terça-feira, 6 de julho de 2021

18 - TELMO SITGE

Sólo a la mañana siguiente se escucharon salvas hacia el sur de las islas. Más tarde se vino a saber que un corsario francés, que estuvo cazando sin éxito durante una semana por las costas de Portugal, retornando a la ría de Vigo sin noticias de lo que había acontecido en ella y en el Ferrol, fue a meterse en medio del bloqueo enemigo y lo capturaron, sin que nadie pudiera ayudarlo.

Gaspare y Telmo se hicieron amigos y todo el tiempo se hablaban con confianza y sin formalismos, porque él le pidió para hacerlo así cuando no estuvieran en presencia de los milicianos. Tenían, efectivamente, más o menos la misma edad y Masetti le hizo contarle cuanto posible sobre sí y su familia, por llegar a saber sobre Sofía.

Comprobó que Telmo sí que era un artista, tal como doña Teresa había dicho: Durante las largas guardias en la playa de Alcabre, en las que se debía estar todo el tiempo vigilando el movimiento de embarcaciones en la ría o las señales luminosas que pudieran enviar los centinelas apostados en la playa de Samil, por medio de espejos o destellos de luces nocturnas, el hermano de Sofía pasaba su tiempo libre dibujando lo que veía a lápiz, en una especie de libro de bitácora o diario en el que también escribía mucho cuando no estaba de guardia. Decía que lo que estaban viviendo aquellos días era pura historia de la villa de Vigo, y que era bueno que alguien la registrara.

Como responsable del puesto, Masetti pidió dar una rápida revisada al cuaderno, y confirmó que Telmo había cuidado, tal como aseguró, de no registrar informaciones que pudiesen ser útiles al enemigo en el caso de caer en sus manos. Los dibujos parecían bastante bien hechos; especialmente imponente uno en el que la flota enemiga avanzaba hacia ellos como un bosque de velas. Y dijo que más adelante, "si Dios lo quiere", los colocaría sobre un lienzo y les daría color con pinturas al óleo.

También pintaba retratos y le hizo uno, excelente, a Masetti, en apenas veinte minutos. Gaspare le preguntó si también había hecho retratos de su familia, y respondió que muchos.

-¿Serías capaz de pintar de memoria a tu madre, sin necesidad de que pose en persona, tal como yo posé?- Preguntó.

-Pues claro,- Respondió él, y enseguida le hizo un retrato estupendo.

-¿Y tu hermana, Sofía?- Le retó Gaspare interesadamente- Apuesto a que debe de ser más difícil de dibujar que tu madre.-

-¡Vaiche boa! -dijo él. El italiano no entendió el sentido de aquella exclamación, que los gallegos, bastante ambiguos en su manera de expresarse, empleaban para mil significados, más ocultos que menos, esperando que el interlocutor adivinara... y él remarcó:

-¡Ca!-

Masetti seguía sin entender, y Telmo se lo aclaró finalmente:

-¡Que no, hombre! Cuanto más linda y joven es una chica, más fácil de dibujar es.- Y rabiscó un rostro tan bello, expresivo y sonriente que sólo le faltaba hablar.

-¡Caramba!- Exclamó, usando una palabra que los españoles empleaban mucho para apreciar algo.

Su amigo rió.- Tú también usas palabras de mil significados que no sabes de donde vienen, ho.-

-¿De donde viene caramba?- Preguntó él.

-La Caramba era el nombre artístico de una tonadillera muy famosa, ho. -Explicó Telmo.- Era una mujer de bandera, una andaluza llena de gracia y un tanto libertina que puso de moda, en el Madrid de Carlos III, muchos vistosos vestidos de maja y un lazo y moña sobre la cabeza que se llamaba "la caramba". Su nombre real era María Antonia Vallejo Fernández. Hacia el final de su intensa vida se arrepintió como la Magdalena, y murió siendo mentada como "la beata María Antonia", hace algo más de veinte años. Toda una leyenda, la tal de la Caramba. Inspiró a muchos pintores. Yo podría escribir una buena novela con ella.-

Gaspare sólo le escuchaba con medio oído. Se sentía locamente enamorado y no le quitaba la vista de encima al retrato sonriente de Sofía, que le alumbraba el alma. Para poder contemplarlo más, le preguntó si se podían leer, por gusto, los textos que él escribía en el libro.

-Puedes leer todo cuanto quieras cuándo yo no lo esté usando -dijo.- Será un honor para mí. A La gente le gustan mis dibujos y pinturas, pero a todos les da pereza leer lo que escribo, así que apenas lo hago porque me gusta contarme a mí mismo lo que veo y pienso.-

-Muchas gracias, a mí me encanta leer. Pero estoy seguro que también a esa chica que contaste que te interesa, le encantará leer todo lo que escribas.-

-¿Lidia?- Respondió él poniendo una expresión afligida- ¡Vaiche boa! ...No me hace caso ninguno, Gaspar, desde que llegamos, le escribí tres cartas y ni siquiera me contestó.-

-¿Hay como mandar cartas particulares?- Preguntó Masetti, interesado.

-Hay sí, desde que llegó a Bouzas Ramón Genaro, organizó un buen servicio de mensajería que no sólo es militar. Claro que avisó que todas las cartas serán leídas, para evitar que alguien informe a quien no conviene, sobre nuestras defensas y recursos.-

De pronto una idea en la que no había pensado antes pasó sobre su cabeza ensombreciéndola. Pero la proyectó sobre el caso de su amigo:

-¿Por qué será que tu novia no responde a tus cartas?-

-¡Ei!, no es mi novia aún, ho; sólo estoy proponiéndole qué lo sea.-

- Y ni te contesta?-

-No sé como serán las mozas allá de donde tú vienes, Gaspar, pero aquí no son nada fáciles, caramba, se hacen mucho de rogar, te ignoran. Son muy orgullosas o lo hacen para darse importancia, o puede que sus padres no permitan que le llegue tu carta.-

-Pero... ¿Tú sabes sí a la Lidia le gustas?-

-Saber, no sé nada cierto, a mí me parece que no le disgusto.-

-¿Y vas a seguir escribiéndole cartas aunque ella no te conteste?-

-Pues claro, ho, es cómo conquistar un castillo, hay que montar un cerco, tener paciencia e ir tomando muralla tras muralla.-

-...Hasta que caiga rendida en tus brazos.-Apuntó Masetti.

-¡Vaiche boa! Si cayese rendida es que la moza no valdría la pena. Las españolas decentes nunca van a decir sí aunque estén locas por decirlo, hombre. Ella tiene que resistirse mucho, antes de que yo vaya con mi padre, a hablar con los suyos, si es que quiero algo serio.-

-¿Qué significa eso de querer algo serio?- Quiso asegurarse Gaspare.

-Ir en serio significa que sus padres acepten un noviazgo, que consideren la posibilidad de casarte con su hija y que te permitan ir visitándola.-

-¿Tan larga es la cosa?- Se aterró él.

- Es largo si quieres algo serio, importante. Formar un hogar y una familia requiere hacer méritos, mostrar convicción firme. Nuestros padres podían pasar varios años de noviazgo. Cuando no eran los padres mismos los que escogían, concertaban y decidían. Si no vas en serio, para eso están las prostitutas. Teniendo con que pagar, eso sí que es cortito.-

-Dime una cosa: ¿Cabe la posibilidad de que los padres de una chica a la que amas no te permitan cortejarla, aunque tengas claro que ella te ama?-

-Caber, cabe, pero sí tú tienes claro que la amas y que ella te ama, entonces puedes y debes insistir en intentar superar esos obstáculos. Mayor dificultad, mayores méritos, mayor amor probado. Lo malo, malo, es que sus padres te permitan cortejarla sin que a ella le gustes, o, aún peor, que le guste otro y no se atreva a decirlo.-

Masetti comenzó a comprender algo más las costumbres españolas y decidió ser diplomático y discreto. Luego de aquella conversación, pasó mucho tiempo haciendo borradores de cartas hasta que creyó encontrar el punto en el que su primer contacto escrito podría pasar la censura de la milicia, la censura de los padres y la censura de las buenas costumbres. Tampoco era fácil en las muchas partes de Italia de gran influencia hispana.

Por si acaso, se la leyó antes al Telmo. Sin hacer precisión alguna sobre sus posiciones o funciones militares, informaba a la familia Sitge que los dos se encontraban bien, con buen ánimo, y que estaba orgulloso de que su amigo se había comportado como un valiente en la primera exposición ante el enemigo que les fue asignada. Esperaba que la familia también se hallara muy bien y que le permitieran visitarlos cómo amigo, una vez el estado de sitio se hubiese superado.

A Telmo le pareció adecuado, le dio la dirección de la familia en Taborda y mandaron la carta como era obligado, abierta, por el correo de la milicia.

Cuando había oportunidad, Gaspare le pedía su cuaderno para leer sus textos, en los que siguió enterándose de cómo pensaba un joven vigués de su edad, aunque su amigo no le parecía, para nada, un mozo común, sino alguien que tenía pensamientos originales. Cada vez que podía hacerlo con discreción, echaba un vistazo al retrato de Sofía y suspiraba. -¡Vaiche boa! Aquello de estar enamorado era un dulce tormento.

Lo último que Telmo había escrito aquel mismo día era un poema dirigido a su amor no correspondido. Estaba en la página enfrentada a la otra en la que había pintado un retrato de su amada en un estilo muy suelto, que Gaspare jamás había visto antes. La chica parecía una bella y distante estatua de hielo:

"Llorar no quiero porque estés ausente,

no me puedas amar o seas ajena.

El verdadero amor no gime o pena

ni exige que la amada esté presente.


Es el deseo, que falaz nos miente,

quien hiere al corazón o lo envenena.

Con celos y temores lo encadena

e incluso lo ahoga en la pasión demente.


Por eso, amada, baste a mi alegría

saber que tú eres feliz, no importa dónde,

ni a quien ames, ni cómo,

ni incluso cuándo.


Tu ser me anime, aunque no seas mía,

como un lejano sol que no se esconde

o una distante flor

que esté aromando."


CONTINÚA MAÑANA

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