quinta-feira, 8 de julho de 2021

21- MUJER Y CIVILIZACIÓN

Alrededor de las islas Cíes, día y noche frente a ellos, el mar seguía hirviendo en velas británicas, la mitad de ellas recogidas. Pero nada sucedía, salvo vigilar, esperar y aburrirse que, en gallego, es lo mismo que aborrecerse. Aborrecerse de todo mucho, mucho... tantas cosas buenas que uno podría estar haciendo, y ahí, encolado a las rocas sin poder salir de la playa, bajo un sol de justicia, como un percebe. Todo porque a un rey extranjero de un país lejos p´a caramba le dio por interferir en tu vida. Menos mal que no le había dado al tiempo por llover, también.

A veces, alguno de los hombres de Masetti bajaba hasta la orilla de la playa y soltaba una gran insultada a berridos para desahogarse, pero nada de aquello atraía al enemigo ni lo hacía huir. Los voluntarios conversaban todo el tiempo entre ellos para matar el tedio, pero las únicas conversaciones que tenían suficiente sustancia para entretener a Gaspare eran las que mantenía con el hermano de Sofía Sitge. Bastaba abrir su libro de la creatividad, y ya surgía tema para darle juntos al coco y a las lenguas por un tiempecito.

-"La independencia y el bienestar de las mujeres marca la medida del grado de civilización de cualquier sociedad". ¿A cuenta de qué viene esta frase que apuntaste aquí, Telmo?-

-Es otra de las que copié del libro de viajes del inglés Jardine. Él decía que, cuanto más primitivas las sociedades, con menos delicadeza son tratadas las mujeres. Menospreciar y degradar al sexo femenino es típico del estado salvaje en todos los lugares del mundo; a Jardine no le gustó nada, por ejemplo, cómo eran tratadas en las montañas del Rif, en Marruecos.-

En las tribus más brutas, quien mandaba era el asesino más fuerte, su cuadrilla de matones, sus clientes y la carne de cañón tribal, por orden de poder. Todos los bienes que tenían, o los que arrebataban a los vecinos con los que siempre estaban en guerra, eran de la tribu, y los usufructuaban de forma comunitaria, pero jerarquizada; y las mujeres, los niños, los esclavos y los animales eran cómo cosas, y listo.

Por el contrario, estaba claro que la condición femenina iba mejorando en las sociedades más avanzadas, a medida que se establecía la propiedad privada de una favorita que los jefazos no querían compartir con nadie. Y, de esa exclusividad acababa, por ley del grupo decretada por el poder, instituyéndose el matrimonio estable y el derecho de herencia, los cuales otorgaban mayor seguridad y medios de subsistencia a las personas de las favoritas y a los hijos de los caciques con ellas.

En un grado de evolución más avanzado, surgía lo que nosotros llamamos la familia y, en el siguiente, el trato cortés continuado entre los sexos redundaba en el refinamiento de los afectos, la moral y las costumbres civilizadas, no sólo en la familia de los mandamases, sino en todo el grupo.

Jardine hacía una lista de las cualidades femeninas que apreciaba, tales como modestia, refinamiento, decencia, suavidad de maneras, sensibilidad... y aseguraba que contribuían de forma muy importante, en una sociabilidad entre los sexos, al desarrollo de las artes y al perfeccionamiento de la civilización, domando la natural rudeza del hombre guerrero y propiciando la delicadeza de los sentimientos y la armonía familiar y conyugal.

Él pensaba que en la evolución histórica progresa algo así como un proceso de «feminización» de la sociedad, tendencia deseable al mismo tiempo que amenazante, caso de salirse del justo medio y radicalizarse, en la medida en que puede desplazar al hombre de su "tanto monta, monta tanto" en la familia, y hasta afectar a la cordura masculina, a causa de la dependencia con que las mujeres sujetan a los varones con sus armas de deseo y seducción, abriendo o cerrando los caudales de sus placeres o reproches, según les convenga.-

-Sobre esta preocupación, yo creo que él coincidía con otros viajeros ingleses -siguió Telmo- que, tal vez influidos por la relación literaria entre don Quijote y Dulcinea, veían al español popular típico como embriagado del antiguo espíritu del caballero andante, en la forma en que se dirigía a las mujeres.

...Y decían que los poetas hispanos casi siempre identificaban a sus amadas y musas cómo diosas ideales o como inmaculadas hijas de la Virgen María, con toda una extravagancia barroca para ellos muy exagerada, porque más parecía una idolatría católica por el sexo femenino en general, la cual estimulaba la soberbia de las féminas hispanas, que una admiración galante por las bellezas y virtudes reales de una mujer concreta.

...Por ello razonaban que les parecía un cierto signo de retraso cultural colocar al sexo femenino completo en un altar, en lugar de valorar en su justa medida las cualidades de las mujeres virtuosas una a una, como presumían que se hacía en la progresista Inglaterra.

-Dijiste que el tal Jardine acabó siendo cónsul en la ciudad de La Coruña -apuntó Masetti-, así que él debió conocer bastante bien esta tierra. Estoy curioso por saber que era lo que él opinaba sobre las mujeres gallegas.-

-...Pues parece que hablaba de las gallegas cómo dirigentes de un matriarcado dentro de la casa familiar, tan imperioso como él nunca vio en otros lugares de las Españas, y se sorprendía de la igualdad de su relación con los hombres gallegos, describiendo cómo ellas realizan en el campo tareas consideradas en otros países como masculinas como, por ejemplo, cultivar las fincas azada en mano, en tanto que sus maridos trabajaban fuera de casa o en el mar... y se comenta que Jardine no sabía muy bien si este reparto de papeles y tareas debería entenderse como un signo del retraso o del progreso social de nuestro pueblo.

Desde luego, le gustaba España y, desde su moral británica con base en el puritanismo, esperaba que las mujeres españolas dignas fueran suficientemente sensatas para no dejarse arrastrar al relajamiento de costumbres que trae consigo el laicismo y el desarrollo económico y social de la modernidad, acompañado por la difusión de valores tan hedonistas como los que afectaron a las francesas de después del Terror.-

-Y qué es lo que opina tu madre de esta teoría de que la independencia y el bienestar de las mujeres marca la medida del grado de civilización de una sociedad?- Le preguntó Masetti, para sonsacarle información sobre su familia.

-Pues casi es la misma teoría que la de ella, o de su propia madre, que se la debió enseñar. Ella siempre dice que son las mujeres quien hacen que una casa parezca civilizada, y que los hombres somos seres tan simples y descomplicados que, si fuera por nosotros, seguiríamos rascando la barriga en una caverna y sólo saliendo a cazar o pescar cuando nos apretara el hambre o los reproches de la parienta. También está segura de que, si las mujeres mandaran, no habría guerras en el mundo... a menos que sus hijos fueran amenazados.-

-Hubo reinas en España e Inglaterra que desmienten eso último...Tu hermana Sofía piensa lo mismo que tu madre?-

-Mi hermana va más allá, Gaspar -dijo Telmo.- Ella dice que no hay que conformarse con mantener ordenado y civilizado el propio hogar, sino también hacer progresar, ordenada y civilizadamente, a la propia comunidad en la que uno vive.-

-Eso dice ella? -Se admiró Gaspare- Y cuál es su teoría de cómo mantener civilizada su propia comunidad?

-Ella es más de práctica que de teoría, la Sofía- dijo Telmo con visible aprecio-, la teoría ya está contenida en el cristianismo que todos mamamos aquí. Obras son amores, no basta con la fe y con rezar mucho, como dice el párroco de Teis, don Camilo, y añadió que seríamos cómo salvajes si permitiésemos que hubiera niños en Vigo pasando hambre, viviendo en la calle, o estando enfermos sin recibir cuidados, o analfabetos sin recibir instrucción básica, y fue él quien colocó su teoría en práctica. Mi hermana también es de esa madera.-

Calló Telmo porque estaba atardeciendo y el espectáculo natural de la Ría de Vigo se tornaba mágico, casi místico, incluso fantástico, por tener enfrente toda la frota británica, que comenzaba a encender luces de situación en los buques, a medida en que el sol naranja se sumergía en el océano entre la Isla Norte y la Isla Sur del archipiélago de las Cíes, portal de las etéreas Islas de los Bienaventurados, para los antiguos. Disfrutaron los dos en silencio reverente de la despedida del sol, lo que era casi una liturgia para los vigueses sensibles.


CONTINÚA MAÑANA.

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