quarta-feira, 7 de julho de 2021

20 - EL TENIENTE LLANZA

Todo el día y toda la noche se los pasaban Gaspare, Telmo y sus compañeros en el mayor estado de vigilancia. Al irse a dormir en su turno, Masetti no rezaba un Padrenuestro, ya que no tenía clara la imagen de Dios como un padre, porque, de serlo, pensaba, lo sería tanto de los británicos como de los españoles, y cuidar de unos sería no cuidar de los otros. Poco racional.

En su lugar, daba fervorosamente las gracias a la Vida por haberla disfrutado un día más y se imaginaba con fuerza un mundo en paz, en el que cada uno dedicaba la jornada a aquello que más feliz le hiciera, en la compañía de sus seres queridos y sin temer que nada entrara en ella inesperadamente, tal como un elefante en una cacharrería, que era lo que estaba ocurriendo ahora.


Aquella mañana llegaron en carros y caballos don Buenaventura Marcó y dos oficiales del ejército uniformados, acompañando a dos carros y un grupo de marineros que descargaron y situaron dos cañones panzudos y de corto tubo, de un formato que Gaspare nunca había visto antes.

Buenaventura presentó al capitán Quirós, de Artillería, y al teniente Llanza, de Granaderos, como oficiales que habían venido desde El Ferrol por tierra, para instruir, supervisar y ayudar en la defensa de Vigo.

-Estos dos cañones -dijo el empresario- se los arrebatamos hace unos meses a un barco británico capturado por nuestros corsarios. Aun no los probamos en combate real, pero aquí, el capitán Quirós, nos dijo que pueden servir muy bien en caso de que los ingleses intentasen un desembarco en esta playa.-

El oficial artillero explicó como funcionaban a Masetti y su gente. Dijo que se llamaban "carronadas" en honor al ingeniero británico Carron, que los inventó, y que no servían sino para disparar a distancias cortas, pero tenían la ventaja de ser menos pesados a la hora de transportarlos, de ser rápidos entre tiro y tiro, de tener un gran calibre, de permitir mejor acierto que los cañones largos y de disparar paquetes de metralla, que podían causar una gran mortandad en un ejército que desembarcase en un espacio abierto.

El teniente Llanza, a su vez, dio instrucciones para lanzar a mano granadas provistas de una mecha encendida desde las trincheras, que también tenían un gran poder de fragmentación al estallar y podrían ser devastadoras arrojadas en una playa. Masetti se quedó muy impresionado de aquellos progresos del ingenio humano en el arte de aniquilar a sus semejantes.

Buenaventura no demoró en marcharse con el capitán Quirós y los marineros, pero dijo que el teniente Llanza se quedaría a caballo entre Bouzas y Alcabre, para instruir más a fondo a las milicias sobre el uso de las granadas, que en breve llegarían en buena cantidad.

Por la tarde, efectivamente, regresó el teniente Rafael Llanza en su caballo negro, acompañando a un carro en el que venían las cajas de granadas. Después de una hora dando detalladas instrucciones al grupo, se quedó conversando a solas con Gaspare.

-Yo no creo que vayan a atacar los ingleses -dijo-, si no lo hicieron hasta ahora. Con la tremenda superioridad que tienen, ya serían dueños de Vigo, Pontevedra e incluso estarían amenazando a Santiago. No diga nada a sus hombres, por favor, tiene mucho mérito que ustedes, por lo menos, les mostrasen los dientes, pero le aseguro que, en esta posición, y a pesar de que tengan carronadas y granadas, ustedes no les podrían dar sino pequeños mordiscos, caso desembarcasen, antes de ellos devorarlos.-

Masetti quiso decir algo heróico, pero vio tanta seguridad en lo que decía aquel oficial, en el que se notaba no sólo un militar de verdad, sino toda una estirpe noble de antiguos guerreros atrás, que mejor quedó callado.

-Perdone que se lo diga- insistió él con suavidad-, pero no se puede parar un huracán con un paraguas. Estas trincheras de las playas, los castillos de Vigo con sus guarniciones, con unas milicias populares improvisadas y con unos cuántos buques corsarios, no son ni enemigos ni objetivo para esa gran flota y para esos quince mil soldados profesionales de unidades prestigiosas. Su objetivo era Ferrol, sin duda, y por sorpresa, para no desgastare. Pasada la sorpresa sin conseguirlo, sólo les queda reponerse y marchar.

En cuanto a esta posición y a las otras de Alcabre y Bouzas, yo voy a aconsejar a don Buenaventura elaborar un plan de retirada ordenada y defensiva de todos los voluntarios juntos hacia el interior, y no para los castillos, de darse el caso de que los buques anglos comenzaran a bombardearlas antes de lanzar lanchas de desembarco, cosa que no pienso que llegue a acontecer.

...Porque, cuando no se puede parar a un enemigo demasiado numeroso, lo mejor es preservar las vidas y armas de los propios hombres, para poder atacarlo de nuevo por varios puntos a la vez, con golpes de mano rápidos y desgastantes, en el momento en que él pensó que ya ganó y se durmió bajo los laureles.-

El teniente Llanza contó algunos detalles de la reciente batalla de Brión, en El Ferrol, y llegó a la conclusión de que el comandante inglés alcanzó a pensar, por la resistencia que le estaban oponiendo, que los españoles eran más fuertes de lo que ellos habían supuesto. Si decidió retirarse, y no insistir, era porque tenía órdenes de preservar sus tropas y, por lo mismo, no las iba a arriesgar ahora.

-Hoy por hoy, ellos sólo están preocupados por defenderse de un posible intento de invasión de su isla por Napoleón Bonaparte, quien tampoco podría hacerla, después de la paliza que Nelson le dio a su flota en aguas de Egipto. Sin la alianza de la escuadra española, Francia no tiene suficientes barcos para esa operación. Si yo fuera ellos, reservaría todas mis fuerzas para destruir buques de guerra enemigos en sus bases navales principales, como intentaron sin éxito en El Ferrol, o para mantenerlas bloqueadas.-

Gaspare le convidó a compartir sus alimentos y licores, tiró de su lengua y Llanza de Valls le contó cosas sobre sí. Era algo más joven que él, catalán de la provincia de Barcelona, y entró en el ejército como cadete ocho años atrás. Pertenecía a la familia Hurtado de Mendoza, que a Masetti le sonaba por haber sido uno de sus miembros el mejor virrey de Nápoles en el pasado. En 1793 ascendió a segundo teniente de granaderos del Regimiento de Guadalajara, a las órdenes del general Antonio Ricardos, quien, luchando contra la Convención francesa, había avanzado muy bien por la Cataluña Norte, llamada el Rosellón.

No, no había conocido al capitán Juan Clarós, el primer amigo español de Masetti, que también había luchado allá. Una vez pasado el invierno, el ejército revolucionario francés se lanzó, tras ser decretar una gigantesca lleva forzosa de hombres, a recuperar los territorios ocupados, y justo en ese momento, al General Ricardos ya no le llegaban ni suministros ni refuerzos. 

El enemigo los empujó, los expulsó y cruzó la frontera, ocupando el valle de Arán, a Cerdaña, el Alto Urgell y el Ampurdán. Rafael Llanza sostuvo muy bien la retirada de su columna de granaderos en Bañuls, por lo que fue citado en la orden general del ejército.

A pesar de todas las solicitudes y hasta súplicas de Ricardos, aquel político que centralizaba en aquel tiempo sobre sí todos los poder del estado, Manuel Godoy, no hizo ningún esfuerzo para ayudar a Cataluña en su lucha contra los ejércitos franceses. La dejó a su suerte, lo mismo que a aquel general tan competente, que murió en Madrid mendigando su apoyo militar.

Aquello hizo que el pueblo catalán, muy resentido contra el gobierno y el rey, se movilizara por su cuenta, creándose la Junta General del Principado.

Rafael Llanza fue ascendido a sargento mayor de un tercio de voluntarios que se organizó en Berga, lo cual comandó durante todas las operaciones emprendidas para recobrar la Cerdaña española y conquistar la francesa. Se distinguió en la toma de Puigcerdá. Gracias al cuerpo de voluntarios, se pudieron recuperar los territorios conquistados por el ejército francés y negociar la paz, que el ministro de la Corona firmó en Basilea en el año 1795.

-Pero la paz con los franceses no supuso una verdadera paz -continuó el teniente-, los lanzó a la guerra contra sus enemigos, los ingleses; Godoy nos puso al servicio de las ambiciones de Francia, que disputa la hegemonía con ellos. Siempre fue así en nuestra historia, don Gaspar, un pueblo valeroso y resistente, pero incapaz de alzarse contra los canallas, incompetentes y corruptos vendepatrias, que no tienen otro ideal que lo de mantenerse en el poder, apadrinados por el politicastro narcisista mejor apoyado del momento. Entonces me designaron para incorporarme con mi regimiento al ejército de Galicia, por eso tomé parte en la defensa de Ferrol, y luego me enviaron aquí.-


CONTINÚA MAÑANA.

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