quinta-feira, 15 de julho de 2021

55 - EL SALVADOR DE LA PATRIA

El 18 de noviembre de 1803 Napoleón sufrió una grave derrota en el ejército de ocupación que había enviado a dominar la isla de Sainte-Domingue, en el Caribe, comandado por el vizconde de Rochambeau. 

Aquella derrota tuvo un impacto sorprendente en toda Europa, porque no eran los ejércitos de otra gran potencia civilizada los que habían vencido a Rochambeau, sino las fuerzas de los antiguos esclavos negros de los emporios azucareros de la isla, reorganizadas bajo el mando de un mulato llamado Dessalines. 

La rebelión había sido muy cruenta y se extendió a lo largo de trece años. Entre los líderes rebeldes, que a lo largo de aquel tiempo cambiaron en más de una ocasión de aliados y enemigos y llegaron a enfrentarse a muerte entre sí, se destacaron François Dominique Toussaint-Louverture, Jean-Jacques Dessalines, Henri Cristophe y Alexandre Pétion. 

 A pesar de que, dirigidos por Toussaint-Louverture, los esclavos liberados habían tomado en 1801 el control de toda la isla Española (incluso, y contra toda oposición, la parte que, hasta entonces, había sido colonia hispana), decidieron no provocar a Francia proclamando la independencia del país que, al menos formalmente, seguían considerando un “departamento de ultramar” francés. 

 Pero esto no le bastaba a Napoleón, quien en 1802 se había convertido en dictador único de Francia de por vida, aprovechando el contento de los franceses cuando firmó la Paz de Amiens con Inglaterra. La reforma de la Constitución, adoptada a iniciativa de Napoleón, fue aprobada mediante plebiscito en 1802.

Por eso había enviado a un gran ejército a someter a aquella negritud, a la que nunca se aplicaron los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

No fue, pues, en Europa, el primer lugar donde fueron vencidas los ejércitos napoleónicos.   

 Durante años se hablaría de “la carnicería de Santo Domingo”, para referirse,  no a los cincuenta mil esclavos asesinados por los colonialistas, sino a los tres mil quinientos soldados franceses ejecutados tras su derrota. 

La revolución negra  asesinó a todo blanco que era encontrado, hasta sumar en toral unas cincuenta mil víctimas, y confiscó todas las propiedades que hubiesen pertenecido a las familias francesas.  


Masetti explicó a su esposa  los antecedentes de aquella derrota increíble, que hacía dudar del convencimiento de los blancos de ser una raza superior, puesta sobre el mundo para civilizar y ordenar a todas las demás:

-En la constitución anterior, la de 1799 -dijo-, ya Napoleón, como primer cónsul, ejercía efectivamente todos los poderes. El Senado, fuertemente controlado también por el cónsul, o sea, su camarilla apoyante, vio aumentados los suyos frente a la Asamblea Legislativa. Los poderes ejecutivo y legislativo recaían en la práctica en manos del mandamás. Los jueces eran designados por sufragio universal, aunque posteriormente, Bonaparte se hizo también con el control total de los tribunales. Fue la primera constitución desde la Revolución sin una declaración de derechos.

 Pero esta nueva Constitución del Año X de la Revolución, declaró a Napoleón Primer Cónsul de forma vitalicia. A pesar de ello, se recalcaba   que los cambios sociales introducidos se consolidaron, excepto para los esclavos.

 En consecuencia, el dictador envió contra la rebelión negra una poderosa expedición de cuarenta mil hombres comandados por uno de sus cuñados, el general Charles Lecrerc.  A ellos se sumaron los pocos colonos blancos que aún no habían emigrado y, sobre todo, la “gente de color” (mulatos y libertos), que dirigía Pétion, que pese a aceptar el fin de la esclavitud, aún no admitían la pérdida de privilegios de clase que supondría su plena igualdad con los no oficialmente libertos.

Lecrerc logró derrotar a los generales rebeldes, invitó a Toussaint a parlamentar y, cuando el “jacobino negro” se presentó en el campo enemigo, lo hizo detener y remitir prisionero a Francia, donde moriría de neumonía a consecuencia de las pésimas condiciones de su prisión.  

 Entonces, el Primer Cónsul Vitalicio se propuso restablecer el altamente lucrativo negocio azucarero en las islas caribeñas bajo su control. Es decir, reimplantar la esclavitud de los no blancos. Ya en mayo de 1802, había firmado una ley en la que dispuso que no se aplicase la libertad ordenada ocho años antes por la Convención, allí donde aún no hubiese tenido cumplimiento efectivo. 

 Un despacho reservado, que envió a Leclerc, lo autorizaba a reimplantarla en Haití cuando fuera oportuno. Tampoco sus aliados “de color” salían bien librados, ya que varios edictos comenzaron a limitar la “libertad, igualdad y fraternidad” que, desde 1790, les habían prometido.

 Pero, a los pocos meses de asesinar a Toussaint, Leclerc, junto con más de la mitad de sus hombres, murieron a consecuencia de un brote de fiebre amarilla. Napoleón, con toda su inteligencia militar, no había tenido bien en cuenta al clima.

 Tras  el restablecimiento pleno de la esclavitud en otras colonias caribeñas francesas, como Martinica y Santa Lucía, unidos negros esclavos con los restringidos libertos y mulatos, y dirigidos por Dessalines, Pétion y Christophe, iniciaron la “segunda fase” de la revolución haitiana. Ellos fueron los primeros que tuvieron claro que el Nuevo Orden que Napoleón quería imponer al mundo era mucho más despótico y opresivo que el de los antiguos reyes absolutos.

 Porque cuando no nos sentimos vigilados, cuando los poderes ejecutivo, legislativo y judicial no están separados para controlarse mutuamente, tendemos a abusar y corrompernos. Poder total e incontrolado es dictadura totalitaria.

-Hemos aceptado seguir integrados en Francia -declararon los líderes rebeldes-, pero, si el Cónsul dicta sin ningún control leyes que tergiversan la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, no las obedeceremos.-

 Porque el nuevo jefe colonialista, vizconde de Rochambeau, se esmeró en mostrar la peor crueldad represiva: miles de opositores fueron ahorcados, ahogados o quemados vivos. Los prisioneros eran arrojados vivos a los calderos hirvientes de refinación de la melaza o enterrados hasta medio cuerpo en hormigueros. 

Los hombres comandados por Dessalines, finalmente, recurrieron a la mayor fiereza y crueldad para vengarse, hasta que se impusieron en la batalla de Vertières el 18 de noviembre de 1803. El ejército de ocupación enviado por el Corso fue destrozado y el sanguinario Rochambeau debió capitular.- 

 Todo este Nuevo Terror se fue conociendo en la vecina Cuba y, a través de las tripulaciones de Marcó del Pont, Masetti acabó sabiendo acerca de la larga revolución negra en Vigo.

 La mentalidad de los europeos de la época, la de Gaspare incluída, estaba llena de prejuicios y de falsas concepciones de la ciencia y hasta de la teología, sobre la inferioridad y el salvajismo innato de la raza negra. Muchos consideraban a los negros como seres primarios, instintivos, amorales y próximos a los animales, lo que justificaba su esclavitud. Por eso se sorprendieron mucho, no sólo de su victoria sobre Napoleón, sino porque después fueron capaces de constituirse como un estado moderno.

 Un año después, en la ciudad de Gonaives, Dessalines acabaría proclamando la independencia de la hasta entonces colonia de Saint-Domingue, restableciendo para el país el nombre arahuaco original de Haití. La constitución en que se amparó la consiguiente República de Haití prohibió que los blancos tuviesen propiedades.

Era el segundo territorio en independizarse de la metrópoli en América, después de los estadounidenses. Lo insólito es que fuese una república de negros.


Europa se conmocionó de nuevo al conocerse la noticia de que en la madrugada del 21 de marzo de 1804, Napoléon ordenó el fusilamiento, en los fosos del castillo de Vicennes, a las afueras de París, del Duque de Enghien, nieto del Príncipe de Condé y uno de los miembros más destacados de la dinastía Borbón en el exilio. Primo de Luis XVI, decapitado una década antes, un tribunal militar lo condenó a muerte “por inteligencia con el enemigo, alta traición y complicidad de complot”. 

 Se supo que, como en los viejos tiempos del jacobino Couthon y su Ley de Pradial, al secuestrado se le negó la petición de derecho de gracia y otras elementales opciones de defensa jurídica civilizada. El fusilamiento puso de manifiesto hasta donde era capaz de llegar el corso en su ambición por el poder, pues el prisionero había sido secuestrado por tropas francesas dirigidas por  Ettenheim, más allá del Rhin, y de las fronteras de Francia, por orden del Cónsul Vitalicio.

 Aquel mismo día se promulgó el Codigo Civil Francés, que derogaba todas las leyes del Viejo Régimen aún vigentes, sustituyéndolas por otras, elaboradas por una comisión y supervisadas por Bonaparte, que eran la expresión de la burguesía en el poder y que serían, en adelante, las mismas para todas las provincias francesas.

 Napoleón había centralizado toda la administración bajo su mando en pirámide jerárquica; Además de sus victorias militares, consiguió  un período de una cierta prosperidad  y mejoras urbanísticas, dotando a las principales ciudades de su primera red de alcantarillado y controló la prensa y la propaganda para hacer creer que se diferenciaba del absolutismo, porque establecía la división de los tres poderes. Sin embargo, tras la fachada, los tres estaban bajo sus órdenes. 

 Con aquella misma manipulación de la opinión pública consiguió que, en Mayo 1804, el Senado le ofreciese ser coronado emperador para que, a su muerte, el poder legítimo fuese a un heredero designado por "el Salvador de la Patria", y no volviese a los Borbones. Napoleón fingió que no lo aceptaría a no ser que el propio pueblo, además de sus representantes,  se lo pidiese por medio de un plebiscito, de manera que su entronización fuese por la gracia del pueblo, y no por la "gracia de Dios", como la de los reyes absolutos. 


 CONTINÚA MAÑANA.

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