sábado, 17 de julho de 2021

66 - GODOY EN LA ENCRUCIJADA

La playa viguesa de Guixar siguió sirviendo de varadero aquellos días y meses  a los buques españoles España y América, y el francés Atlas. Los carpinteros de ribera de Vigo se aplicaron a arreglar el destrozo causado por los cañones ingleses en Finisterre. Masetti contó hasta 60 balazos en el América, mientras que el España se quedó sin alcázar ni segunda batería. 

El Atlas, sin tanta destrucción, una vez ocultas sus quemaduras bajo parches y capas de pintura, quedó convertido en hospital flotante, luego que se desmanteló el primeramente improvisado en la playa.  Allí se iba reponiendo, poco a poco el capitán Rolland bajo los cuidados del boticario y cirujano Alberto el Toscano, que también estaba recuperando a muchos heridos franceses y españoles.

Tratando al capitán, Gaspare  reconocía que no se puede juzgar a un pueblo entero por la actuación de sus dirigentes. Ni siquiera Napoleón era un francés de verdad, sino algo mucho más parecido a un italiano, un patriarca italiano buscando reinos donde colocar a sus hermanos y hermanas bien colocados, como haría cualquier paterfamilias latino, si llegase a tener  oportunidad. Por su parte, los ingleses supieron defenderse muy eficaz y bravamente  de la nueva invasión proyectada  contra su isla-hogar. Viva la famiglia.

Masetti contó al capitán como, el día que a él y a sus hombres los desembarcaron en camillas, tan ennegrecidos que parecía que nada se podría haber hecho por ellos, la villa tuvo que adoptar medidas especiales y drásticas para acoger el gran número de heridos de todo tipo y de enfermos de tifus que traía la flota franco-española.. Especialmente preocupante fue el caso del tifus.

La junta de Sanidad se alarmó tanto ante la posibilidad de que todo aquel tifus pudiese contagiar a la comarca entera que decidió que estos enfermos fuesen trasladados a las casas de campo que tenían el Conde de Priegue y de la señora de Montenegro, es decir, a los pazos de La Pastora y Castrelos. Eran las únicas casas aisladas y bien aireadas del contorno, y los señores aceptaron colaborar desde el primer momento.

El día 30 habían desembarcaron los enfermos de tifus y para evitar deserciones infecciosas de algunos irresponsables, se ordenó la creación de un cordón formado por paisanos desde el arenal de Coia, donde se había improvisado otro hospital epidémico de campaña, hasta las puertas de los citados pazos, que permanecieron muy vigilados. 


Tras el desastre de Trafalgar, y el nuevo bloqueo británico del comercio transatlántico hispano, como no se podía culpar a los reyes por aliarse con Francia para que su hija tuviese un reinecillo de fantasía en la Toscana, se buscó un nuevo chivo expiatorio. Entonces Godoy se dio cuenta de que su privanza tocaba a su fin. 

En torno al heredero Fernando, príncipe de Asturias, se agruparon los descontentos con la política del favorito, quien, al temer por su suerte y la de Carlos IV, creyó que, por el momento, lo mejor era volver a fugarse hacia adelante, arrimarse a la sombra que mejor cobija y unirse más estrechamente al destino del emperador francés, por el momento tan gloriosamente victorioso en tierra, aunque tanto hubiese perdido en el mar.


Rolland comentaba que, a su parecer, Napoleón apreciaba a Godoy como hombre y como ministro, pero que su astucia corsa fomentó aquellos recelos y ambiciones para sus fines. Entre 1805 y 1806, o Godoy le propuso entrar en un reparto de Portugal y que le concediera una de las porciones o tal vez fue el propio Emperador quien se lo propuso a él por medio de sus agentes en Madrid. 

Rumoreaban los franceses que  incluso uno de los dos planeó cambiar el orden de sucesión al trono español, para eliminar al príncipe heredero Fernando o ejercer Godoy la regencia. En el invierno de 1806, el emperador perdió todo el respeto a los Borbones italianos y concedió el Reino de Nápoles a su hermano José Bonaparte, tras expulsar a Fernando IV de Nápoles, hermano del soberano español y padre de María Antonia, esposa del príncipe de Asturias. 

Rolland le hacía ver que lograr la aprobación silenciosa de Carlos IV al derrocamiento de su hermano, y al agravio que aquello suponía para él mismo, no hubiera sido fácil sin contar con la animadversión de Godoy al príncipe. Porque Nápoles y Sicilia eran como provincias españolas desde Fernando el Católico y el Gran Capitán, durísimos enemigos de Francia, hacía casi quinientos años antes e incluyendo luego toda la dinastía de los Austrias.


-Yo no creo, de ninguna manera, que Godoy sea un estúpido, habiendo ascendido a las más altas cimas desde simple guardia de corps- decía don Xosué Quinteiro , con aquella cautela gallega que permitía suponer que estaba expresando opiniones del círculo selecto de consejeros de Marcó, sin mencionarlo para nada.- Le sigue el juego a Napoleón y deja que le pongan tentaciones e ilusiones por delante sus agentes, pero no se chupa el dedo y ya debe tener clarísimo que después del rey de Nápoles y del de Portugal, el próximo que se comerá el Gran Manipulador será el Borbón de Madrid, y que, en ese momento él ya no le servirá ni para limpiarse la boca con su piel.-

De lo que no decía don Xosué con palabras, pero sí con sus cejas y sus ojos,  Masetti podía adivinar que Napoleón, en la soberbia de su gloria de conquistador, exigió al favorito hombres para sus próximas carnicerías, dinero, la adhesión de España al bloqueo continental contra Inglaterra, el puerto de Pasajes, e incluso las islas Baleares, para compensar con un reinecillo de cuento de hadas al rey que destronó en Nápoles. 

Pero también sugería  el bibliotecario, con el doble sentido de su conversa, que Godoy ya tenía claras para  entonces las verdaderas intenciones del Emperador y anhelaba alejarse de su órbita, y hasta pensaría en aliarse con sus enemigos de la Cuarta Coalición. Pero la victoria francesa de Jena en la que derrotó totalmente a Prusia, tomó Berlín y obligó a la familia real prusiana a exilarse, fue tan apabullante que le obligó a disimular y a seguir haciendo el papel de aliado fiable. Por ahora, no había quien pudiese contra él, pero todo cambia.

El príncipe de la Paz se plegó entonces a las exorbitantes exigencias napoleónicas. mientras el Corso, por un lado, fingía creer en la sinceridad de Godoy, por otro, se aliaba con los partidarios del príncipe Fernando, jugando a dividir y enfrentar las élites hispanas para debilitarlas y mejor manipularlas.

Napoleón se había autoproclamado rey de Italia en 1805, desintegrando las republiquetas títeres que antes había creado para dar la ilusión de que venía a dar la democracia a los italianos, al año siguiente conquistó el reino de Nápoles en 1y nombró rey a su hermano mayor, José; desintegró también las Provincias Unidas, que en 1795 había constituido como República de Batavia, y fundó el Reino de los Países Bajos, al frente del cual situó a su hermano Luis, y estableció la Confederación del Rin, que agrupaba a la mayoría de los estados alemanes y que quedó bajo su protección.

Prusia y Rusia forjaron  laCuarta Coalición y atacaron a la Confederación. fue entonces que Napoleón derrotó al ejército prusiano en Jena y Auerstädt  y al ruso en Friedland. En julio de 1807 estableció el Tratado de Tilsit con el zar Alejandro I, por el que se redujo el territorio de Prusia. Además, Westfalia, gobernado por su hermano Jerónimo, y el Gran Ducado de Varsovia, entre otros estados, pasaron a formar parte del Imperio.

Así, España se adhirió al bloqueo continental contra Inglaterra desde el inicio de  1807 y siguió otorgando al dueño de Europa  su concurso militar. Pero como era preciso que Portugal entrara también en el bloqueo y el regente de aquel reino se oponía, el emperador francés preparó, con un agente secreto de Godoy, el tratado de Fontainebleau, por el que Portugal se dividiría en tres partes: la del norte, para compensar a los por él mismo destronados reyes de Etruria, la del centro, para cambiarla por Gibraltar y demás colonias arrebatadas por los ingleses (cosa que estaba claro que nunca haría), y la del sur, para Godoy, como príncipe de fantasía de los Algarves y payaso del Rey del Mundo. 

Carlos IV, a quien Napoleón garantizaba la posesión de sus Estados de Europa, tomaría el título de emperador de las Américas. Un ejército francés entraría en España camino de Portugal, al que seguiría otro español. Pensaba él que, cuando Godoy descubriera que en los cálculos napoleónicos, además de someter a Portugal, se hallaba el de ocupar la propia España, ya no habría posibilidad de oponerse a la colosal Grande Armée..


Poco antes de la ratificación del tratado, tropas francesas franquearon los Pirineos con el beneplácito de Godoy, que no tenía más remedio que hacer que confiaba en lo pactado, y del príncipe Fernando, que aproximado a Napoleón para hacer caer al favorito, había intentado patéticamente, sin conseguirlo, emparentar con una sobrina del emperador, al enviudar de la princesa napolitana destronada oportunamente. Pero Godoy descubrió los planes del partido fernandino para derrocar a Carlos IV. En el proceso de El Escorial (octubre de 1807-enero de 1808) el príncipe de Asturias, al ser perdonado por el buenazo de su padre después de admitir su culpa y denunciar a sus compinches, contribuyó a que el desprestigio de Godoy fuera en aumento.

Las tropas franco-españolas dirigidas por Junot se apoderaron de Portugal, mientras las principales plazas de España eran guarnecidas por tropas del emperador. Entonces Napoleón osó exigir un camino militar hasta Portugal o, si no, la línea del Ebro como frontera con Francia. Los reyes no podían, de ninguna manera, aceptar lo segundo ante la vista de sus súbditos, pero hicieron que no lo escucharon y siguieron negociando el permiso para el ejército francés cruzar España. Tigre jugando con el ratón en sus garras.

Ya viendo lo que habían llegado a permitir por ceder tanto con tan poca dignidad, decidieron, desde Aranjuez –aconsejados con urgencia por Godoy–, salir en dirección a Cádiz, pues así estarían más protegidos del emperador y tendrían vía libre para partir hacia América si lo veían necesario, tal como había hecho, justo a tiempo, el regente de Portugal con su familia, con los quince mil exquisitos principales de su corte y con todos los tesoros del reino, escoltados por una flota británica y dejando al pueblo portugués totalmente abandonado a su suerte.

El pueblo hispano se alarmó ante aquella posibilidad, y aunque la propaganda del gobierno fijó una proclama en la que se declaraba falso el proyectado viaje, el partido fernandino hizo culpable al chivo expiatorio Godoy de la desgraciada política llevada hasta entonces, siendo que el Príncipe de la Paz no era más que el fiel transmisor y ejecutor de la política de sus amigos, el rey y la reina.

Sofía estaba desolada por la transformación de héroe democrático y revolucionario en un autócrata  coronado, creador de una nueva dinastía imperial. Con todo, seguía diciendo que si siempre vamos a tener a un señor de la guerra dirigiendo nuestros destinos, más valía que tuviésemos a un tirano fuerte, como Napoleón, con un inteligente proyecto global y mano de hierro frente a sus enemigos, que a unas momias decadentes y parásitas, incapaces de defender el patrimonio recibido de sus antepasados y edificado sobre la brava sangre de incontables generaciones de españoles, de las cuales no eran dignos para nada.



CONTINÚA MAÑANA.

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