quarta-feira, 14 de julho de 2021

39- LA CAÍDA DE ROBESPIERRE

-...Teresa amaba sentirse segura, tanto como admirada -continuaba su historia Buenaventura Marcó-. A instancias suyas, su amante disolvió el inquisitorial Comité de Vigilancia, que también podía vigilarle a él. Aunque Tallien no dejaba de aceptar dádivas a cambio de perdonar a sus víctimas, a ella, nacida en la abundancia, lo que le movía era la compasión. Su táctica de persuasión resultó de lo más efectiva: “Desde hace varios meses, no me he acostado una noche sin haber salvado alguna vida”, presumiría.

 Entre estas vidas estaba la de madame Tour du Pin, que dejó constancia escrita de la hermosura de su benefactora, confesando que “era difícil pensar que tanta juventud, tanta belleza, y toda su gracia y su ingenio estuviesen entregados a un sicario que todas las mañanas enviaba a la muerte a tantas personas inocentes”. ...Pero Tallien terminó por tener problemas.

 Recibió de París una carta de desaprobación que, sabía muy bien que equivalía a la muerte, y decidió fugarse hacia delante, yendo a la capital a defenderse. La acusación más grave era la de corrupción, agravada por su relación con una antigua marquesa. En París, mientras Robespierre, ya transformado en un verdadero dictador, actuaba sin piedad contra cualquiera que se destacase, Tallien movió sus estrategias. Reunió a sus partidarios y protagonizó discursos patrióticos tan convincentes que hasta lo escogieron presidente de la Convención, aunque sólo por un turno de 15 días. Con lo que se fue salvando. Aunque todo el mundo sabía que el real dueño del poder era otro.

Como un tigre relamiéndose ante su presa próxima, Robespierre esperó a atacarlo donde más le doliese, No sólo eliminación, un buen desprestigio antes. En Burdeos, sola, Teresa era vigilada por sus espías. Tras haber eliminado a los extremistas con la ayuda de los moderados y luego a los moderados mismos, el Virtuoso Mayor, el Incorruptible, quería acabar ahora con los miserables corruptos que se habían aprovechado de sus funciones para enriquecerse.

 Mientras se reunían pruebas contra Tallien, Teresa consiguió un pasaporte y se dirigió a Fontenay-aux-Roses, donde había vivido de recién casada. Otra huida hacia delante inútil. Cuando se enteró de que iba a ser detenida, se refugió en Versalles. Tampoco le sirvió. El 22 de mayo de 1794 era detenida junto a un supuesto nuevo amante.

Tallien no podía ayudarla, al menos públicamente, y disimuló: “No deseo interferir de ningún modo- declaró-. Las autoridades que arrestaron a esa persona tendrán sus buenas razones que yo respeto. Acataré lo que decida la justicia revolucionaria. Un representante del pueblo traicionaría su deber y mancillaría su carácter si interviniese en defensa de sospechosos”. Ella no dijo nada que lo comprometiese. Si tenía alguna posibilidad, de él dependía.

 

Por entonces, el Terror mostraba su mayor encono, y cerca de ocho mil presos se hacinaban en las cárceles de París. En la siniestra prisión de La Force, Teresa esperaba un milagro. Lo necesitaría, pues a las dos semanas de su detención, Robespierre y su cúpula aprobaron una ley que negaba el derecho a abogado y la presunción de inocencia y solo dejaba dos alternativas: absolución por los inquisidores ideológicos o muerte. Con una media de sesenta ejecuciones al día, el hedor a sangre en la céntrica plaza de la Revolución resultaba insoportable, y se tuvo que trasladar la guillotina a las afueras.

 Tallien, expulsado del Club de los Jacobinos, preparó el derrocamiento de Robespierre junto a otros conjurados que también le temían, como Fouché, responsable de incontables muertes en Lyon, y Barras, de otras tantas en Marsella y Tolón. Fueron acusados de hacerse corruptamente con riquezas que sólo debían destinarse a la República, pero a su favor se contaban las victorias francesas frente a la coalición europea y el cada vez más creciente rechazo al Terror en toda la población.

 

Su primer paso fue esparcir la semilla de la ansiedad y la duda. Sobre todo, Fouché llenó a todos de miedo y de intrigas: ¿Cuáles serían las siguientes cabezas a ser cortardas en la lista de Robespierre? Era el momento de entrar en acción para pararlo, pero ¿Quién tendría el coraje y la oratoria acertada para ello? ¿Cuál de los ratones le pondría el cascabel al gato?  

Después se contó que Teresa había logrado enviar al dubitativo Tallien un mensaje desde la cárcel: “Vinieron a decirme que compareceré en breve ante el tribunal, es decir, que subiré al cadalso. Ello se parece muy poco al sueño que he tenido esta noche pasada: Robespierre ya no existía y las cárceles estaban abiertas de par en par. Pero si el hombre que amo continúa preso de la cobardía, pronto no habrá en toda Francia nadie que realice este sueño”.

 Parece que aquello hizo que Tallien corriera en busca del resto de los conjurados. Solo dos días después de la fecha del supuesto mensaje, un grito suyo resonó en la Asamblea, interrumpiendo el discurso de Louis Antoine de Saint-Just, mano derecha de Robespierre, cuando estaba a punto de revelar una nueva lista de presuntos culpables destinados al verdugo.

  Aquella fue la chispa, Gaspar, que provocó el caos. Robespierre se percató de la maniobra e intentó hablar, pero las voces de cuantos temían estar en aquella lista acallaron la suya, clamando “¡Abajo el tirano!”. Tallien volvió a adelantársele, y desde el estrado exhibió su daga, le llamó déspota, traidor y dictador y aseguró que se la clavaría en el pecho si la Convención tenía la valentía de acusarlo.

 El golpe de Estado había tenido lugar el 9 de Termidor del año II, según el calendario revolucionario. Robespierre se vio obligado a abandonar la sala y se refugió en el Hôtel de Ville. Cuando los soldados entraron a por él, intentó suicidarse pegándose un tiro, pero sólo se fracturó la mandíbula. Se la ataron al cráneo con un pañuelo, y lo subieron al carro junto con Saint-Just y Couthon, sus secuaces, que tampoco tuvieron abogado ni se les permitií hablar para defenderse.

 El pueblo de París los denostó a su paso por las calles, igual que denostaban a todos los condenados, por diversión de la masa, sin darse cuenta, siquiera, de a quienes les tocaba esta vez. Enseguida los terroristas estuvieron, uno después de otro, bajo la guillotina a la que tantas víctimas habían entregado. Al quitarle a Robespierre el verdugo el pañuelo que llevaba anudado a la cabeza, también arrancó, junto a él, su mandíbula desgajada. Sus cuerpos descabezados fueron a parar a una anónima fosa común y cubiertos con cal. 

El Terror acababa de devorar a sus más notorios creadores. Quien a hierro mata, a hierro muere, se dice en España. Entretanto Teresa, la española, que se suponía la inspiradora de la hazaña de Tallien, comenzó a ser llamada ahora, en aquel gran teatro de vanidades que era París, “Nuestra Señora de Termidor”.

 

Liberada tras dos meses entre rejas, piojos y ratas, pudo ver cómo se vaciaban las prisiones y también cómo se clausuraba el Club de los Jacobinos. En los meses siguientes pudo presumir ante la nueva crem de la crem  de haber contribuido a la caída de Robespierre, bajo cuyo Terror habían sido ejecutadas 42.000 personas. 

Aunque su caída fue posible, la verdad, gracias al estado de ánimo de los parisinos, ya completamente hartos de la guillotina y acosados por el pavor de ser los siguientes. Pese a todo, la decadencia de Tallien llegó. En Burdeos era el amo; entre los maquiavélicos de París, apenas un politicastro mediocre más. Y muy manchado de sangre y corrupción. 

 Tal vez arrastrada por la leyenda de su amor que el sentir popular forjó, Teresa aceptó casarse con él, y con él tuvo una hija: Rose-Termidor. Pasada la larga tempestad del Terror de la Virtud Revolucionaria, la clase dirigente que consiguió sobrevivir, sólo quería ahora dos cosas; divertirse sin más moralina ideológica y enriquecerse. Y Teresa, la teatrera, supo convertirse en la promotora de las fiestas más descocadas. 

 Pero Tallien declinaba, y ella necesitaba a un hombre rico y poderoso junto al que recuperar brillo e influencia, así que se fijó en Paul Barras, uno de los cinco miembros del Directorio, el nuevo poder ejecutivo de la República desde octubre de 1795. A ese cargo había aspirado Tallien también, pero hubo de conformarse con ser integrante del Consejo de los Quinientos. Teresa tomó a Barras como amante sin divorciarse, y Tallien hubo de fingir que no se enteraba.

 Gracias a este nuevo apoyo y a una amiga que había conocido en la cárcel, una tal Josefina, por quien babeaba un general corso llamado Napoleone, se situó de nuevo en la cresta de la ola. Aquella seductora española aún era la reina de la belleza en París, y ambas amigas organizaban las "Fiestas de las Víctimas" luciendo una cinta roje en el cuello y trajes transparentes que causaban sensación y eran imitados inmediatamente por todas las coquetas. 

Pero ser la primera portadora de la moda salía muy caro, y Barras terminó “ofreciéndosela” al banquero Ouvrard, igual que le traspasó Josefina a Bonaparte. 

 La Revolución, totalmente aburguesada ahora, llegó a un grado máximo de amoralidad, corrupción y descrédito, al tiempo que el pueblo padecía feroz miseria y en las fronteras sólo había derrotas. Así que, con el pretexto de evitar una conjura jacobina, Bonaparte dio un golpe de Estado e inauguró el Consulado el 9 de noviembre de 1799, haciendo caer al Directorio y, con él, a Barras. Después prohibió a Josefina que se relacionase con Teresa, cuyo estrellato acabó, como cortado por su sable. Y hasta aquí cuanto le puedo contar, amigo Gaspar.-

 -¿Cómo se enteró usted de esta historia, don Buenaventura?- Preguntó Gaspare. 

 -Amigo mío -respondió él-, todo lo que le he contado son los chismes mundanos que se cuentan en el mundo de las finanzas, para descansar la mente o disimular, mientras se preparan los negocios. ¿Sabe...? para usted que le gusta la historia, creo que sería mucho más certero, a la hora de contemplar el presente y prever dentro de lo posible el futuro, seguir la historia de la gran banca y del dinero que la historia de las naciones, ya que sólo con el dinero de la gran banca logran hacer sus juegos las naciones.

 -¿Y por donde puedo empieza a estudiarla?- Preguntó Masetti.

-Podría empezar por los sumerios fenicios y babilonios, para ir por orden... pero  mejor hágalo en una época más moderna y cerca de su tierra natal, estudie en la biblioteca los manejo de los Médicis de Florencia y la banca genovesa y veneciana. Después, sobre todo, concéntrese en la City de Londres.-

 -La City... o sea, la ciudad de Londres.-

 -No, la City, City, amigo mío, que no es lo mismo que la ciudad donde residen y trabajan los londinenses corrientes. El corazón financiero de Londres. El lugar desde donde se planea y se mueve todo en el mundo.-

 


CONTINÚA MAÑANA

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