quarta-feira, 7 de julho de 2021

19 - LEYENDA NEGRA

 En sus escritos y apuntes, Telmo Sitge comparaba, más a través de las lecturas de viajeros extranjeros que en él influyeron, que a través de sus limitadas experiencias de hombre joven, el grado de civilización en el que se hallaban los distintos pueblos importantes de Europa o del exterior de ella.

Leyéndolo, Masetti se dio cuenta de que, antes de conocer España, él mismo tenía de ella la perspectiva que habían descrito los viajeros italianos del final del siglo dieciocho, que la veían desde una cultura próxima, o los británicos, que trataban de establecer la superioridad moral del puritanismo y de su parlamentarismo sobre el catolicismo y el absolutismo o, sobre todo, los franceses, los más llenos de perjuicios negativos, que mostraban a España como un país atrasado y oscurantista, donde las mujeres vivían con la pata quebrada y en la casa, y donde la Inquisición imperaba, censuraba y castigaba.

Ahora que ya conocía un poco este país, Gaspare podía percibir muy bien la prepotencia de todos aquellos viajeros, a los que les diría que el retraso y la miseria de muchas zonas rurales españolas era semejante al de Italia, la pobreza y la ignorancia de las capas bajas de la población se correspondía con las de Francia, sin que la Revolución hubiera mejorado la situación, y que los refinamientos de la vida urbana en las ciudades de España no se diferenciaban tanto de las del resto de Europa.

Comentó con Telmo que, desde la perspectiva de las élites ilustradas del Siglo de las Luces, España era descrita como un país medieval. Los ilustrados construyeron y transmitieron de ella una imagen sombría, que sólo destacaba el despotismo político, el oscurantismo religioso de la Inquisición, la crueldad de sus actividades conquistadoras en América -como si los siguientes imperios fueran imperios de angelitos-, y el arcaísmo y pobreza de su vida intelectual.

-Sí -respondió su amigo-, el famoso Voltaire, por ejemplo, a quien llamaban "el filósofo que siempre tenía razón", sin conocer España, escribió que no valía la pena conocerla. Y el enciclopedista Montesquieu difundió una imagen siniestra del retraso español, que no se correspondía para nada con la realidad de su época. En su libro "El espíritu de las leyes", escrito antes de la Revolución, España representaba el extremo de tiranía e intolerancia religiosa, Inglaterra encarnaba el extremo de libertad y tolerancia, en tanto que la Francia ilustrada era presentada como el justo medio ideal, en el que el poder del monarca estaría bien contrapesado por el papel político de la nobleza.-

-Aquel supuesto equilibrio entre los exquisitos de Versalles, desde luego, no les permitió divisar la gran brecha entre ellos y su maltratado pueblo.- Dijo Masetti.-Por eso perdieron Versalles y, muchos, sus cabezas.-

-A propósito de eso, tú te encontrabas allá. Que te pareció la Revolución, Gaspar?-

-Un proceso absolutamente vergonzoso, Telmo. Asqueante. De início, cuando yo vivía en Niza y la veía desde fuera, incluso llegué a creer en ella y que los franceses eran el pueblo más racional y avanzado de Europa, pero después, ya viviendo en Marsella, y viviendo con temor de salir a la calle, comprobé como las pasiones políticas habían hecho perder a aquel pueblo, no solo la racionalidad, sino la más elemental humanidad. Aquello sí que fue Inquisición cruel, amigo, Inquisición sin Dios, la dictadura de las ideologías más sectarias, radicales y asesinas, de la delación y del miedo.

...Después, cuando la Revolución se devoró a sí misma, pude ver cómo Francia pasó, en poco tiempo, del Terror, a parecer un burdel corrupto dirigido por puros arribistas y, ahora, con Bonaparte acaparando todo el poder, como me cuentan los viajeros que está haciendo, puede llegar a convertirse en un modelo de despotismo moderno, sin necesidad de estar legitimado por la gracia de Dios, y muy amenazador para el resto del continente.-

-¿Despotismo? No es eso lo que los afrancesados comentan sobre Bonaparte, no. Para ellos es un genio que puso orden en Francia, y un ejemplo a seguir.-

-Presta atención a la evolución de ese corso dictador, Telmo, e irás viendo que puede llegar a ser un déspota más absoluto que cualquiera de los llamados reyes absolutos.-

-Sin embargo, volviendo a lo que hablábamos, sobre la imagen exterior de este país -retomó el hilo Masetti-, yo leí en Francia un artículo titulado «¿Qué se debe a España?» en la Encyclopédie Méthodique, escrito por Masson de Morvilliers, que era un verdadero panfleto antiespañol, como si fuera posible que no hubiera cultura y ciencia en un país que organizó, durante trescientos años, un imperio muy civilizado sobre grandes partes del mundo que sus navegantes circuncidaron.-

-Es normal que los rivales históricos de España denigraran a una potencia hegemónica que les hacía sombra durante siglos. Mas ¿sabes lo que yo siento que fue lo peor, Gaspar? -Dijo Telmo- La peor denigración de nuestra historia vino de los propios españoles afrancesados. Porque, desde que la dinastía de los Borbones sustituyó a la de los Austrias, para ascender socialmente en la corte, no había más remedio que negar cualquier cosa positiva de la España anterior a la llegada de los reyes franceses que, según la propaganda, venían a civilizar el país, curándonos de la barbarie católica a base de ilustración.

...La memoria histórica de las dinastías anteriores, todas rivales de Francia, fue demonizada, amigo Gaspar... Creo que los enemigos externos y los traidores internos que nunca faltan, hicieron un trabajo bien sutil, corroyendo nuestras raíces esenciales, para bajarnos la autoestima y dividirnos, porque cuando estábamos orgullosos de quien éramos y unidos, no había quien pudiera con nosotros... y los más ignorantes, ingenuos o corruptos de nosotros se dejaron rebajar y dividir y les hicieron el juego, para desgracia de este pueblo.-

-Yo, desde fuera -respondió el italiano-, ni imaginaba eso; porque los viajeros franceses que leí describían España como un país decadente, situado en los niveles más bajos del progreso en Europa y claro, después de la Revolución, añadían que, en tanto continuase el despotismo borbónico, no podría alcanzar jamás el grado de desarrollo que Inglaterra o Francia consiguieron.-

-¿Por qué te viniste aquí, entonces, ho?

-No podía aguantar más a Francia, pero todo alrededor y mi propia patria estaban padeciendo guerra contra ella, el único país que estaba en paz y, además, cerca de Marsella, era España, así que crucé los Pirineos.-

-Los franceses de todos los tiempos son quienes más porquería arrojaron sobre la imagen de España -insistió Telmo en el tema-, la mayoría de las veces sin conocerla, o conociéndola apenas por visitas superficiales. Muy diferente me pareció el libro de un inglés que sí la conoció bien: Alexander Jardine.-

-Jardine? No lo conozco.-

-Fue un militar artillero, viajero, espía, escritor y cónsul. Cónsul en Galicia, precisamente. Cuando subió al trono nuestro rey anterior, Carlos III, Jardine fue enviado para defender Gibraltar y se convirtió en un especialista en la defensa estratégica del Peñón. Visitó Marruecos, se casó con una inglesa nacida en Gibraltar, muy andaluza, y llegó a dominar la lengua española. En sus últimos años fue cónsul británico en la Coruña y amigo de Gaspar Melchor de Jovellanos. Cuando volvió a estallar la guerra entre su país y España, tuvo que irse a Portugal, donde hace un año que murió.

Jardine argumentaba muy bien que la causa profunda de todos los males que padece este país, radica en las desigualdades sociales y la arbitrariedad de la monarquía absoluta, asociada a la de la intrigante jerarquía eclesiástica. Que la monarquía de los Austrias y, más aún, la de los Borbones, debilitaron el sistema medieval de equilibrios y libertades, engordaron una casta de privilegiados que roban cuanto pueden de los contribuyentes forzosos, concentraron todos los recursos y soldados de las Españas, no en desarrollarlas, sino en atender a sus personales intereses dinásticos o los de la Iglesia en territorios europeos, y que, además, vaciaron de significado y de representación efectiva a las Cortes de los antiguos reinos peninsulares, igual que a los Consejos Consultivos, hasta configurar un despotismo autocrático.

...Un despotismo lleno, según Jardine, de los perniciosos efectos de un mal sistema básico de gobierno (según los postulados de la propia Escuela de Salamanca), caracterizado por la rapacidad fiscal; por causa de lo cual, por muy buenos ministros que el rey consiguiera nombrar, no se les podrá sacar buen partido sin que se logre previamente una constitución de gobierno sabia y libre, esto es, un compromiso o contrato social que toda la nación acepte, y por cuyos principios regir las leyes, y no sólo por el puro capricho del poder, a decretazos.

...En cuanto a las costumbres de la gente española, Alexander Jardine vino a desmentir la leyenda sobre el supuesto encierro de las mujeres en este país, y sobre la rígida separación entre los sexos, siguiendo la tradición grecorromana de separación entre público y personal y el retiro doméstico de las mujeres, prolongada después polos musulmanes, asegurando que no eran más que prejuicios, ya que las élites urbanas de España vivían y viven con la misma o mayor sociabilidad abierta que el resto de los europeos, sin que eso sea incompatible con una religiosidad tradicional.-

En lugar de los tópicos que, desde Felipe II, presentaban a los españoles como seres graves y taciturnos, soberbios, huraños e incluso sombríos o crueles, Telmo había copiado en su cuaderno frases de Jardine en las que el inglés destacaba "el trato cortés y atento que me brindaron en los confortables hogares de una élite ilustrada de costumbres exquisitas, que hablaba francés conmigo, que cultivaba la conversación y que me ofrecía comidas selectas y exquisitamente servidas, dentro de una hospitalidad sin torpeza, gazmoñería, descaro ni falsa modestia, disfrutando, además, de fiestas brillantes, en las que se cultivaban, especialmente por parte de las mujeres, los placeres del buen trato, de la risa, del baile, del pasarlo bien juntos".

-...Y esto, amigo Gaspar- acabó el chico-, es, en verdad, la sociedad española que yo conozco desde que pueda recordar, y la que tú mismo puedes ver ahora, incluso aquí, lejos de la corte, en una remota provincia del extremo del mundo.-


CONTINÚA MAÑANA

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