facilidad de palabra y don de gentes, contaba con todos los encantos para destacar. 

Francisco Cabarrús quiso reforzar su posición en Francia y se movió para casar a su hija, en 1788, con el joven marqués Jean Jacques Devin de Fontenay, un gran partido, consejero de la tercera cámara de investigaciones del Parlamento de París, hijo de un presidente de la Cámara de Cuentas y nieto de una familia rica y prestigiosa, que se benefició de este matrimonio para aumentar su influencia en España. El monto de las fortunas de ambos impresionaba a cualquiera-

 Pero parece que, en la noche de bodas, su marido se comportó de una forma tan torpe y egoísta que, desde entonces, Teresa tuvo claro que los hombres podían tomar su cuerpo si ello le convenía, pero que iba a mantener siempre sus sentimientos amorosos en libertad.

 Casada con un hombre de tan distinguida familia, Teresa Cabarrús fue presentada a la lujosa y frívola corte de Luis XVI y María Antonieta, entre cuyos fastos decadentes brilló como una joya, mientras el pueblo de Francia, en la mayor miseria, era incitado por los agitadores burgueses a liberarse de todos aquellos parásitos que lo devoraban, con la única intención de usarles para la conquista del poder, como usted ya sabe.

 Devin de Fontenay, el esposo de Teresa, resultó ser uno de aquellos libertinos sin remedio que vivian, una noche sí y la otra también, en la cueva del diablo, a medio camino entre la más desenfrenada juerga de ricos y la más deleznable locura y abuso de pobres prostitutas, parecido a lo que hacían el Marqués de Sade y otros aristócratas totalmente pasados de rosca, que deberían haber sido eliminados o encerrados en un manicomio, pero que, al seguir causando escándalo consentido tras escándalo consentido por la inmunidad de sus privilegios nobiliarios, acabaron por denigrar a toda su clase social, que fue muy destruida por la Revolución, aunque entre ella también hubiese personas decentes.  

 Ante la evidencia del libertinaje de su marido, Teresa decidió que su unión no sería más que una fachada, pero que no se debía romper, para no perder prestigio y su posición social. A pesar de todo, tuvieron un hijo. Las malas lenguas apuntaban al diputado Alexandre de Lameth como padre.

 Teresa Cabarrús era entonces adorno de lujo de la más alta sociedad del Marais parisino. se convirtió en una salonnière, abriendo en su casa uno de esos salones en los que las mujeres de clase alta presumían de rodearse de una corte de invitados célebres, artistas, escritores y políticos.

 Pese a que ya soplaban vientos prerrevolucionarios, París era cada noche una fiesta; eso sí, sólo para aquellos que podían pagarla. Recibió en sus salones a gente tan distinguida como el general La Fayette, a los tres hermanos Lameth, a Félix Lepeletier de Saint-Fargeau, Antoine de Rivarol, Dominique de La Rochefoucauld, y a Mirabeau. La crem de la crem. Formó parte del grupo llamado "las maravillosas", junto con otras mujeres destacadas de la época, como Josefina, a quien conocería más tarde, o Madame Récamier.

 Pero los buenos tiempos pasan y Teresa recibió una mala noticia. A la muerte del rey Carlos III de España, su padre fue acusado de malversación de fondos públicos. Se le responsabilizaba de la bancarrota del Banco de San Carlos porque tenía un enemigo encarnado en el nuevo ministro de Hacienda, Lerena, y hasta fue encarcelado aunque sólo por un tiempo. La gente importante nunca pasa muchos meses en la cárcel.

 Aparte de eso, en 1792, el marido de Teresa derrochó toda su dote, la economía iba de mal en peor para la mayoría de la población, y empezó a asesinarse personas de verdad en nombre de abstracciones ambiguas como la patria, la igualdad, y la libertad. El Gran Miedo cayó sobre los nobles. Ante la tempestad de resentimiento que se estaba viendo precipitarse sobre Francia, Fontenay comenzó a pensar en emigrar a Martinica. Aquel matrimonio de ambos sin amor ni aprecio tampoco daba para más.

 En 1793, después de la ejecución del "Luis el Último", como llamaban los revolucionarios al rey, y viendo que ya se descargaba el diluvio, los dos dejaron la París efervescente de sangre y de lucha por el poder y se dirigieron a Burdeos con su hijo. 

 La muerte de María Antonieta unos meses después, la mujer más elegante de Francia, cuyas fiestas Teresa había tratado de imitar, debió de ser un duro golpe para la española. Robespierre, procedente del Club de los Jacobinos y líder del partido de la Montaña, imperaba ahora como el Gran Inquisidor de la Revolución y desde la demagógica presunción de su virtud y su superioridad moral, estaba dispuesto a limpiar a Francia de todo lo que se considerase incívico, desde sus propios patrones de civismo, naturalmente.

 Con el apoyo de Danton y Marat, provocó el aniquilamiento de los girondinos, contrarios al centralismo parisino, con los que se habían aliado las provincias sublevadas que protestaban contra la radicalización de la revolución y la violencia. El control sobre los ciudadanos se había vuelto extremo, las ventas de las propiedades confiscadas a los emigrados se dispararon en beneficio del fisco del Estado y de quienes lo administraban y las matanzas inmisericordes de los etiquetados como contrarrevolucionarios alcanzaron cifras impensables.

 En provincias, el ambiente parecía, al principio, mucho más distendido, menos fanático. También en Burdeos, adonde llegaron los Fontenay: él, para embarcarse hacia la Martinica; a ella le parecía Burdeos un buen sitio, suficientemente lejos del peligro de París y bastante cerca de España. Un refugio donde sentirse una ciudadana más. Antes del traslado, la pareja aprovechó la reciente ley del divorcio.

 Con 20 años, Teresa se libraba de un matrimonio infeliz, pero su tranquilidad fue efímera. Burdeos aspiraba a liberarse del yugo de París asociándose a otros departamentos federalistas... pero las tropas revolucionarias llegaron antes. La capital de la Gironda  pasó a manos jacobinas y los girondinos tuvieron que ponerse en la larga cola de la Louissette, la guillotina. La Convención envió a varios representantes a acabar con toda oposición.

 

Uno de ellos era el diputado Jean Lambert Tallien, apellidado "El Sanguinario", porque se había destacado en las matanzas de septiembre. Con él, los bordeleses conocerían el Terror por el Terror con el que Robespierre quería transformar las mentes y crear una nueva normalidad totalmente sometida. A diario, redobles de tambor anunciaban nuevas ejecuciones en la plaza donde se había colocado una guillotina a imagen y semejanza de la de la parisina plaza de la Revolución. 

 Los primeros en probar su filo fueron los simpatizantes girondinos del Consejo Municipal, cuyas riquezas fueron a parar, en parte, al Estado y en parte, al cofre sin fondo de Tallien. Se creó un Comité de Vigilancia y un tribunal revolucionario, y se amplió la lista de sospechosos, lo cual afectaba a la Cabarrús por partida triple: por haber ido a un lugar federalista huyendo de París, por ex-marquesa y por esposa (pese al divorcio) de un aristócrata emigrado.

Burdeos comenzó a gemir bajo los radicales jacobinos y sansculotes  de la Montaña, que perseguían encarnizadamente a cuantos no pensaban como ellos. Teresa se enteró de que un reputado asesino y ladrón de 26 años, llamado Tallien, hacía funcionar la guillotina en la región mientras se lucraba a costa de las víctimas. Usó sus armas de mujer para causarle una buena impresión y sus armas fueron tan efectivas que consiguió que aquel canalla accediese a liberar a algunos miembros de su familia y a otras víctimas del Terror.

 Pero los sans-culotes fueron también a por ella: a finales de 1793, la detuvieron y la encerraron en horribles condiciones en el Castillo de Hâ, la tétrica prisión de Burdeos, acusada de haber fomentado la liberación de sospechosos de contrarrevolucionarios. 

 Escribió entonces a Tallien, para interesarle por su destino. Éste, que ya estaba seducido por su belleza, la hizo liberar y se convirtió desde aquella noche en su amante. A partir de entonces, ella se agarró a aquella tabla de salvación y siguió usando su influencia sobre él para proteger a todos los desgraciados que le hacían peticiones de ayuda ante el Terror desatado de manera desenfrenada, con el fin d meter miedo al pueblo todo, ya culpables, ya inocentes, y poder mandar de forma totalitaria.

 

...Usted ya sabe lo que fue aquella opresión sin límites, amigo Gaspar, aunque muchos aristócratas afrancesados y jóvenes idiotas de por aquí, que se creen más ilustrados, virtuosos y progresistas que la mayoría, piensen que sería estupendo que también hubiese una revolución igualitaria en España, aunque haya que acabar con la mitad de la población...

 Para disimular ante los espías y delatores de la Convención su relación con una ex-marquesa, Tallien la animó a que mostrase pública devoción por la Revolución y la República... y Teresa era una teatrera consumada. En diciembre de 1793, se disfrazó de Diosa Razón para leer ante el público el Discurso sobre Educación Revolucionaria que un general jacobino había redactado, durante la sesión en el Templo de la Razón de Burdeos, antigua iglesia de los Dominicos, en el día de fiesta nacional en que se celebraba la reconquista de Tolón por parte de la República.

Aclimatada a su nuevo estatus, Teresa fue aumentando su influencia sobre Tallien hasta convertirse en la intercesora entre su amante y los bordeleses. Tras lograr que la viuda de un girondino guillotinado pudiese volver a su casa, le llovieron muchas otras peticiones de ayuda. Pasó a ser conocida como “el Ángel de Burdeos” o “Nuestra Señora del Buen Socorro”. Aprovechándose de que Tallien estaba rendido a sus pies, escogió un papel heroico que le permitió salvar a otros, además de a sí misma.

 Entre diciembre de 1793 y marzo de 1794. Aunque Tallien tenía que seguir ofreciendo a la Convención un número razonable de ejecuciones mensuales, la cantidad inicial se redujo a casi la mitad.

 

CONTINÚA MAÑANA

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