sábado, 17 de julho de 2021

62 - EL AGENTE COMERCIAL

La Paz de Amiens lo cambió todo: No había más bloqueo británico y, después de mucho tiempo restringidos al corso de barcos ingleses y portugueses, los marinos de Vigo podían dedicarse de nuevo al comercio con las Españas Ultramarinas. Buenaventura Marcó mandó llamar a Gaspare Masetti a su despacho y allí le presentó a un señor que ya se encontraba con él.

 -Gaspar, el señor Florencio Delgado es uno de los mejores agentes de comercio con quien llevo los últimos años trabajando. Yo le entrego gran parte de mis productos y de los de mis colaboradores, y él, que vive navegando, se las arregla, no sólo para distribuirlos en las Españas del otro lado del Atlántico, sino para que nuestros barcos regresen cargados de otros que encuentra interesantes en los mismos países donde los vendió, y que, llegados aquí, él busca quien los puede comprar en España y en nuestros países amigos de Europa y, ahora, hasta en la misma Inglaterra.

 Nuevos tiempos, nuevas oportunidades -continuó-. Ahora, yo me voy a concentrar cada vez en las finanzas y los transportes marítimos con seguro, y toda la comercialización de su producción que yo le hacía, se la hará, desde hoy, el señor Delgado, que también está asociado a mí y a quien yo financio y le facilito sus transportes, asegurando sus mercancías contra cualquier eventualidad. Así que me gustaría que se hiciesen buenos amigos y que ganemos los tres mucho más dinero juntos.-

 Masetti y el señor Delgado salieron juntos del despacho del empresario y se lo llevó a la fábrica de aguardientes para que la conociera. Le hizo degustar un sorbo mínimo de sus mejores licores. Después lo invitó a comer en su casa, le presentó a Sofía, y, ya solos en la mesa tomando un café, respondió a todas sus preguntas y se enteró un poco de la historia de vida de su nuevo agente comercializador. 

-Mi familia se vino a Vigo desde un pueblito del interior de Orense y yo nací aquí, en una casa del barrio de la Herrería, en el Casco Viejo, desde la que se veían las Cíes y el horizonte marino. Empecé a viajar muy joven, en los barcos de don Buenaventura, y me enamoré completamente de la belleza y grandiosidad de las Indias. Tuve un buen maestro comercial, que era uno de sus primeros secretarios, que ya falleció, y heredé sus conocimientos y su lista de clientes. 

Me muevo a mis anchas en Veracruz, en la ciudad de México, en La Habana y San Juan de Puerto Rico, en Panamá, Caracas y Cartagena de Indias, en Belem do Pará, Recife, Salvador de Baía y Rio de Janeiro, en Montevideo y Buenos Aires, He hecho negocios en Nueva Orleans, Charleston, Norfolk, Nueva York y Boston, y en Londres, Liverpool y Amsterdam durante nuestros períodos de paz. Hablo inglés, francés y portugués con fluidez y he trabajado en varios puertos atlánticos franceses como Burdeos, la Rochelle y Brest; y hasta en Hamburgo, También en Marsella, Génova. Nápoles, Palermo, Siracusa, Messina y Tarento.

 No, no estoy casado ni tengo familia, señora. Sería bastante incompatible con el tipo de vida que llevo y que me encanta.  Dejo eso para cuando me retire, que deseo que sea a mis cincuenta años. Aún me quedan unos buenos quince para seguir conociendo el mundo y haciendo unos ahorros.-

-Imagino que podría usted escribir un libro muy interesante con todo cuanto ha recorrido, don Florencio- dijo Gaspare con admiración.

-Podría ser, don Gaspar, pero es algo que también dejo para cuando me retire y tenga que vivir más de mis recuerdos del pasado que de mi actividad del presente. Por ahora, mis libros de cuentas y de informes comerciales son mi diario de viajes.-

-¿Cómo es el comercio con esos mundos de las Indias?-

- Se sorprendería usted de ver que las capitales peninsulares españolas son apenas villitas comparadas con las grandes ciudades del otro lado del mar. No hay una sóla ciudad en toda Europa con el esplendor de Ciudad de México o Lima, en ninguna viven tan bien sus habitantes.-

-¿También los indios y los mestizos?- inquirió Sofía.

-Mire usted, señora, desde la época de los Austrias, la política de los reyes fue permitir que en aquellos reinos los blancos pudiesen organizarse a su manera en una república de blancos y los indios a la suya, en una república de indios, y los mestizos pueden escoger en cual de ellas encuadrarse. Se permitió que los caciques o curacas constituyesen una suerte de nobleza indígena, siempre que acaten al rey y a la religión, ayuden a defender el territorio de los ingleses, a mantener la paz, a hacer producir a su gente lo que se pueda y a pagar sus impuestos a la corona, igual que los blancos.

La Católica Monarquía, tanto allá como aquí, siempre se apoyó en dos columnas, como las del escudo, que eran los principios fundamentales que hacían de muchas etnias diferentes situadas en territorios muy distantes una misma nación: La fe en Cristo y la fidelidad al rey. Nada que ver con lo que la Revolución definió en Francia como nación. Es otro sistema bastantes siglos más antiguo.

Cuando se cambió la dinastía de los Austrias a los Borbones, ocurrió que, con su mentalidad de ilustrados y viendo la mina de metales preciosos y materias primas que allí tenían, intentaron racionalizarla para hacerla producir mucho más y cargar mayores obligaciones impositivas sobre la nobleza indígena, queriendo reducir intermediarios. Eso provocó revueltas, no contra la monarquía, sinó contra el mal gobierno, como la de Tupac Amaru y la de Tupac Catari, que acabaron siendo vencidos y ejecutados.

Entre las Españas de esta orilla y las de la otra hay una simbiosis completamente necesaria, es más, imprescindible. La península es su mercado fundamental, tal como ellos son el mercado fundamental de la península. Todas las tentativas de los británicos por apoderarse de aquellos reinos, han sido rechazadas por blancos e indios luchando unidos. Ahora bien, el bloqueo británico ha sido terrible. Si no se les puede enviar mercurio de las minas andaluzas, ellos no pueden extraer plata y enviarnos lingotes, para pagar con ellos la deuda externa continuamente creciente de la corona, y que les podamos enviar manufacturas sofisticadas. Durante los años de bloqueo se les tuvo que autorizar a que comerciasen con naciones neutrales, como los Estados Unidos.-

-Bueno-dijo Gaspare cuando Sofía se retiró para que hablasen-, qué me propone usted?-

-No sabemos cuanto va a durar esta paz con los ingleses. Yo no creo que dure mucho, porque ellos ganan más en tiempo de guerra que en tiempo de paz. Napoleón, por su parte, está loco por invadirlos; para eso necesita nuestra armada y nos arrastrará al conflicto. Yo que usted, don Gaspar, pediría una ampliación de crédito al señor Marcó, a fin de doblar su producción de licores finos y caros, reduciría a la mitad la de las gamas medias y baratas y aprovecharía esta tregua para introducirlos en las Indias y en los Estados Unidos. De eso me encargaría yo. Luego, aunque se vuelva a interrumpir el comercio atlántico, los productos ya estarían introducidos.

Ingleses y franceses no van a parar hasta que uno de los dos consiga la hegemonía. En ese momento volverá a haber un nuevo orden mundial y un período de paz. Entonces tendremos oportunidad de seducir al hegemón y sus aliados con sus licores. En cualquier circunstancia, la gente pudiente siempre va a seguir comprando licores selectos, y si hubiese carestía, mayor valor tendrán en el mercado.

El resto de la reunión se pasó en hablar de números, costes, impuestos, transportes, seguros y comisiones. Por fin, ambos hombres llegaron a un acuerdo inicial.

-Me parece muy bien su propuesta, don Florencio.-dijo Massetti- Aprovechemos entonces esta oportunidad que se acaba de abrir, mientras dure.-


-¿Qué me aconseja usted hacer para motivar a mis trabajadores a esforzarse para conseguir doblar la producción? -Preguntó Gaspare a Buenaventura.

-Haga usted lo mismo que los Borbones en las Indias -respondió él -: Ofrézcale una buena comisión a su mejor trabajador, sólo a él, si logra imponer a los demás su propia disciplina de trabajo, fidelidad y competencia. Y dele libertad para él tratar con el resto del personal siguiendo su personal criterio.

Si le va bien, manténgalo. Si le va mal, reduzca sus comisiones sin perderlo y sustituya su mando intermediario y sus primas por el del siguiente empleado más fiel y eficaz. Y sólo le exija a él, no al grupo. Así, no usted, sino él, se quemará si el resto de sus empleados se siente sobreexplotado. En ese caso gritarán: "Viva el rey, y abajo el mal gobierno". Dirija como un rey, sin nunca meterse en política.-


CONTINÚA MAÑANA

Nenhum comentário:

Postar um comentário