quinta-feira, 15 de julho de 2021

52 - LA EXPEDICIÓN DE LA VACUNA

El 30 de noviembre de 1803, Gaspare y su esposa habían viajado hasta la Coruña, en el norte de Galicia, y estaban despidiendo a la más querida amiga de Sofía, Isabel Zendal Gómez que partía, como cuidadora de 22 niños, junto con el resto de los miembros de La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, a bordo de la corbeta María Pita, un buque de la Armada de los llamados “correo de guerra”, que eran los más rápidos y habituados al viaje trasatlántico.  

 Isabel había dejado su puesto en el hospicio para hacerse cargo de los niños que llevaron la vacuna. Fueron 6 venidos de la Casa de Desamparados de Madrid, otros 11 del Hospital de la Caridad de La Coruña y 5 de Santiago. La vacuna debía ser llevada por muchachitos que no hubieran pasado la viruela y se transmitía de uno a otro cada 9 o 10 días. Se encontraba entre ellos su hijo, Benito Vélez, de nueve años, que estaba en la edad, más o menos, de la mayoría. 

 

 La primera escala iba a ser Santa Cruz de Tenerife, no sólo por razones técnicas de navegación, sino para vacunar a la población de dicha isla y, lo que era aún más importante, dejar en funcionamiento una Junta de Vacunación que debía encargarse de inmunizar a la población de todas las Islas Canarias.

 Mucho más tarde, Sofía y Gaspare se vinieron a enterar de que la travesía del Atlántico duró menos de un mes y no presentó problemas, pero éstos surgieron tan pronto tocaron la primera tierra americana, la isla de Puerto Rico. Tiempo atrás un médico local había traído la vacuna de la cercana isla de Saint Thomas, y se había vacunado a la población portorriqueña. Aquello planteaba un serio problema:

 Los huérfanos de la expedición formaban una cadena humana en la que se iba inoculando el virus de la viruela de uno a otro, pero para continuar la cadena hacían falta niños que no estuviesen ya inmunizados, y en Puerto Rico no quedaba ninguno.

 Por otra parte el director de la Real Expedición, el médico militar y cirujano de Carlos IV, Francisco Javier Balmis, se tropezó con la falta de colaboración y aun la hostilidad de las autoridades locales, lo que le llevó a zarpar rumbo al continente lo antes posible. Quería llegar a La Guaira, el puerto de la Capitanía General de Caracas, pero el mar Caribe maltrató a los navegantes hasta hacer del viaje un suplicio. Esas dos desgracias, hostilidad y celos de las autoridades indianas y mala mar, les amenazarían persistentemente durante el resto de sus viajes.

 En Caracas, adonde llegaron en penosa situación, uno de los niños falleció durante la travesía. Les recibieron, sin embargo, muy bien y pudieron crear la primera Junta de Vacunación de América, que serviría de modelo al resto del continente. 

 Los reinos de Indias habían sufrido fuertes epidemias de viruela al menos desde el siglo XVI, debido a la llegada de los conquistadores españoles y, con ellos, de un esclavo africano de Pánfilo Narváez, rival de Hernán Cortés que en 1518 desembarcó en México.

 Sin embargo, documentos gráficos como los dibujos de algunos códices mexicanos, o las esculturas del Templo de las Cabezas de Tiahanaco, en Bolivia,  apuntan a que la plaga de la viruela ya existía en los tiempos precolombinos. 

 La frecuencia de las epidemias obligó a que las autoridades indianas se preocupasen por llevar a sus territorios las primitivas vacunas desde 1777, cuando se introdujo en Buenos Aires. Sin embargo estas campañas profilácticas fueron muy locales, incompletas y, en definitiva, poco efectivas. En Santa Fe de Bogotá, capital de Nueva Granada, se había introducido por ejemplo en 1792, lo que no impidió que, diez años después, estallase una grave epidemia de viruela que precisamente fue la causa de que se enviara la Real Expedición.

 El proyecto contemplaba, en cambio, una vacunación general y sistemática desde Texas y California a Chile y Argentina, la inmensa América española, con una progresión geométrica, creando Juntas de Vacunación responsables de extender la vacuna y de crear nuevas juntas. 

 Para ello Balmis comenzó por dividir la Real Expedición en dos. Un grupo, dirigido por el subdirector de la misión, el médico José Salvany, iría a Santa Fe de Bogotá y desde allí irradiaría su acción por Sudamérica.

 Balmis, al frente del otro grupo, se encargaría de América Central, del Norte y del Caribe. En mayo de 1804 se hizo a la mar a bordo de la María Pita con rumbo a La Habana, y encontró sus tradicionales enemigos, primero un terrible Mar Caribe que puso en peligro la salud de sus niños, y luego un capitán general de Cuba que no le hizo caso, porque en Cuba ya habían introducido la vacuna. 

 No le dejaban hacer nada y Balmis decidió navegar sin demora hacia Nueva España, pero necesitaba urgentemente por lo menos cuatro nuevos portadores para la vacuna, y ante el rechazo del capitán general, se tuvo que arreglar por su cuenta. Al fin consiguió comprar tres esclavas negras que no habían sido vacunadas y que se sumarían a la nómina de los “héroes de la vacuna”, pues gracias a ellas logró llegar al continente con la vacuna viva.

 En Yucatán fue en cambio muy bien recibido por el gobernador, que le dio todas las facilidades. Balmis creó en Mérida de Yucatán la primera Junta de Vacunación de América Septentrional, luego llevó el proyecto hasta Guatemala y a Oaxaca, en el extremo sur del actual Méjico. Cumplida su misión en la zona volvió a la mar y navegó hasta Veracruz. 

 En ese puerto que es la principal entrada al México Central, se encontró de nuevo con un lugar donde ya está implantada la vacuna, lo que le dejaba sin recambios para su cadena humana de portadores. El problema se resolvería al encontrar que los soldados de un regimiento de la guarnición no estaban vacunados. Unos cuantos militares se sumarían así a los huérfanos madrileños y gallegos y las esclavas cubanas.

 Los esfuerzos de Balmis para llegar con la vacuna viva a la Ciudad de México, capital del Virreinato, no fueron reconocidos por el virrey Iturriagaray. Se llevaban tan mal que Balmis decidió abandonar la capital de los antiguos aztecas y asentar su cuartel general más al norte, en Puebla, desde donde comenzó la sistemática y esforzada tarea de ir creando Juntas de Vacunación que se ocuparan de inmunizar a la población de forma generalizada.

 Otros miembros de su expedición, entre ellos el doctor Salvany, llevaron la vacuna a América del Sur, hasta el remoto archipiélago de Chiloé, ante las costas de Chile.

 Un año y tres meses después de la salida de La Coruña, Balmis dio por completada su misión en América y se dirigió a Acapulco. Allí se enfrentaría a la inmensidad del Pacífico para llevar la vacuna a Filipinas. 


CONTINÚA MAÑANA

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