segunda-feira, 28 de junho de 2021

10 - EL GRAN DESORDEN

-...Amigo Gaspar todo lo que yo puedo contarle, así, tomando un café, son apenas pinceladitas de la historia local de Galicia, que está inserta dentro de dos milenios de la historia general de las Españas, o sea, de una gran comunidad intercontinental y global con una cultura fundamental común. Así que espero que, simplemente, le sirva de guía para después documentarse sobre los detalles y personajes de destaque, si usted quiere, para lo cuál ya sabe que tiene a su disposición la biblioteca Marcó.-

-Entiendo, entiendo, don Xosué. Me permita una pregunta... ¿Puede decirse que la Edad Media comienza con la deposición del último emperador romano?-

-Puede, sí... romano de Occidente, naturalmente. Fue en el año 476 de nuestra era. Continuaron gobernando emperadores romanos mil años más en Oriente, en Bizancio, usted ya lo sabe.

Sin embargo, como lo que yo le estoy contando está centrado en Galicia, usted tiene que comprender que el sustrato basal de nuestro pueblo continuó siendo hispanoromano durante casi toda la primera mitad de la Edad Media, llamada Alta, desde el siglo quinto al siglo octavo. Coincide con el hecho de que, hasta esa época, seguía usándose el latín vulgar como lengua peninsular.

-¿Continuó...? No se llenó esta tierra de bárbaros germánicos primero y de árabes después?-

-Continuó en el basal, en la base mayoritaria del pueblo, a pesar de cambios terribles en la superficie y en las elites. Usted ya debe tener claro, aunque no esté bien decirlo, que todo estado, todo reino, o imperio, o megaestado, está dirigido por una cúpula de bandidos disfrazados de nobles, los cuales, como disponen del predominio del poder coactivo, explotan cuanto pueden a las capas basales de los pueblos que dominan o de los pueblos que conquistan. Esas capas basales de la población son siempre las que producen, mantienen y reproducen la riqueza común... ¿Capisci, Gaspare? ¿Entendió esto?-

-Capisco, sí.- Respondió él. Doña Teresa continuaba bordando, mas, de cuando en cuando, lo miraba un momento a los ojos.

-Los guerreros, o políticos, o altos clérigos, o nobles, los lobos o águilas que conforman la cúpula de los estados, ejercen el trabajo más lucrativo que hay: arrebatar todo el producto o parte de él a los productores, al rebaño de contribuyentes, con el pretexto de administrar el progreso, el orden y la paz común. ¿Capisci, Gaspare?-

-Capisco, don Xosué. Entiendo que quiere decir que la base del pueblo hispanoromano de la Gallaecia continuó siendo igual de explotada por los caudillos bárbaros que cuándo había sido explotada por los patricios romanos. Sólo mudaron de amos.-

-Usted entendió porque sabe, mi amigo, mas, ojo, hay bandidos y bandidos. O sea, hay todo tipo de amos. Por donde pasaba el caballo de Atila, o de Gengis Khan, o los vikingos, no volvía a crecer la hierba. Saqueaban, y la gallina de los huevos de oro quedaba muerta en el suelo. Ese es el peor tipo de bandido, o estado, o imperio.

-En sus momentos de mayor gloria, los romanos no eran tan bestias, no mataban a la gallina. Decretaban cuántos huevos querían dentro de un plazo marcado, más de la mitad de los huevos, y la dejaban vivir en cuanto los entregara con puntualidad. Incluso podían devolverte un huevo, si veían que estabas pasando hambre, o darte refugio temporalmente, si una partida de bárbaros o bandoleros incendiara tu casa, para que vieras que eran buenos señores y que te convenía complacerlos y arrimarte a su sombra, para tu mejor protección. Clientelismo.-

-Sí, conozco eso.- Respondió Masetti- Toda mi vida tuve que pagar tributos periódicos a los poderosos para que me dejaran, simplemente, producir y vivir con un mínimo de orden y paz.-

-El problema fue que, para la segunda mitad del siglo quinto de la nuestra era, Gaspar, el Imperio Romano ya exigía impuestos tan pesados y ya era tan insultante la acumulación de riqueza en manos de pocos, junto a la miseria general del pueblo, que toda la sociedad entró en una profunda crisis, con revueltas por toda parte, que se acentuó con las invasiones de los bárbaros, de los extranjeros, que, al inicio, apenas eran migrantes no agresivos que buscaban un mejor vivir, o un refugio, dentro de aquella esplendorosa civilización, fuerte y segura.

-Preste atención, Gaspar, porque éstas son cadenas de ciclos que se repiten periódicamente a lo largo de la historia -pidió el señor Quinteiro-: Ante la disminución progresiva y la ruptura de la corrupta autoridad del Estado, por la desaparición de las clases medias contribuyentes, a causa de la imposibilidad de seguir consiguiendo esclavos o mano de obra barata, y en medio de las invasiones y de los abusos de los migrantes, un gran número de campesinos intentó escapar a la inaguantable fiscalidad imperial y a la dependencia como siervos forzosos de los grandes propietarios, que era lo único que se les ofrecía cómo alternativa de sobrevivencia.

Así que abandonaron los cultivos y se dedicaron al pillaje y al saqueo, contra un sistema injusto, opresivo y débil, que ya no les protegía ni era capaz de garantizar el orden y el cumplimiento de las leyes. Eso acontece siempre que el estado pierde la "autoritas". Esto es, cuando el bandido más poderoso deja de ser útil, porque perdió su poder coactivo sobre el resto de los bandidos.

Los revoltosos conformaron un movimiento anárquico y fueron llamados "bagaudas" en la Galia y en la Hispania. A veces los jefes bárbaros se les ofrecían cómo protectores o como refuerzo, y se unían a ellos contra las ciudades o milicias que les plantaban resistencia. O bien, iban contra ellos, si el adversario pagaba mejor.

-¿Qué bárbaros entraron en Galicia?- Preguntó el italiano.

-Entraron los suevos, procedentes de las orillas del mar Báltico, emparentados con los anglos y los sajones. Ellos se organizaron bien en las tierras menos codiciadas, constituyendo un reino en el año 409, que abarcaba la antigua Gallaecia romana, con capital en Braga, llegando por el sur hasta el río Duero y Oporto.

El Reino Suevo fue, en Europa, el primer reino independiente proclamado en territorios que habían pertenecido a Roma, que los aceptó cómo federados y les concedió la ciudadanía. Nunca habían pasado de cuarenta mil, mas consiguieron mantener mas o menos sometida y tributaria a una población de setecientos mil hispanoromanos de mucha mayor cultura que ellos, a cambio de su protección contra otros bárbaros, contra los bagaudas sin ley ...o para que pudieran preservarse de los suevos mismos.

Desde la Gallaecia, aprovechando que otros germanos procedentes de Escandinavia, los visigodos, habían vencido a los alanos y obligaron a los vándalos a trasladarse de Andalucía al norte de África, los guerreros suevos sometían a pillaxe a las ciudades hispanoromanas de toda la mitad occidental y el sur de la Península Ibérica. Hasta que, finalmente, los visigodos, federados con los romanos de Oriente e impulsados por ellos, acabaron por vencerlos en el 585, y convirtieron el reino suevo, que había durado 170 años, en una dependencia del Reino Visigodo de Toledo. Tanto los suevos como los godos hablaban el mismo latín vulgar que los nativos hispanos.-

-¿No fue el Reino Godo de Toledo el primer reino propiamente español? -Preguntó Masetti.-

-Por lo menos de inicio no, porque no quiseron integrarse con la mayoría del pueblo hispanoromano, más civilizado que ellos. Sólo eran una nueva elite militar bruta, abusona y parásita, igual que los suevos. Había unos tres o cuatro godos por cada cien hispanoromanos. Eran cristianos oficialmente, pero arrianos, o sea, que consideraban a Dios más importante que a Cristo, y no lo mismo. Tuvieron muchos reyes, porque duraban poco. Como se sucedían en el trono por elección de su cúpula, pasaban el tiempo asesinándose entre ellos. 

Sólo al final, en el 589, hicieron un esfuerzo por integrarse con la mayoría, aceptaron el catolicismo, la religión de los hispanoromanos, y permitieron los matrimonios mixtos con aquellos romanos decadentes, a los que antes despreciaban. 57 años antes de su debacle, habían proclamado una misma ley para godos y nativos, que, hasta entonces se regían, cada uno, por sus propias normas. La semilla de nuestro pueblo estaba ahí y sólo precisaba desarrollarse.

Era un sistema prefeudal. Colonos de los señores, en lugar de esclavos. A falta de Roma, el pueblo acabaría por aceptarlos, un orden firme es mejor que la anarquía. Con ella y con un poco de paz, un pueblo civilizado puede progresar trabajando y produciendo, a pesar de sus dirigentes.

Pero no tuvieron tiempo. Su antepenúltimo rey quería saltarse el peligroso sistema de entronización por elección, y que le sucediera su hijo, asi que lo hizo su corregente en el 694, colocándolo en la dirección del reino suevo asociado. El hijo se llamaba Witiza y tenía su capital en Tuy, ciudad bien próxima a la actual Vigo.

Cuando su padre murió, Witiza lo sucedió, pero él también murió joven, de forma violenta. Entonces Rodrigo dio un golpe de estado y fue elegido rey. Fue dicho que se perdió España contra la invasión de árabes y bereberes, en 711, porque, cuando Rodrigo estaba ganando la batalla, los hijos de Witiza, más el tío de ellos, el obispo Oppas, se pasaron con sus tropas al enemigo. Los traidores, que sólo pensaron en su revancha y en su poder personal y no en su comunidad, no fueron respetados.-


CONTINÚA MAÑANA.

 

9 - SOFÍA

Aquella tarde, Masetti estaba supervisando cómo dos de sus trabajadores colocaban sobre la fachada de su nave, bien enfrente de la pleamar, el nuevo emblema que había diseñado sobre el acrónimo ALIGAL (Aguardientes y Licores de Galicia): una copa dorada, como la del escudo del viejo Reino de Galicia, llevada al cielo azul, sobre el mar, por dos alitas que le salían a los lados.

-¡Que linda le quedó!- Exclamó una voz de mujer joven a sus espaldas.

Gaspare se volvió y allí estaba ella, la mujer de su vida. Sin duda ninguna. Lo supo ya desde que oyó su voz, y a su corazón también le salieron dos alitas para revolotear hacia ella, abierto como un cáliz.

-Linda es una palabra muy pequeña, señorita. Cuando la miro a usted sólo puedo decir BELLA -Lo dijo marcando una L italiana, doble de sonido, bien expresiva. -Disculpe mi atrevimiento por la admiración que me causa.- Añadió en un tono mas comedido.

Ella lo miró de lado, sonriendo a medias. Pareció que iba a decir algo, sin embargo, al final, no dijo nada. Se despidió con una discreta inclinación de cabeza y siguió su camino por el sendero de Teis. Masetti salió atrás, abandonando a sus trabajadores y al nuevo emblema, todavía no fijado bien del todo. No podía perderla.

-No quise molestarla.- Afirmó con gentileza, al alcanzarla.- Me llamo Gaspare Masetti. Esa es mi fábrica y vivo en Santiago de Vigo...- Pensó en decirle muchas más cosas, pero todas le parecieron inadecuadas. Colocó, entonces, todo cuanto sentía en una mirada:- Por favor, me haga la honra de decirme su nombre y donde vive, señorita.-

-Sofía Siche es mi nombre.- Respondió ella sonriendo- Soy una vecina de su fábrica, señor don Gaspar de Roma.- Yo también vivo allí mismo.- Y señaló una casa próxima, de piedra encalada de blanco, con geranios rojos adornando el balcón que miraba a la ría.

Gaspare, conmocionado, sintió que no le salían más palabras, ni siquiera medio inteligentes, de la garganta. Optó entonces por callar la boca. Llevó la mano derecha a su corazón y se quedó allí, cara a ella, con la cabeza inclinada, hasta que la joven, sin dejar de sonreír, le devolvió el mismo gesto. Después caminó sin prisa hasta su casa, miró de nuevo para él, levantó una mano en despedida, abrió la puerta y entró.

En la mañana siguiente, aun se acordaba de cada gesto de ella, de cómo iba vestida, de su voz y de cada una de sus palabras. Pero había olvidado cualquier otra cosa que él hubiera hecho, si había hecho algo, en la tarde anterior y noche, hasta ese justo momento.

A lo largo de la mañana, se mantuvo cerca de la puerta de la nave, por si ella volvía a pasar, masticando en su cabeza media docena de frases apropiadas para interesarla. Pero ella no pasó.

Se acercó varias veces a la casa de Sofía, por si la veía salir, mas no la vio.

No la vio físicamente, pero la sentía en la casa, en la fábrica, en el sendero, en el mar, en el cielo, en las aves revoloteando en el patio, en las flores. Ella se encontraba ya en toda parte de su vida.

Después del mediodía, un hombre atractivo, mas o menos de la misma edad que Gaspare, surgió por el sendero y acabó entrando en la casa con la mayor naturalidad, como si fuera la suya.

Aquello batió duro en el interior de su pecho. Muy duro. ¿Sería que Sofía estaba casada? Los imaginó besándose al llegar él a su hogar. Cayó a pico desde la cumbre de la exaltación al abismo de la depresión.

Tuvo que sentarse sobre una piedra, bajo la sombra de unas xestas de flores amarillas, porque se sentía vacío, sin aire y con la cabeza doliéndole. Desde allí vio que otro hombre, más maduro, llegaba como del Arenal, con un paquete en la mano. Vio, igualmente, como entraba en la casa de tal manera como si fuera la suya.

Supuso que sería el padre. Y se alivió un poco. Si había un padre podía haber una madre, una familia, un hermano. Podía ser un hermano y no estar casada.

Necesitaba información. Volvió a la fábrica, pero no se atrevió a interrogar a sus empleados. Los varones españoles no hablaban con otros hombres de sus sentimientos íntimos. Pensó en su amigo, don Xosué. Tampoco se atrevía. Doña Teresa, su esposa, la criolla simpática. Ella sí.

Corrió hasta la casa de ellos. Halló al señor Quinteiro en la puerta, conversando con otro paisano suyo en gallego. Los saludó a los dos, preguntó rápidamente si podría ser un buen momento para que su amigo continuase contándole la historia de la región, después de la decadencia de los romanos.

-Puede ser, sí, dispongo de más de una hora, podemos tomar un café y hablamos.-Respondió él-. Mas permítame terminar, aquí, un asunto con el compañero.-

-¿Puedo saludar a su esposa entretanto? -Aprovechó Masetti.

-Claro, pase para adentro, por favor. Ella estará en la galería. Yo ya voy.-

-Doña Teresa estaba bordando unas flores en una estancia luminosa, y lo recibió con una gran sonrisa. Él se inclinó para besar su mano, pero después no se alzó. Al contrario, casi se agachó a los pies de ella, muy agitado.

-¡¡Doña Teresa, tenga piedad de mí, ayúdeme, estoy muriendo de amor!!-

Ella se quedó mirándolo con la boca abierta: -¡Avemaría, pero no puede ser, usted está loquito, joven, yo estoy casada...!-

Gaspare quedó horrorizado por el error de la criolla... ¿O por causa de su propio error al expresarse? Intentó arreglar aquella absurda situación.

-No me entendió, discúlpeme, yo la aprecio muchísimo, doña Teresa, me expresé mal. Se trata de otra mujer, de una chica de por aquí.-

Ella dio un profundo suspiro, Gaspare supuso que sería de alivio.

La señora levantó ambas manos ate él y dijo: -A ver, a ver, usted viene totalmente tomado por la ilusión, y la ilusión es contagiosa. Lo primero, haga el favor y siéntese en ese sillón, frente a mí. Relaje.-

Asi lo hizo el chico, y se dio cuenta de repente de la intensidad de la tempestad emocional que lo poseía, de su cansancio mental y de que doña Teresa quería poner orden en la casa. Relajó, descansó, calló y se quedó pendiente de ella, con confianza, dejándole hacer a ella.

-¿...Usted está loquito por una chica de por aquí...? Me alegro mucho, Gaspar. ¿Quién es la afortunada? ¿La conozco yo?

-Se llama Sofía Siche, vive cerca de mi fábrica, en una casa blanca. Por favor, guárdeme la confidencia, doña Teresa: Necesito urgente saber si ella tiene marido o no.-

-...Siche... debe ser la hija del señor Sitge. Un catalán que tiene un comercio de artículos de pesca en la calle de la Victoria, Casa San Telmo. No sé si su hija está casada, no la conozco más que de vista. Puedo averiguar... con discreción, claro.

-¿Ella tendrá un hermano...? De mi edad, mas o menos, cabello castaño, ojos claros...?-

-Tiene un hermano, tiene. Ese de quien habla debe ser el Telmo, el hijo del señor Sitge. A veces, él está atendiendo la tienda.

-¡¡Usted salvó mi vida!!- Dijo el italiano, todo alegre y recompuesto. Y volvió a besar su mano. Ella pidió de nuevo que se calmase y se sentase.

-¿Podría usted averiguar para mí si la Sofía está soltera y sin compromiso...? Y... después de eso, doña Teresa, yo tengo mucha cosa que aprender. Jamás cortejé a una chica con intenciones serias. Y menos a una gallega. No sé nada de lo que es correcto, o no, hacer por estas partes.

-Ah, no se preocupe, con mucho gusto voy a averiguarle eso y después le daré una clase de etiqueta española.- Dijo la criolla, ya sonriendo abiertamente.

Al poco, el señor Quinteiro entró en la sala. Lo saludó de nuevo y pidió disculpas por haberlo hecho esperar. Le convidó a un café y, después de hablar del tiempo, le siguió contando, tal como Masetti había pedido, la historia de la Edad Media en Galicia.


CONTINÚA MAÑANA

domingo, 27 de junho de 2021

8 - LOS BARRIOS DE MASETTI

 En su primer tiempo en Vigo, Gaspare sólo visitaba el Casco Viejo, o el Berbés de los pescadores de toda la vida, cuando le era necesario. Sus barrios preferidos eran los extramuros y más modernos del lado noreste. Saliendo de la muralla por la Puerta de la Gamboa, tras cruzar los caños que bajaban del monte del Castro, donde hacían su toilette las gaviotas, chapoteando contentas en el agua dulce que desembocaba en la playa, se encontraba El Arenal, el amplio barrio de los catalanes, donde estaban la Aduana y el principal fondeadero de buques. 

Frente a él, el Villar-café, al que concurrían los vecinos de allí mismo y los tripulantes y pasajeros de los buques nacionales y extranjeros que nunca faltaban en el puerto, y que, de noche, quedaban incomunicados con la villa amurallada después de cerradas sus puertas, igual que él, aunque Buenaventura le había conseguido un salvoconducto.

En el Villar-café, Masetti conversaba a veces con marinos o pasajeros franceses en su idioma, conversas con las que pudo ordenar en su cabeza, bastante mejor que a través de la prensa y de las opiniones de los españoles, la evolución política del país que había abandonado cuando dejó Marsella, después del choque que le produjo la noticia de la muerte de toda su familia italiana durante la invasión de la Romaña y de sus Estados Pontificios natales, ordenada por la República Francesa y comandada por el general Bonaparte.

El Primer Directorio, el que regía desde París la Revolución, ya aburguesada tras el derrocamiento y ejecución de los terroristas jacobinos, estaba formado por puros politicastros corruptos que abandonaron la ideología tinta en sangre de la "libertad, igualdad y fraternidad" por la "acumulación descarada de poder para hacer dinero rápidamente", y que autorizaron la megalómana aventura de Napoleón en Egipto y Siria, con la esperanza de que aquel peligroso milico se perdiera en ella y no volviese más.

Sin embargo, tras perder miles de hombres, flota y recursos, sin conseguir nada de lo que se había propuesto, salvo poner de moda todo lo faraónico en París, Bonaparte dejó, sin lealtad ni compasión, a su ejército completamente abandonado a su suerte en Egipto; regresó sólo a Francia y dio su golpe de estado del 18 de brumario, o de noviembre, en 1799, acabando con el segundo y último Directorio autoritario, y comenzando el Consulado con la proclamación, un mes después, de la Constitución del Año VIII de la República.

Con Napoleón como Primer Cónsul indiscutible, Urquijo, el ilustrado ministro reformista con el que el monarca español, Carlos IV, sustituyera anteriormente a su valido Godoy, comenzó a dejar de ser un interlocutor conveniente ante el dictador de Francia, que ahora quería reconciliarse con los católicos y que permitió que un nuevo papa, aparentemente más sometido a él que el anterior, fallecido en su cautividad, retornara al trono pontifical en una Roma de la que retiró, justo antes, el disfraz de República Romana, junto con las tropas francesas que la impusieron.

Todas las reformas propuestas anteriormente por ministros reformistas para contentar a los que querían dar una mayor participación a los representantes del pueblo en la conducción política de las Españas, acompañando a las castas privilegiadas de siempre, se pararon por orden del Rey, ya que parecía evidente que la amenazante Revolución de los vecinos había sido finiquitada y superada por Napoleón, quien cada vez conducía con mayor firmeza a Francia hacia una autocracia sin corona. Por tanto, para Carlos IV no había más razones para ceder poder ante los que querían reformar el viejo régimen, que también era una autocracia. La monarquía española comenzó a cerrarse en el retorno al absolutismo borbónico más tradicional.

El panorama internacional continuaba dominado por el bloqueo inglés, por una parte, y, por otra, por los pactos contra Inglaterra del Rey de España con el Primer Cónsul francés, quien iba ninguneando a los otros cónsules y centralizando en sí, como sin querer, todos los poderes del estado, comprando a los medios de información, que convertían sus derrotas en Oriente en hechos heróicos, y diluyendo en la práctica la separación real entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial, que era lo mismo que diluir la República en la Dictadura, tal como había hecho julio César en el remoto pasado, aunque conservara todavía, de cara al público conformista, un Senado amordazado y adulador.

Así, España se aliaba a un viejo enemigo contra otro, común a ambos y muy depredador en el mar, volviendo a subordinar su política exterior a la francesa, igual que en el tiempo del Rey Sol y de los Pactos de la Familia Borbónica, queriendo ver un nuevo Sol en el dictador corso, y no queriendo ver, para nada, con ceguera suicida, que aquel antiguo jacobino antiborbónico que se disfrazaba ahora de estadista moderado y respetable, amante del derecho y del orden, no estaba dispuesto a tener otros satélites que aquellos, de su propia sangre o mente, que su voluntad ambiciosa quisiese colocar alrededor de su órbita.

Aquella alianza restaurada hizo brotar en las Españas, como hongos después de la lluvia, a un nuevo tipo de afrancesados. Los viejos afrancesados eran los hispanos aristocráticos de élite que, desde que la dinastía de los Borbones sustituyera a la de los Austrias, miraban siempre hacia Francia como hacia el amanecer de las luces progresistas que iban a iluminar y civilizar a la España oscura anterior, defensora acérrima del Catolicismo, modelo de todo lo retrógrado, que no se comprendía como había conseguido, a pesar de la brutalidad e ignorancia que le atribuían los ilustrados y masones, organizar y mantener durante más de tres siglos el primer imperio global.

Los nuevos afrancesados, y también los había en Vigo, eran ahora los jóvenes petimetres de la burguesía, no sólo más ilustrados aún que sus padres, no sólo más despreciadores que ellos del conservadurismo tradicional de la masa popular del pueblo español, sino fanáticos admiradores del genio del cónsul Bonaparte, que sentaba un modelo para toda Europa de cómo se podían instaurar en paz y firme conducción los aspectos más modernos y progresistas surgidos de la última Declaración de los Derechos y Deberes del Hombre y del Ciudadano proclamada por el Directorio Galo en 1795, sin tener que pasar por el indeseable período radical del Terror que la Revolución provocó.


El Arenal disponía de tres fuentes públicas para la variedad de sus vecinos, y en casi todas las huertas de las casas particulares había pozos potables; ya que por todas partes de este dilatado barrio brotaban innúmeros manantiales de aguas muy puras, más agradables y ligeras que las de la villa.

Hacia el centro de las casas pertenecientes a la parroquia de Santiago de Vigo, se hallaba situado el convento de religiosas, que era de la Orden Tercera y dependiente del Obispo de Tuy. Este convento estaba bajo a advocación de Nuestra Señora de los Remedios y el estilo del edificio denotaba cierta antigüedad. Abundaban alrededor las elegantes casas nuevas de la clase empresarial.

Saliendo del Arenal en dirección a la parroquia de Teis, se encontraba la playa de Guixar, donde se alzaba, entre otras naves y algunas casas y huertas, al borde del sendero, su fábrica y almacén de licores. Desde que la adquirió de Marcó del Pont, Gaspare, sin abandonar su residencia en una pensión confortable en Santiago de Vigo, mandó habilitar un pequeño cuarto al fondo, en la segunda planta, subiendo una escalera de hierro, junto a su despacho, desde donde se veía por dos grandes ventanas el monte de la Guía.

Siete empleados trabajaban para él. Los instruyó y los organizó con tanta dedicación desde el inicio, que ahora mismo conseguían hacer fluir a producción perfectamente, con lo que ganó una mayor disposición de su propio tiempo.

La parte de atrás de la nave daba a un amplio patio con un par de manzanos, una higuera siempre aromática, un níspero y un cerezo, patio que terminaba ante una mole de rocas escarpadas, con muchas grietas profundas por las que se deslizaban lagartijas. Estaba la espesa maleza verdecente brillando toda de miles de margaritas amarillas que contrastaban con muchas otras flores silvestres, blancas y lilas. Era una naturaleza bien hermosa la de aquella tierra.

Sonaban los cantos de los mirlos negros de pico amarillo y los piares de los pequeños gorriones pardos, se posaban y partían urracas negriblancas, palomas, torcaces, tortolitas, golondrinas ondulantes y las elegantes gaviotas de la ría, que venían tierra adentro cuando había borrasca en el mar.

Cada una de estas aves parecía tener su pareja y, en primavera, se veían revolando y jugando juntas entre la vegetación, tan concentradas en alegres cortejos como si no hubiese un mañana. Normalmente Gaspare estaba sumergido e sus trabajos y negocios, en sus libros, paseos por sus barrios y conversas, pero esos eran los momentos en que más sólo se sentía.


CONTINÚA MAÑANA

sábado, 26 de junho de 2021

7 - ROMANOS EN GALLAECIA

 La biblioteca Marcó era enorme, el señor Quinteiro había explicado que iban a parar allí todos los libros en cualquier idioma que los corsarios vigueses encontraban en sus presas, y que Buenaventura recompensaba a cualquiera que entregara un texto em buen estado capturado al enemigo.

Sólo mucho tiempo más tarde, cuando ya don Xosué tenía gran confianza en él, vino Masetti a saber que la sección más importante de la biblioteca era secreta y que en sus salas sólo entraban los bibliotecarios y su patrón. En ella se traducían y se investigaban cuidadosamente todos los libros de bitácora, mapas, manuales técnicos y documentos procedentes de los capitanes y oficiales británicos. La mayoría de aquellas preciosas informaciones servían para mejorar la eficacia de los negocios o de las estrategias marítimas del propio Marcó, aunque siempre se enviaban copias al rey de cuanto se consideraba de interés para la defensa y gobernanza del reino.

Mas en aquella precisa tarde-noche, Masetti sólo estaba escuchando la historia de la Gallaecia.

-Hablamos de la llamada Edad del Hierro -siguió explicando don Xosué.- 218 años antes de Cristo, Aníbal Barca había salido de la península Ibérica con sus cartagineses y muchos mercenarios, la mayoría iberos. Usted ya sabe que cruzaron los Alpes e invadieron Italia ganando batallas cruciales. Roma, ejemplarmente firme en aquel momento angustioso, envió a Cneo Escipión a lo que hoy es Cataluña, para impedir que le enviaran suministros y refuerrzos. Vencido Aníbal en Zama por el gran Publio Cornelio Escipión, "El Africano", los romanos pasaron largos largos años dividiendo a las tribus íbéricas y conquistando toda la costa mediterránea y el sur de la península.

Después continuaron por el interior, pero encontraron la más feroz resistencia en la Lusitania, lo que hoy es Extremadura y Portugal. La última revuelta, desde 147 años antes de la nuestra era, la del indomable caudillo Viriato, maestro de las guerrillas.

Cuatro años después de ser asesinado por traidores a quien Roma negó el pago, el cónsul Décimo Junio Bruto, del partido aristocrático, fue enviado a perseguir al resto de los rebeldes por el país de los Galaicos. Según subían a las tierras del extremo occidente, los legionarios estaban más temerosos de entrar en el mítico Reino de los Muertos del fin del mundo, y no poder regresar jamás.

Tomaron el río Lima por el Lenteo, el río del olvido, que llega al Hades y a la Laguna Estigia. El general tuvo que cruzar el río a caballo y llamar desde la otra orilla a sus oficiales por sus nombres, para que todos vieran que no había perdido la memoria. Así ganó el título de "El Galaico".

Contaron los cronistas que los legionarios caían en fervor religioso viendo el sol ser tragado por el océano al fin del mundo, en Finisterre. En el mismo año fue destruida por otro Escipión, Publio Cornelio Emiliano, adoptado por un hijo de "El Africano", la resistente ciudad de Numancia, cerca de lo que hoy es Soria, último bastión de los celtíberos, que prefirieron suicidarse todos, antes que rendirse y ser esclavizados.

Después siguieron otras expediciones militares para consolidar la conquista, las de Craso, Marco Perpenna Ventón, que fueron más lobos que águilas, y la del mismo Julio César, águila total.

-Julio César estuvo aquí?- Preguntó Gaspare- Qué es lo que se sabe de eso?-

-La verdad, Gaspar, es que no está muy bien documentada la estancia del propretor César en la Hispania Ulterior, en el curso de la cual luchó contra los indígenas del norte de la Lusitania y de la tierra de los galaicos. Sabemos que estaba ávido de botín, porque había contraído una deuda enorme con el rico y corrupto Craso, a causa de sus primeros populismos políticos en Roma. Una buena campaña militar daba la mejor posibilidad de sanear su economía. El historiador Plutarco dice que, en pocos días, logró reunir en el sur de Hispania diez cohortes y las añadió a las veinte que se encontraban allí; y que, marchando contra los lusitanos y galaicos, los derrotó y avanzó por el litoral del océano, sometiendo a los pueblos que aún no prestaban obediencia y tributo a los romanos.

En Vigo corre una leyenda que yo pienso que no es más que una leyenda. Cuenta que César, con sus legiones, llegó a Erizana, la actual Baiona, en la entrada de la ría, persiguiendo a la tribu galaica de los herminios de la que hoy llamamos Serra da Estrela, que se refugiaron en las islas Cíes. En una de las islas se decía que existía un espacio sagrado frecuentado por los druidas, que querían llegar a los últimos grados de iniciación, a fin de pasar a las islas etéreas de los Bienaventurados desde ese Finisterre del sur, mudando de dimensión.

Los indígenas se consideraban protegidos por sus dioses en este refugio, tal vez por Hermes, el guía que llevaba las almas al ultramundo, y tal vez por causa de eso se llamaban herminios, quién sabe. Asi que, cuando César intentó desembarcar en la isla del Sur, llamada Lancia, los defensores le arrojaron tal lluvia pesada de flechas y piedras, que tuvo que retirarse a la playa de Rodas, en la isla de Faro.

Entonces decidió bloquear a los herminios con una flota que llegó de Gades, al mando de su amigo gaditano, Lucio Cornelio Balbo, y rendirlos por asedio y hambre, ya que ningún suministro podía ya acercarse a las Cíes. Al cabo, se dice que lo consiguió, haciendo mudar de dimensión a los tales de druidas, como ellos deseaban. Se cuenta que también conquistó el gran castro de Vigo y que incluso llegó al golfo Ártabro, donde se encontraba  el castro de Brigantia, fundado en el pasado por Hércules o por el rey Breogán, tal vez entre lo que hoy es la ciudad de La Coruña y la de Betanzos. Fin de la historia.

Leyendas, pienso yo, amigo Gaspar, siempre hay un poeta que inventa una donde no existe, si es un lugar sugerente. "Yo no creo, pero haber, haylas". Y simples leyendas pueden prestigiar a una comarca y atraer visitantes a ella algún día, que dejen buena ganancia a los comerciantes y los hospederos.

Lo que sí está documentado, hablando de ganancias, es que César obtuvo un botín considerable de los grandes yacimientos de oro de los galaicos. Con él, volvió a Roma en el año 60 antes de Cristo, pagó sus deudas y otra buena campaña populista, con lo que consiguió acceder al triunvirato junto con Pompeyo y Craso... y siguió ganando fama, países, botín, poder y más poder, hasta imponerse como dictador perpetuo y ser asesinado por los senadores conjurados en los idus de marzo... uno de los cuáles era el hijo de una amante suya, Bruto, Marco Junio, republicano radical, nieto de aquel Décimo Junio Bruto, El Galaico.

23 años antes de Cristo, el hijo adoptivo de Julio César, Cayo Octavio Augusto, el primer emperador, culminó la conquista de los últimos nativos libres del norte de Hispania, los cántabros y astures.-

-Cuánto tiempo le llevó a Roma conquistar Hispania?- Preguntó el italiano.

-Desde el 218 hasta el 19 antes de Cristo. -Respondió el gallego.- Doscientos años.-

-Sólo diez años necesitó Julio César para someter la Galia para siempre jamás.- Observó Masetti.-

-No se debe comparar- respondió don Xosué levantando un poco a mano.- Roma no era tan fuerte en el año 218, cuando se enfrentó en la Península Ibérica con la muy respetable potencia cartaginesa y sus aliados nativos, como 140 años después; ni contaba con un general y político como Julio César hasta el año 63, e Hispania era bien más montañosa que la Galia.

En cualquier caso, el primer siglo de nuestra era -continuó-, fue la época en que sus antepasados remotos, amigo Gaspar, los romanos, impusieron a la Península Ibérica su dominación general, aunque los vascos siguieron dando guerra a muchos césares en sus montañas. De aquel tiempo quedaron en Vigo restos de muchos castros o poblados fortificados, por eso los estudiosos la llaman cultura castreña. Sin duda en aquel período, ésto, que hoy es sólo una villa, tuvo una de las mayores densidades de población de toda Galicia.

El mayor de estos poblados debía estar situado en la falda del monte del Castro que mira a las Cíes, al pie occidental del actual castillo más alto, que era donde estaba su citanía o cumbre defensiva. Sus habitantes vivían de la agricultura, y complementaban esa arte con las de la caza, la pesca y el marisqueo. Eran una población hábil en la forja del hierro y el tallado de la piedra.-

-Los romanos influyeron mucho, don Xosué?- Preguntó Masetti.

-Desde luego -respondió él-. En Vigo, el proceso de romanización fue bien intenso. Por toda parte donde se levanta una nueva casa se hallan, aun hoy, restos de ruinas romanas en los cimientos. Debió haber una importante actividad portuaria y comercial en nuestro litoral desde dos siglos antes de nuestra era, al mismo tiempo que un progresivo proceso de latinización, que se consolidó durante el primer siglo de ella, una vez conquistado el territorio peninsular y establecido el orden y la paz romana.

-No guardan rencor los españoles a los romanos por aquella conquista, don Xosué?- Quiso saber el italiano.

-Rencor?- Respondió el gallego- pasaron casi veinte largos siglos desde entonces, amigo Gaspar, nosotros ya ni somos los descendientes de los antiguos nativos celtibéricos ni de los romanos, somos una mezcla de todas esas sangres y de otros que llegaron aquí más tarde, bien mestizos. Esta lengua que estamos hablando es hija de la que nos enseñaron los romanos, y lo mejor de nuestra civilización, a ellos se lo debemos. Nuestros antepasados nativos les plantaron una férrea resistencia durante dos siglos, sin embargo, no fueron capaces de unirse, defecto hispano, y Roma era mucha Roma.

- Y usted no se identifica más con sus antepasados indígenas que con los conquistadores romanos?-

-Sería de bastardos identificarnos sólo con nuestra abuela nativa -respondió él-, y no con nuestro abuelo romano, que también nos trajo el cristianismo después. Realmente, todo español ilustrado se siente orgulloso de descender del genio organizador, de las virtudes marciales y del cristianismo tardío de Roma. Con toda su crueldad, su avidez de oro y su sentido del derecho, su imperio de águilas fue el recordado y admirado modelo sobre el que edificamos más tarde el nuestro.

Toda nación importante acaba construyendo un imperio, aunque no lo llame con ese nombre. Un imperio, ya simplemente depredador o generador de civilización y nuevas naciones importantes, si consiguen mantener todo lo posible su unidad.-

-Estuvieron mucho tiempo los romanos aquí?-

-Roma imperó cerca de seiscientos años, de los que quedaron vestigios por todo el litoral de esta ría. El Vicus Espacorum, o poblado de los Espacos romanizados, debía ser mayor que el Vigo actual. Hacia trescientos años después de Cristo o más, su centro sería en el Arenal, este que ahora es el barrio de los catalanes. Ya hubo en él, igual que hoy, fábricas de salazones.-

Masetti sabía muy bien, por lo sucedido en su patria, que ningún imperio perdura cuando las esforzadas generaciones de guerreros que lo construyeron son sucedidas por políticos corruptos y populistas, que envilecen a dos o tres generaciones de jóvenes hedonistas sin amor a la patria, que se adaptan a seguir sobreviviendo con el mínimo de esfuerzo, pan y circo asegurados, familia corrompida y confusión sexual. En cuyo caso, los bárbaros más guerreros invaden y dominan, y eso fue lo que ocurrió con Roma, con su provincia de Hispania y con la Gallaecia, según le contó don Xosué.

-Sí, el imperio romano llegó a un nivel de civilización tan alto, que parecía que sólo podía continuar a mejor y mejor. Pero ni las sociedades más ricas y poderosas logran sostenerse si decae el esfuerzo constructivo, la virilidad guerrera y la dignidad unida de los ciudadanos.

Algo más de cuatrocientos años después de Cristo- remató su historia el bibliotecario-, en plena decadencia de Roma, las incursiones depredadoras de los migrantes germanos y los ataques piratas procedentes del norte de Europa acabaron con la civilización de las ciudades asomadas al mar y obligaron a la población superviviente a desplazarse hacia el interior, buscando mayor seguridad. El comercio se paralizó y el mundo circundante y la cultura se hicieron cada vez más rurales, más pacatos y más limitados. Nadie era nada si no tenía un señor de la guerra como protector, al mismo tiempo que como amo. Vamos a dormir, Gaspar?- dijo, haciendo ademan de levantarse.-

-Supongo que seguirá la Edad Media, don Xosué, espero que otra vez me la contará, si es tan amable... Caramba, que tarde es! Muchas gracias por la velada. Mañana tenemos que trabajar temprano.-


CONTINÚA MAÑANA

segunda-feira, 21 de junho de 2021

6 - ANTIGUEDADES

Masetti siguió cultivando su amistad con los dos amigos que había hecho durante la aventura de su viaje por mar hasta Vigo: el señor Quinteiro y el señor Puime, aunque este último pasaba la mayor parte de su tiempo navegando en los barcos de Buenaventura. A pesar de que que trabajaba en levantar su fábrica muchas horas, el italiano no dejaba de visitar en su tiempo libre la casa de don Xosué Quinteiro, donde también se hizo amigo de su esposa, la neogranadina Teresa Caldas, nacida en Cartagena de Indias, que era un encanto, una persona tan espontánea cómo exquisita.

Tratándola, Gaspare, aunque era bien más joven que ella, pensaba que si muchas de las mujeres de las Indias fueran como Doña Teresa, podría ser una apetecible aventura pensar en proyectarse hacia allí en el futuro, ya que le resultaba mucho más atractiva que cualquiera de las gallegas que había conocido hasta el momento en Vigo.

Además de su belleza exótica y graciosa, la criolla -palabra que designaba a los hijos de españoles nacidos en América-, era tan bien educada cómo simpática y acogedora; hablaba castellano con un acento suave y exquisitamente femenino y contaba muy buenas historias de su tierra tropical.

Vigo era un gran monte piramidal y alargado de noreste a suroeste, que se asomaba al mar desde tres niveles: en el más alto dominaba el paisaje el castillo del Castro, donde ondeaban las aspas rojas de la cruz de Borgoña del ejército español sobre fondo blanco, bandera diferente de la flamígera que resaltaba abajo, en los buques, sobre el azul del mar. En el nivel intermedio del monte estaba otro castillo, el de San Sebastián. En el nivel inferior, ya tocando las aguas de la ría, estaba el bastión de A Laxe, esto es, un fuerte de baterías sobre un gigantesco pedrón de granito.

Entre las fortalezas de A Laxe y San Sebastián se encontraba el casco viejo de la villa, resguardado por una muralla. Extramuros, extendíase sobre una playa el Berbés, el barrio de pescadores artesanales nativos al sudoeste, hasta casi Bouzas; y del lado noreste, sobre otra playa, el Arenal, el comercial e industrioso barrio de los catalanes. La nave de licores de Masetti quedaba en la playa de Guixar, entre el Arenal y Teis.

Aquella tarde, Gaspare visitaba la biblioteca de Buenaventura Marcó en el Arenal, convidado por don Xosué Quinteiro, que iba a mostrarle una sección de ella donde se contaba la historia de la villa y de sus contornos. Al parecer, toda Galicia estuvo bien poblada desde tiempos muy remotos. Pudo ver una docena de puntas de flecha talladas en cuarzo en la Edad de Piedra, que se guardaban en una vitrina transparente. Ya de cuando había comenzado la agricultura, se mostraban diversos útiles de mano en otro estante de la misma vitrina. Todo muy semejante a lo que había visto antes en Niza y en Marsella.

De aquel período, tal vez entre el 3.000 y el 1.800 antes de Cristo, el señor Quinteiro, que era el más erudito de los tres bibliotecarios, decía que se conocían unos treinta túmulos funerarios hechos de grandes piedras, situados en la cadena montañosa próxima a la villa, que el pueblo llamaba mámoas. Los nativos decían que estaban habitados por moras hechizadas y otras supersticiones de bobos, aunque era seguro que pertenecían a una época muchísimo más antigua que la de la invasión de España polos moros, que fue siete siglos después de Cristo.

El docto don Xosué le contó que por todo el litoral de la ría de Vigo y de la de Pontevedra había numerosos petroglifos o grabados en piedra con motivos geométricos, espirales, laberintos, armas y animales. Los restos encontrados hacían suponer que estas tierras continuaban muy pobladas durante la Edad de Bronce.

En ese tiempo, barcos fenicios y griegos se aventuraban a cruzar las Columnas de Hércules y salir al oceano a intercambiar con los indígenas de aquellas remotas tierras el kassiteros, un mineral que daba óxido de estaño, el cual, aleado con el cobre abundante en Chipre, producía la dureza del bronce, una renovadora tecnología que fabricaba sólidas armas e instrumentos de trabajo, mobiliario y construcción.

-Los navegantes mediterráneos -explicaba el señor Quinteiro-, habían dado el nombre de Oestrymnios a los que les cambiaban por aquí el estaño por sus propios productos. No hay registro ninguno de cómo ellos se llamaban a sí mismos.-

-¿Qué es lo que significa Oestrymnios?- Preguntó Gaspare.

-Oestrymnios puede ser una palabra de griego arcaico que viene a indicar "los que viven en el extremo occidente", en el fin del mundo entonces conocido. Sin embargo, ellos conocian tierras todavía más lejanas, y traían estaño de la penísula británica de Cornualles, arriesgándose con sus barcos de cuero por aquellos mares del norte tempestuosos, para seguir vendiéndoselo a los fenicios y griegos, cuando se encarecía su extracción en Galicia.-

-¿Llegaban hasta Inglaterra en barcos de cuero? Caramba con los antiguos gallegos!-

-Y hasta Irlanda, cuyas leyendas hablan que sus antepasados, los gaélicos, habían conquistado la isla a los indígenas anteriores, procediendo del noroeste de la Península Ibérica... mas, realmente, amigo Gaspar, todavía no se pode hablar de antiguos gallegos, ni de ingleses o irlandeses. Todos esos gentilicios son más modernos. No tenemos idea de cómo se llamarían aquellas gentes, hubo muchas invasiones de otros pueblos en el pasado.-

-Mire este precioso libro en latín, "Ora Maritima" -mostró don Xosué-: es de un poeta romano de cuatrocientos años antes de Cristo, Rufus Avienus Festus, que nunca llegó por aquí, pero que describió en versos las costas del mar que registraron los antiguos navegantes griegos en los documentos que él consultó. Un capitán de un periplo griego dejó escrito que los oestrymnios tuvieron que huir un día de su tierra por causa de una invasión de serpientes.-

-¿De serpientes?- Se asombró Masetti.

-La palabra del griego es "Saefes"- señaló el bibliotecario en el libro.- Se supone que designaría el tótem de una tribu invasora, tal vez una tribu de celtas, porque los romanos llamaban ligures a todos los antiguos habitantes de su occidente, y registraron que los ligures habían sido desplazados o sometidos por invasores celtas procedentes, seguramente, del norte del Cáucaso. Sin embargo, es poco lo que sabemos hoy por hoy de los celtas por aquí... Gal puede ser algo así como una Gaia céltica que dio nombre a las tierras de la Galia, Gales, Portu-gal, y, más tarde, a la Galitzia de los Cárpatos, en la Ucrania occidental, y a los gálatas del centro de la Anatolia, en la actual Turquía.

-...Y a la Galicia de aquí también, dá para suponer.- Añadió Gaspare.

-Galicia viene de "Gallaecia", que es el nombre que los primeros conquistadores romanos dieron a la tierra de los galaicos, que vivían al norte del actual Porto, el puerto de los gal, y por aquí mismo.-

-Entonces ya toca que usted me hable de los romanos.- Sugirió el italiano.

-Ya va tocando, ya- respondió él, con una sonrisa-. Vamos a pedir algo para tomar y después le cuento, si quiere.


CONTINÚA MAÑANA.

domingo, 20 de junho de 2021

5 - EL ROMANO

 Finalmente, Masetti firmó su asociación con Marcó ante el escribano de Su Majestad, que lo registró como "Don Gaspar Macetti, romano" porque creía que la invasión de Napoleón había hecho que sus Estados Pontificios natales se llamasen en aquel momento, 15 de Septiembre de 1799, República Romana. 

El escribano lo había escrito así porque ignoraba que  Crevalcore, Bolonia y la Romaña, su pueblito natal, su ciudad próxima y su región, no se encontraban más en los Estados Pontificios, que bajo el dominio francés ya no existían, ni tampoco en la República Romana, sino primero en la Federación y luego República Cispadana y aún después en la República Transalpina, estados artificiales con nombres bien característicos del centralismo francés creados por los invasores para mejor someterlos. para que perdiesen la memoria histórica y el especial carácter de sus naciones, forjado durante siglos, para despersonalizarlas y para hacer con sus hombres levas de carne de cañón contra los monarquistas austríacos, que, de todas maneras, dominaron de nuevo Bolonia mientras Napoleón Bonaparte se hallaba ocupado en la loca aventura de conquistar los remotos Egipto y Palestina creyéndose Alejandro revivido... 

Pero todos aquellos cambios no le decían nada a nadie fuera de Italia, ni le importaban a nadie, los españoles vivían sumergidos en su propia memoria de la realidad, como si su imperio, ya menguado en Italia y en el resto de Europa después del tratado de Westfalia, aún fuese la gran monarquía global donde no se ponía el sol.

Había cuatro o cinco apellidos familiares procedentes de Italia entre la burguesía mercantil de Vigo, como don Felipe Jacobo Magi, hijo de un patrón genovés ahidalgado por matrimonio con una nativa, Jacobo Zermelo, factor de una importante firma compostelana, los fomentadores Bianchi, el tendero Santiago Felipe Coppa, un boticario muy competente en pequeñas cirugías al que llamaban Alberto el Toscano... ninguno de ellos, desde luego, era romano, o sea, de los Estados Pontificios, y tampoco importaba... en España todos ellos eran compatriotas italianos y hermanos, fratelli d'Italia. 

Pero, ante los españoles, sí que era bueno ser romano. Por causa del respeto reverencial que los hispanos sentían ante el nombre de la ciudad de los Césares y de los Papas, madre de la Civilización y trono de San Pedro. Por caua de ello, y  tal vez influenciado por las altas recomendaciones de don Xosué Quinteiro, que había presentado a Masetti como todo un caballero muy ilustrado, a pesar de su juventud, el escribano real le había puesto un título de don que no le correspondía, y un gentilicio que tampoco. 

Gaspar percibió enseguida que aquello era "suerte de extranjero", suerte que elevaba mucho su consideración social local, y no se le ocurrió desmentirlo, de manera que, en adelante, comenzó a ser conocido en Vigo como "don Gaspar el romano".

También la gente había acabado por llamar al Señor Marcó "don Buenaventura", pero no antes de que sus enormes y generosos préstamos a los reyes Carlos III y Carlos IV, que jamás le fueron devueltos, le valieran un título de hidalguía que ennobleció a su familia y sirvió de honrosa plataforma a las carreras de sus hijos. 

Los administradores y trabajadores que Buenaventura le proporcionó resultaron ser muy eficientes, y en apenas un año la fábrica estaba produciendo muy bien y la mayor parte de su producción ya había sido prácticamente comprada por los clientes de Marcó, antes de acabar de elaborarse. Todo parecía fluir de la mejor manera posible al comenzar el nuevo Siglo Diecinueve sobre aquella nueva tierra que había escogido para vivir y trabajar en paz.

Su socio y protector, Marcó del Pont, residía con su esposa, doña Juana Ángel y Méndez, en una amplia casa en la calle Arenal, la principal del barrio de los catalanes, aunque, por haberse casado hacía muchos años con aquella viguesa descendiente de una rama de otra rama de la noble Casa de Sotomayor, y por haber sido vecino de la prestigiosa Calle Real, ya no se le consideraba más un catalán ni figuraba como catalán en las relaciones de ciudadanos.

Situada enfrente de la ría y de los barcos, su casa era amplia y lujosa, la única de Vigo con un oratorio privado, de varias plantas con galerías, en las que el matrimonio había criado a sus hijos, que ya eran personas de élite, con altos destinos en los negocios o en el ejército: Francisco Casimiro era oficial de infantería en Cataluña. Ramón Genaro, el eficaz ayudante de su padre en sus negocios en Vigo. Ventura Miguel llevaba tiempo siendo consignatario de buques y fundador de una casa de comercio en Buenos Aires y había accedido a los muy importantes cargos de regidor y síndico del Real Consulado de aquella ciudad, siempre luchando por el libre comercio contra los monopolios.

Su hermano menor, Juan José, se dedicó a la carrera militar y más tarde a los negocios en Madrid y en Buenos Aires, colaborando con los de su padre. Hacía seis años había sido enviado a México como Vista Principal de la Aduana en colaboración con el Marqués de Branciforte y Godoy, y retornado a Madrid recientemente.    

Manuel María era otro hijo de don Buenaventura incorporado en el ejército español, que destacó durante la Guerra del Rosellón y las  Campañas de la Cerdaña contra la República Francesa, al mando del General Ricardos, donde había sido camarada del capitán don Juan Clarós, el primer español con el que Gaspare había hecho amistad al llegar al primer pueblo de frontera de Cataluña un año antes. Otro hijo militar de Marcó era Pedro Ángel, capitán-ayudante del batallón de voluntarios de Gerona, 

El gran empresario también tenía dos hijas, la mayor, muy bella y muy señora, se llamaba Ana Jacoba y estaba casada con Don Juan Fontán y de Pueyo, el  señor del Pazo de Baión o Granxa de Fontán, donde se elaboraba el mejor vino de las Rías Bajas, tan bella y rica que decíase que se talló cuando Dios posó los cinco dedos de su mano sobre el litoral Oeste de Galicia, para contemplar o mundo que acababa de crear.

En Galicia, un pazo es una mansión señorial con cierto aire de castillo, en una amplia finca, con muros de piedra y escudos nobiliarios erosionados por las lluvias y teñidos de musgos o líquenes verdes y amarillos.

María Magdalena, la hija menor de Buenaventura, moza recatada, permaneció soltera cuidando a su madre, como era tradicional para la más joven, incluso entre aquellas familias que podían permitirse tener varios criados y criadas. 

Para preservar la intimidad de sus hogares, Buenaventura Marcó y su hijo Ramón Genaro tenían sus despachos en otro edificio próximo, guardado con una muy elegante portería, donde recibían continuamente personas y donde se encontraba, también, su biblioteca. 


CONTINUARÁ MAÑANA.


sábado, 19 de junho de 2021

4 - EL GRAN EMPRESARIO.

Primavera de 1800

Era espléndida la primavera en Vigo y en todo el contorno de su bella bahía, radiante de verdor y de margaritas doradas, más aún porque en ella acababa de inaugurar Gaspare Masetti su fábrica ante la playa de Guixar, "Aguardientes y Licores de Galicia". Se trataba de una gran nave que había sido uno de los almacenes de material náutico de Buenaventura Marcó del Pont, a quien llegó recomendado por su primo, el señor Ribó, desde Barcelona.

El señor Ribó, dueño de una distribuidora de productos de todo tipo en la gran ciudad catalana, era quien había aconsejado a Gaspare establecerse en Vigo, cuando el italiano abandonó la siempre convulsionada Francia para probar fortuna en España, una vieja monarquía imperial y global bastante estable que, a diferencia del resto de Europa, parecía a salvo de la agresividad expansiva de sus revolucionarios vecinos, ya que, a pesar de haber guillotinado al primo francés del rey español, necesitaban mantener su alianza con él, para contrarrestar juntos el creciente dominio de los mares por el común enemigo británico.

Fue Ribó quien le facilitó pasaje para él, su carro de licores preciosos y sus caballos en el "Santa Victoria", propiedad de Buenaventura, a cambio de que ayudara a los señores Quinteiro y Puime a inventariar y controlar las mercancías que le enviaba.

Xosué Quinteiro,un hombre mayor, era uno de los secretarios gallegos de Marcó del Pont y también el principal encargado de su biblioteca en Vigo. Aunque no era hidalgo, todo el mundo le llamaba don Xosué por causa de su brillante ilustración vocacional y por su inteligencia y maneras de diplomático.

Durante la larga travesía tuvo tiempo de sobra para calibrar bien a Masetti, por lo que pudo presentárselo a su patrón con muy buenas referencias, luego de aquella llegada triunfal y lucrativa.

Así que el gran empresario lo acogió, le escuchó con muchas atenciones, apreció enormemente la muestra de excelentes licores de su propia alquimia, le facilitó su primer alojamiento y le introdujo a las potencialidades comerciales de la región.

Buenaventura era socio principal de dos fábricas de aguardientes en Pontevedra, la ciudad más próxima, capital de la provincia, y le ofreció que pasara un mes en cada una, como delegado supervisor de los encargados en su nombre, con toda su estancia pagada, y que le hiciera un informe de cuanto había visto en ellas, más un proyecto de cómo, a su parecer, podría mejorarse su funcionamiento integral.

Pontevedra era una ciudad muy vieja, bonita y muy agradable, hidalga, administrativa, militar y clerical, con un centro monumental y lujoso, enmarcada en una ría bucólica; sin embargo, carecía del empuje creativo y constructivo que él había sentido nada más llegar a Vigo y que tal vez tuvo en el pasado medieval, antes de que las arenas del río Lérez cegaran su puerto. El tiempo parecía fluir tan despacio en ella como su río, también el tiempo productivo de las dos fábricas de aguardientes asociadas al señor Marcó.

Gaspare encontró rápidamente y expuso formas de multiplicar por dos sus resultados, pero dudaba mucho de que aquella gente tan tranquila, acomodada, parsimoniosa, aristocrática y afrancesada e sus maneras, las pudiera realizar y mantener, según él marchase.

En cuanto tuvo a la vista ambos proyectos, a los cuales Masetti había agregado una propuesta de fabricar varias líneas de sus licores más finos, totalmente nuevas en la región y en España, el gran empresario los estudió cuidadosamente durante un mes, los fundió en un sólo para ser realizado en Vigo, hizo sus propias sugerencias y, ya inmediatamente, citó a Gaspare en su nave vacía y se la ofreció, junto con un buen pacto.

Masetti, hombre cauto, había solicitado una semana para pensarlo y se asesoró cuanto pudo, pero pronto encontró que era la "única más favorable propuesta" que se le ofrecía.

Después de haberle pagado una entrada razonable por su local, se lo vendió de la misma manera en que vendiera antes a múltiples emprendedores, ya industriales, comerciantes, navieros o corsarios, sobre todo catalanes cómo él, que se habían ido estableciendo en el prometedor puerto gallego en crecimiento.

Marcó del Pont, regidor o concejal perpetuo de la villa, por nombramiento del arzobispo de Santiago, señor de aquellas tierras, también tenía otros innúmeros cargos y funciones -"il capo de tutti capi", como dirían en Italia-, por ser el hombre más rico e ifluyente de Vigo, así que te conseguía todas las licencias y permisos para desarrollar tu negocio, te colocaba en contacto con proveedores y clientes y te proporcionaba buenos asesores jurídicos, administradores o trabajadores.

Incluso adquiría una parte de tu producción por adelantado para venderla en el resto de la Península o en las Indias por su cuenta, con lo que te aseguraba una base de ingresos desde el primer día. A cambio, tú le ibas pagando al contado los intereses trimestrales del resto de lo que le debías, más una participación de un 10% de tus ganancias, contabilizadas por uno de sus contables, en la que se incluía un seguro para tu fábrica y tus productos.

Buenaventura Marcó llamaba a aquella forma de hacer negocios "desarrollo cooperativo". Si te iba bien, ganabas independencia, pero nunca podías hacerle verdaderamente la competencia porque él tenía participación en tu negocio. Si te iba mal, él estaba allí para apoyarte con sus seguros, préstamos, abogados o influencias, aunque aumentando sus intereses o su porcentaje de participación, según el riesgo. Todo razonable y claro, viejo régimen ilustrado y progresista, con un tanto de feudal y otro tanto de moderno.

La asociación de los empresarios cooperantes se comprometía, en el contrato, a hacer cuanto fuese posible por desarrollar constructivamente la villa gallega, hasta que pudiera convertirse en toda una ciudad e incluso en la capital de la provincia. El progreso de Vigo significaba el progreso de todos sus residentes, ya los empresarios o sus colaboradores. "Sus colaboradores, no sus trabajadores" -decía Buenaventura-, "...porque, en Vigo, cada verdadero empresario es un trabajador más, y quien tiene que dar el mejor ejemplo de buen trabajo a todos sus compañeros y vecinos."

Y siempre disponías de la ventaja, igual que los corsarios de sus barcos, o clientes fijos, o el resto de las doscientas o trescientas personas que trabajaban para él de forma más o menos directa, de ser atendido por sus médicos y de comprar en su economato cuanto necesitases, a un precio bien más barato que en el mercado normal; o hasta conseguirlo fiado, si estabas pasando una mala racha, sólo con que él te escuchara y autorizara al cajero. Si querías liquidar o vender tu negocio, él tenía preferencia para adquirirlo, o para que lo adquiriera un recomendado suyo.

Todo atado y bien atado en su pedazo escogido del mundo.


CONTINUARÁ MAÑANA.


sexta-feira, 18 de junho de 2021

3 - EL ENEMIGO

Justo en ese momento, el tercer oficial avisó que una vela surgía de la niebla al norte. Demoraron bastante en poder identificar el barco, pero ya todo el mundo estaba sintiendo al inglés y preparándose para el combate. Gaspare, nervioso, las armas pesándole en las manos, no tenía atención más que para cada instante presente.

Oyó al tercer oficial informando: -Inglés, mi capitán, bergantín bien cargado, aún no da el catalejo para leer el nombre. No parece que más rápido que nosotros. Dieciseis cañones. Si tan armado va, algo valioso llevará.-

-El capitán Maruri ordenó alcanzarlo -contaría después Gaspare-, desplegar una gran bandera de la armada española color sangre y oro, disparar una salva. No estaba a alcance de los cañones de nuestro barco todavía, pero se le comninaba a rendirse y, al mismo tiempo, avisábamos al Gavilán, que aún no se veía.

El bergantín inglés no había huido luego de nuestra primera salva, sino que se vino, muy decidido y gallardo, a buscar confrontación y a la captura. Cuando llegó suficiente cerca para leer su nombre, un nombre raro, maniobró y lanzó una primera andanada de sus ocho cañones de estribor que me heló la sangre con su estruendo, pero Maruri, que estaba muy atento, ordenara, justo antes, una virada extrema escorando hasta el límite y esquivó la muerte, que pasó silbando duro en nuestros oídos. La marinería lo felicitó con un clamor.

Surgió de repente por el horizonte el Gavilán, y el inglés pareció perder bastante de su brío. En ese momento de vacilación, Maruri prolongó su virada en un ángulo de giro cerradísimo, con la mayor velocidad que pudo obtener del viento a favor, para no darle tiempo de dispararle de nuevo, y se pasó al enemigo por la popa, lanzándole una certera enfilada, de atrás para delante, que arrasó toda su cubierta.-

Masetti, con la adrenalina a tope, se sorprendió de que no hizo falta más; todo acabó enseguida. El inglés arrió su bandera y, para evitar el abordaje, su capitán mandó arriar también un bote y se llegó, con seis remeros, al Santa Victoria, a fin de parlamentar con el capitán adversario. 

El señor Quinteiro le dijo, muy tranquilo, que aquello era lo más frecuente en corsarismo, al menos, entre cristianos. La mayor parte de los duelos navales no eran a muerte, sino a primera sangre. Si un buen capitán veía que no tenía superioridad evidente o que le habían hecho un primer daño pesado, no arriesgaba las vidas del resto de su tripulación e intentaba una rendición razonable, con promesa del enemigo de ser bien tratados y de permitir el regreso de los tripulantes a su isla, vía Portugal, cosa que Maruri concedió como solía.

-Maniobra magistral- comentó el sobrecargo Puime.- Suerte que era un mercante armado. de ser un barco de guerra, no se rendiría, ni herido, sin mucha destrucción y bajas, de las que no nos habríamos librado nosotros tampoco. La armada británica hace consejo de guerra a los cobardes, igual que la nuestra.-

Masetti sintió pena por los británicos rendidos. Llegaban gritos de dolor desde su cubierta. Se le escapó una queja en voz alta: -¿Por qué tiene que haber guerra entre las naciones civilizadas?-

-Desde la primera vez que un español transportó un cargamento valioso- respondió don Xosué-, surgió un depredador inglés o francés que quería arrebatárselo, Gaspar, o de otras naciones tan cristianas como nosotros, o casi. Desde entonces, no hemos parado de relacionarnos civilizadamente. Cuanto más nos civilizamos, más daño hacen los cañones.-

-La guerra es política de fuerza y la política de las naciones no se puede subordinar a la ética, amigo italiano, tal como su paisano, Maquiavelo, dejó bien claro.- Señaló también el señor Puime.- Aunque un barniz de ética la haga parecer más elegante, la política, desde que comenzó la competencia entre los seres vivos, siempre ha consistido en una cuestión de supervivencia, interés y predominio de ciertos grupos humanos contra otros.-

El Gavilán se acercó al Santa Victoria cuando ya una parte de sus marineros, dirigidos por un segundo oficial, estaban tomando  a su cargo el navío inglés y atendiendo a sus heridos. Así mermados de gente, no quedaba otra que dirigirse, cazador y presa juntos, a la bocana Sur de la ría de Vigo, en tanto que el Gavilán, que cargó a los prisioneros anglos, quedaba libre para ir de caza por su cuenta, luego de desembarcarlos ante cualquier playa portuguesa sin poblados.

Así gozó Gaspare Masetti de la entrada triunfal del Santa Victoria y su presa  en aquella bella bahía y su puerto, habiendo conquistado un cargamento de  dos mil quintales de bacalao seco, los vigueses aclamándolos y las campanas sonando a celebración. Por la tarde hizo la suya el Gavilán, adornado de todas sus banderas, trayendo consigo otro bergantín británico, rendido sin lucha, que cargaba diez mil fanegas de trigo.

CONTINUARÁ MAÑANA

2- CORSARIOS

 AÑO 1799.


Cinco o seis vigías permanecían atentos desde el amanecer, provistos, algunos, de catalejos, a fin de descubrir a tiempo cualquier vela que comenzara a despuntar en el horizonte. Hacía un tiempo bastante brumoso, con grandes olas que daban cierto miedo a Gaspare Masetti, italiano de tierra dentro, aunque no percibía inquietud, por causa de ellas, en los marinos gallegos del "Santa Victoria", el barco corsario que le trajo desde Barcelona y las islas Baleares, bordeando gran parte de la Península Ibérica, tras burlar, hasta entonces, el bloqueo británico.

El "Gavilán", el buque compañero, se mantenía a suficiente distancia cómo para que, si el primero barco español era avistado por el enemigo, no se avistase el segundo hasta que fuera demasiado tarde. Con aquellas precauciones, navegando a gran distancia de la costa portuguesa, consiguieron pasar, por fin, el nivel de la ciudad de Oporto.

En ese momento todo el mundo suspiró, aliviados. Porque, hasta entonces, su prioridad había consistido en evitar ser descubiertos. Ya relativamente cerca de su base en Vigo, la prioridad se volteaba. El timonel recibió la orden de acercarse más a la costa y los avezados ojos de la tripulación corsaria permanecieron atentos a cualquier posible objeto de captura que añadiera valor a su larga y arriesgada travesía.

Don Xosué Quinteiro envió al sobrecargo a llamarlo. -Le recomiendo que permanezca junto al señor Puime y junto a mí, señor Masetti. Por favor, vaya a por sus armas y venga aquí de nuevo.-

En breve, Gaspare se reunió con ellos, armado de lo que el sobrecargo le prestara desde los primeros días de navegación: una pistola de chispa y munición, una espada curva envainada y un cuchillo, también en su vaina, de aquellos que los españoles llaman "de misericordia". Quinteiro y Puime tenían a mano armas similares, aunque la pistola de don Xosué llevaba incorporada una pequeña hacha en el cañón. De pronto le pareció mucho más joven y enérgico.

-Luchó alguna vez con armas en la mano, Gaspar?- Preguntó el señor Quinteiro con discreción.

-No señor, nunca. -Respondió él.- Y, con todo respeto, tampoco lo deseo, a menos que tenga que defender mi vida y mis pertenencias. Comprendo que los españoles llevan mucho tiempo luchando contra los británicos, usted me lo contó. Pero a mí, personalmente, o a mi pueblo, nada malo nos hicieron nunca los ingleses.-

-No se preocupe, entendemos su situación. -Quiso tranquilizarlo el señor Quinteiro.- Le pedí que estuviera junto a nosotros porque así podremos protegerlo dentro de lo posible, aunque nadie está a salvo de la artillería en un combate naval. A ninguno nos parecerá mal que no use sus armas, a menos que usted mismo decida hacerlo, o que las rinda sobre cubierta, si llegara a pensar que no tiene más remedio. No lo consideraríamos ninguna deshonra.-

-Y no crea usted, tampoco, que odiemos a los ingleses. -Añadió el señor Puime-. Tuvimos un período de trece años de paz con el Reino de Gran Bretaña hasta 1796, aunque ellos estaban un poco resentidos por la ayuda de nuestro rey anterior, Carlos III, a la independencia de sus colonias en Norteamérica; y antes, otros 16, hasta el 1779, y durante ese tiempo, comerciamos mucho con ellos y yo fui varias veces a llevar cargas a su isla. No es tan fácil hacer allí amigos como aquí, son muy reservados y contenidos, pero los que yo hice, resultaron buenos.-

-Yo también hice allí buenos amigos, -Afirmó don Xosué.- Los prefiero, con mucho, a los franceses, tanto como amigos o como enemigos, salvo por la falta de sol y lo mal que comen. Yo creo que son un pueblo tan agresivo por carecer de sol y de alegría en sus comidas. En fin, la guerra es la guerra y, si últimamente tuvimos guerras con ellos, por ayudar a los norteamericanos contra ellos, es por causa de nuestra infeliz alianza con los franceses. Los norteamericanos nunca nos van a agradecer nada, al contrario. Y los franceses tampoco.-

Con estas conversaciones aliviaban la tensión del acercamiento. Toda la marinería estaba sirviendo velas y cañones. El activo contramaestre pasaba supervisando todo y a todos con mil ojos. Cada momento era vivido a plena intensidad.

-Don Xosué- Dijo Masetti en voz baja- Me gustaría preguntarle algo muy personal sobre sus creencias, pero temo parecerle indiscreto.-

-Puede preguntar, Gaspar, ya espero que me considere su amigo. No hay preguntas indiscretas entre amigos. Lo que sí pode haber son respuestas indiscretas. En cuyo caso su amigo Xosué le diría, francamente, que no desea contestar a eso, y a usted le parecería muy bien.-

-Entendido y de acuerdo. Muchas gracias. Ésta sería la pregunta: Qué cree que acontecería con usted si nos abordaran los ingleses, luchamos, nos superan, usted no quiere rendirse y muere luchando? Perdone si le parece muy bruta mi pregunta, y no la responda si no quiere.-

Don Xosué no lo pensó mucho, y le respondió, también, en voz baja:

-No creo que suceda nada de eso, Gaspar, puede confiar en que se encuentra entre los mejores compañeros posibles para enfrentar con éxito un abordaje. Sin embargo, de acontecer lo que usted imagina, y si yo muriese luchando, estoy seguro de que mi alma, mi consciencia, si usted quiere, o es mortal o es inmortal. Si es mortal, nada que temer, se apaga y adiós a los dolores del mundo. Y si es inmortal... nada que temer tampoco, puesto que no pesan sobre mí, en este preciso momento, ofensas imperdonables a la Vida. A disfrutar de una nueva aventura de la consciencia, allá donde Dios quiera.-

CONTINÚA MAÑANA.

1- PRÓLOGO

Esta novela, que voy traduciendo y publicando aquí en tanto que la construyo en Gallego-Portugués, (GALLEGO QUE PUEDAN ENTENDER LUSO-PARLANTES) en breves entregas diarias, la dedico, en primer lugar, a mis amigos vigueses, Mercedes Puime, esforzada investigadora de documentos, que me hizo saber de la existencia real del protagonista en el siglo diecinueve y a Miguel Quinteiro, luchador social y polemista, cuyos ojos ya tienen dificultades para leer, y es a causa de eso que estoy estudiando como servirla también en un podcast, en audio.

También se la dedico al querido Fernando Franco, periodista y cronista de la ciudad de Vigo, a los otros amigos de mi tierra a quienes ya envié los primeros audios directamente, a mis amigos hispanos, portugueses y brasileños, que la podrán entender, a mi esposa e hijos y a mi nieta Telma, que aún es bebé en la isla de Menorca, para que se vaya familiarizando al crecer con la voz de su abuelo y con esta otra lengua latina y española, llamada Gallego, además del Castellano y del Catalán, la cual puede permitirle algún día entender el Portugués Universal, puesto que, de todo cuanto estudie en la vida, lo que más ampliará su mente será poder manejarse en media docena de idiomas y culturas.

Esta novela cuenta como mi puerto natal, Vigo, en Galicia, España, se fue convirtiendo en ciudad después del año 1800, y me puse a escribirla para investigar y comprender los orígenes históricos de la España moderna y de las naciones hispanas a las que más ligado me siento.

No puedo responder por la veracidad de las informaciones históricas que he copiado de la Red, de tantas páginas, que ni puedo poner una bibliografía. Ésto es un cuento mío, y está lleno de otros cuentos de otros, aunque haya quien los llame historia. Yo creo que todo lo que llamamos historia es una ficción, igual que esta novela. No creáis nada, pero me gustaría que os sirviera para reflexionar.

Los poemas del personaje Telmo Sitge son de la autoría de mi amigo, el excelente poeta colombiano, Francisco Javier Lopez Naranjo. Yo los traduje al Gallego, perdiendo rimas.

Sin más, terminaré este prólogo y empezaré contaros como, después de vivir la Revolución Francesa, llegó a la ría o bahía de Vigo, a bordo de un buque corsario, mi protagonista, el italiano Gaspare Masetti, de cuya existencia quedaron unos pocos datos reales y una vieja casa, aunque yo me estoy inventando, sobre ellos, la mayor parte de su vida.

Como todas mis novelas, pongo ésta gratuitamente en Internet a disposición de toda la generosa y civilizada sociedad que me mantiene a mis 70 años, a fin de seguir contribuyendo a ella mínimamente con el trabajo que puedo hacer, y agradezco vuestros comentarios para mejorarla, pues no debe considerarse terminada, sino en proceso, en tanto yo tenga vida y voluntad para seguirla perfeccionando.

Un afectuoso abrazo desde nuestra "Villamaga del Pazo", de Muiños, Comesaña, Vigo, para mis amados amigos, parientes y conciudadanos.

CONTINÚA MAÑANA